Ainara Rodríguez-Iñaki Soto-Ramón Sola

«No se trata de exigir a los demás, sino de ver qué podemos hacer cada parte para construir»

Justo un año después de la Declaración del 18 de Octubre enunciada en Aiete, Arnaldo Otegi y Arkaitz Rodríguez han refrendado sus contenidos y explicado lo que ya está logrando y lo que puede generar. Ha sido en una entrevista exclusiva para NAIZ y GARA en formato televisivo.

La Declaración del 18 de Octubre marcó hace ahora un año el décimo aniversario de Aiete. «Sentimos su dolor, y desde ese sentimiento sincero afirmamos que el mismo nunca debió haberse producido»; este mensaje específico a las víctimas de ETA fue la potente aportación de la izquierda independentista a un aniversario que no se quedó en recordatorio irrelevante. En un contexto de aceleración informativa y urgencias nuevas, sus protagonistas han respondido a las preguntas de NAIZ-GARA sobre por qué dieron ese paso, para qué ha servido, qué puede catalizar en el futuro y qué sentido tiene en el actual escenario vasco y mundial. Ha sido en una entrevista en NAIZ Gunea de Donostia, que aquí se ofrece íntegra, realizada por la periodista de NAIZ Irratia Ainara Rodríguez y el director de GARA, Iñaki Soto.

Comenzando por el principio, ¿qué motivó aquella declaración?

Arkaitz Rodríguez: En primer lugar, lo dijimos porque así lo pensamos. Lo pensamos y lo dijimos; decimos lo que pensamos. En segundo lugar, quisimos profundizar en el compromiso solemne que asumió el independentismo de izquierda con la comunidad internacional hace diez años, donde se instaba a las partes a hacer lo que estuviera en su mano para avanzar hacia el reconocimiento y la reparación de todas las víctimas; quisimos hacer una aportación cualitativa para ello. Y en tercer lugar, quisimos dar un espaldarazo a aquella hoja de ruta. Es una hoja de ruta para una resolución política y democrática a un conflicto que es preexistente a ETA y que una vez desaparecida ETA continúa existiendo.

¿Les sorprendió la acogida que tuvo la declaración?

Arnaldo Otegi: Nuestra perspectiva era que las respuestas se iban a dividir entre los que estábamos empeñados en crear puentes y los que están instalados en las trincheras. La acogida fue positiva porque construimos un puente por el que hubo gente que vino al encuentro, incluidas algunas víctimas de ETA. Y percibimos que a nivel popular habíamos conectado con la gran mayoría de este país, así que fue tremendamente positiva la acogida. Sí hubo excepciones, pero no lo decimos como reproche, sino para certificar que hay gentes que todavía entienden que desde las trincheras se pueden abordar los problemas de este país, embarrando el terreno. Humildemente tratamos de construir unos puentes y siguen estando tendidos.

Determinados medios y parte de la clase política les acusaron de tacticismo, y utilizaron para ello unas palabras suyas sobre los presos. ¿Cómo vivió aquel momento?

A.O.: Son palabras que dije, hay que recordarlo, en el marco de una asamblea con militantes de la izquierda independentista. Nuestra prioridad es la paz, la convivencia y la libertad de nuestro país. Añadiría una reflexión que hice con la recuperación de mi libertad, tras la última fase en la cárcel: preveía que iba a ser difícil construir la convivencia y dije que un día deberíamos alcanzar una etapa que en la que todos y todas entendamos que no hay víctimas de una parte y de otra; todas son nuestras víctimas.

«Lo que hemos vivido ha generado víctimas en todas las partes, todas han sido víctimas en este país. Y del mismo modo no son nuestros presos, son los presos que ha dejado una fase histórica en este país»

El tema de los presos también afecta a nuestro país. Todo el mundo debería entender que, junto a la reparación de las víctimas, es un problema de todos y todas, no solo de la izquierda independentista. Lo que hemos vivido aquí ha generado víctimas en todas las partes. Todas han sido víctimas en este país y todos sentimos que lo hayan sido. Con los presos debería ocurrir lo mismo; no son nuestros presos, son los presos que ha dejado una fase histórica en este país, y la resolución debería ser atendida como una aportación a la convivencia.

La declaración supuso autocrítica en cierta medida, ¿creó alguna contradicción?

A.R.: No fue fácil, a nadie se le ocultó. En primer lugar porque en nuestro seno hay gente que, con razón, se queja de que solo nosotros damos pasos en esa dirección y que estos pasos no tienen correspondencia. A este respecto, cabe recordar que tres cuartas partes de las víctimas de la violencia del Estado y un 99,1% de las personas torturadas, que han sido miles en este país, continúan sin ningún tipo de reconocimiento ni reparación institucional.

En cualquier caso, venimos haciendo una gran pedagogía para hacer entender que para avanzar son necesarios este tipo de pasos. Y no se trata tanto de exigir pasos a los demás, sino de ver qué es aquello que podemos hacer nosotros para construir en positivo a la convivencia y la paz en este país, y eso sirve para todas las partes. A esa reflexión respondió la Declaración del 18 de Octubre y también otras iniciativas.


¿Sus bases así lo han entendido?

