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Sabra y Chatila, 40 años después de la masacre los supervivientes siguen conmocionados

Hace 40 años, milicias cristianas aliadas de Israel perpetraron la masacre de Sabra y Chatila, dos campos de refugiados palestinos en Líbano. Cuatro décadas después, los supervivientes siguen conmocionados por el horror que vivieron.

Mujeres buscan a allegados entre los cadáveres tirados en el suelo tras la matanza de Sabra y Chatila en setiembre de 1982.
Mujeres buscan a allegados entre los cadáveres tirados en el suelo tras la matanza de Sabra y Chatila en setiembre de 1982. (Ramzi HAIDAR | POOL-FRANCE PRESSE)

Cuarenta años después de la masacre de refugiados palestinos y de libaneses en los campos de Sabra y Chatila, los supervivientes continúan obsesionados por este hecho sangriento, llevado a cabo por milicianos cristianos.

Najib al-Jatib, de 52 años, perdió a once miembros de su familia, entre ellos a su padre. Recuerda todavía el olor pestilente de los cadáveres.

«El olor estuvo flotando en el aire más de cinco o seis meses. Era horrible. Vaporizaban productos químicos todos los días, pero el hedor era persistente», cuenta a France Presse este sobreviviente libanés, desde el campo de Sabra, donde vive con su familia.

En 1982, milicianos cristianos aliados de Israel mataron, del 16 al 18 de setiembre, a entre 800 y 2.000 palestinos en los campos de Sabra y Chatila, en la periferia de Beirut. También mataron a al menos cien libaneses y a sirios.

Las tropas israelíes, que habían invadido en junio de 1982 un Líbano roto por la guerra, bloquearon los accesos al campo mientras los milicianos campaban a sus anchas, tomando como objetivo a civiles no armados.

«Caballos y cuerpos»

«El olor de los muertos está todavía en nuestras cabezas», suspira Najib, que se prepara para conmemorar este viernes el cuarenta aniversario de la tragedia.

En uno de los paseos del campo de Sabra, recuerda las atrocidades de las que fue testigo.

«Esto estaba lleno de cadáveres. Es la casa de mi abuela. Estaba repleta de cadáveres tras la masacre», relata. «Estaban apilados aquí. Caballos y cuerpos, unos encima de los otros».

Uno de los recuerdos más dolorosos de Najib es cuando descubrió el cuerpo de su padre.

«Le habían disparado a las piernas y golpeado en la cabeza con un hacha», cuenta este superviviente de la masacre, que se produjo días después de la muerte del presidente libanés Bashir Gemayel, considerado como un héroe por numerosos cristianos libaneses pero odiado por muchos en Líbano por haber cooperado con Israel.

A pesar de las protestas que provocó la masacre de Sabra y Chatila, ningún sospechoso ha sido nunca detenido o procesado.

Una investigación oficial israelí atribuyó la responsabilidad indirecta a numerosos dirigentes del Estado sionista, como Ariel Sharon, entonces ministro de Defensa. La investigación también apuntó a Elie Hobeika, entonces jefe de los servicios de información de las Fuerzas Libanesas, una milicia cristiana de derecha aliada entonces de Israel.

Las Fuerzas Libanesas nunca han roto el silencio sobre este asunto y nunca han respondido a las acusaciones.

En junio de 2001, varios supervivientes denunciaron en Bélgica a Sharon, pero la Justicia del país europeo cerró el caso en 2003.

«Escenas inimaginables»

Oum Abbas, de 75 años, residente libanés en el campo de Sabra y testigo de la masacre, rememora «escenas inimaginables».

«Vi a una mujer embarazada a la que arrancaron el bebé del vientre. Lo cortaron en dos», relata a France Presse, sentada en una de las calles del campo.

Cada año, los supervivientes acuden al cementerio de Sabra, donde numerosos víctimas fueron enterradas. También se ha instalado un memorial en recuerdo de los mártires.

Amer Okkar, refugiado palestino que sobrevivió a la masacre, estaba el viernes en el memorial. «Encontramos cuerpos tirados en el suelo en todos los callejones. También en esa calle de ahí», cuenta este antiguo miliciano, de 59 años.

«Encontramos pastillas, machetes, hachís y droga en el suelo. Nadie puede matar así si no está drogado», añade.