A.R.: Daré un ejemplo. Recibimos infinidad de mensajes felicitándonos, pero recuerdo especialmente uno, de una amiga de mi cuadrilla que es hija de Ildefonso Salazar, un militante de la izquierda abertzale de Errenteria al que el Gobierno del PSOE, concretamente [el ministro] José Luis Corcuera, como se ha ratificado no hace mucho, envió un paquete-bomba. Afortunadamente no le explotó pero desgraciadamente terminó explotándole al cartero. Esta persona me escribió diciendo aquella noche que estaba emocionada, que le costaba contener las lágrimas y que compartía plenamente esa declaración. Y estaba emocionada porque estaba convencida de que también su padre, ya difunto, la hubiera compartido. Y me dijo más; me dijo que soñaba con el día en que responsables del PSOE y otros poderes españoles le dirigirían unas palabras similares.



¿Qué poso ha dejado esa declaración?

A.O.: En un mundo donde se prima la inmediatez, dejar poso en una cosa importante. Para empezar, nos ha hecho un país mejor, dicho desde la más absoluta humildad. Además ha permitido construir un puente de reencuentro con mucha gente. Y ha servido para que determinados muros caigan en el país. Creo que hay un poso de positividad, de compromiso con el país y con la hoja de ruta de Aiete, un poso que aún no está concluido pero que abre una puerta a un camino mucho más amplio, por el que otros sectores se animen a entender que la convivencia se construye juntos y juntas, no unos contra otros.

¿Puede tener más recorrido en el futuro?

A.R.: No hicimos aquello con el objetivo de tener ningún tipo de contrapartida, pero qué duda cabe que sería muy beneficioso que otros agentes hicieran lo que ya ha hecho el independentismo de izquierda: asumir, hacerse cargo de la parte de responsabilidad que les corresponde. Sería sumamente beneficioso que también otros aportaran en positivo, en lo que esté en su mano. Como dijo Jonathan Powell en el décimo aniversario de Aiete, un pájaro difícilmente puede volar con una sola ala, y en cierta medida es esto lo que hemos visto estos diez años.

«Se puede cerrar los ojos e imaginar lo beneficioso que resultaría que otros agentes que han sostenido la estrategia represiva del Estado se dirigieran a sus víctimas con palabras similares»

Invitaría a hacer el ejercicio de cerrar los ojos e imaginar lo beneficioso que resultaría que otros agentes que han sostenido la estrategia represiva del Estado durante todas estas décadas hicieran lo que hizo el independentismo de izquierda ese 18 de Octubre y dirigieran a sus víctimas unas palabras similares. Y no quiero que se entienda como una exigencia ni como un reproche, sino como una invitación: pensar qué es lo que puede hacer cada uno para aportar.

Un año después, hoy, ¿qué les dirían a las víctimas de ETA?

A.O.: Hoy les diríamos exactamente lo mismo, y les diríamos que esa declaración ha venido para quedarse, es para siempre, es nuestra posición. Lo hicimos por responsabilidad, lo hicimos porque lo pensábamos y sigue siendo una contribución para el país.

La declaración también hacía referencia a la política penitenciaria. Y ahí sí que ha habido pasos este año, ¿cómo valoran la situación?

A.R.: Muy positivamente. Pensamos que contribuyen a la normalización, a levantar la excepción contra las personas presas y sus familiares. Dicho esto, no es razonable que once años después de la desaparición de la lucha armada de ETA, y prácticamente cinco años después de su disolución, siga habiendo más de 150 personas presas por motivos políticos. No es razonable ni es algo que haga pensar en la construcción de la convivencia y la paz. Nos hemos pasado décadas escuchando eso de que las leyes están para cumplirlas. Y nosotros decimos, ‘pues que se cumpla la ley de una vez’, la misma ley que se aplica al resto, porque de esta manera el 90% de ese colectivo estaría pisando la calle y eso es algo necesario si realmente vamos a avanzar hacia la convivencia y la paz. Este país se merece un futuro sin presos ni presas políticas vascas.



Siguiendo el esquema de Aiete, había un último punto en el que se planteaban el diálogo y el acuerdo político como la mejor forma para resolver conflictos políticos. Entonces quedó eclipsado por el conjunto de la declaración pero es importante también. En este contexto tan convulso de hoy, con una agenda tan complicada, ¿cómo queda ese punto, está postergado por esa agenda general?

A.O.: Este país recibió un regalo por parte de la comunidad internacional. Salvo alguna reunión como la del G7 de Biarritz, nunca ha habido tanta gente representando a la comunidad internacional en este pequeño pueblo. Y nos hicieron un regalo en forma de hoja de ruta que está absolutamente vigente, que es global y que tiene cinco puntos, entre ellos ese. Es un patrón universal el que plantea esa hoja de ruta, no hay alternativa al diálogo, cualquier otra va a ser peor.

«La hoja de ruta de Aiete plantea un patrón universal: Catalunya y Euskal Herria, Palestina, Kurdistán, Ucrania... no hay alternativa al diálogo, cualquiera va a ser peor»

En este mundo convulso, ¿alguien piensa que se puede resolver el problema nacional vasco o catalán pegando a la gente porque la gente quiere ir a votar? ¿Alguien piensa que encerrar a un millón y medio de gazatíes en Gaza va a resolver el problema palestino? ¿Alguien piensa que bombardeando posiciones kurdas se va a resolver el problema kurdo? ¿Alguien piensa que invadiendo un país, como ha hecho Rusia con Ucrania, la escalada militar va a contribuir a que eso se solucione? Es un patrón universal, cualquier alternativa va a ser peor.

Por eso reivindicar hoy el espíritu de Aiete es más urgente y está más vigente que nunca. La mejor alternativa es solucionarlo en términos políticos y democráticos. Esta filosofía vale para nuestro conflicto y para todos los conflictos.