La desaparición invisible de la pequeña fauna de Euskal Herria
Existen motivos de preocupación por el impacto que está teniendo ya el clima en insectos, anfibios y reptiles de Euskal Herria. Sin embargo, la ausencia de controles sobre la población impide medir el problema, pues las administraciones solo se fijan en exclusiva en las especies emblemáticas.

La profesora Marta Saloña decidió trampear por su cuenta para matar avispas asiáticas por el campus de la UPV/EHU en Leioa. Al revisar sus trampas, la entomóloga se llevó una sorpresa desagradable. «Caían muchas de estas avispas invasoras, pero también muchos otros insectos a los que la gente no sabe poner nombre, pero que también son polinizadores y cumplen su función. Me entraron tantas dudas que lo acabé dejando. Pensé que igual estaba haciendo más mal que bien», confiesa.
A finales de verano, saltó la noticia de que se estaban detectando menos nidos de la avispa invasora en Iruñerria. Nadie se atreve a certificar por qué, pero tanto calor hace que el cambio climático pase a ser la hipótesis a descartar. Saloña, pese a todo, no se cree del todo el retroceso. O lo lee en una revista científica o nada. Los insectos se estudian poco y de forma precaria en Euskal Herria. «Los mejores entomólogos trabajan en su casa, en cuartos preparados por ellos mismos, con sus materiales, sin ayuda, pagándoselo todo», asegura la profesora de la UPV/EHU. Ahora que se ha jubilado se siente mucho más libre para hablar. «Nos han ninguneado a todos», sentencia.
«Los mejores entomólogos trabajan en su casa, en cuartos preparados por ellos, pagándoselo todo», denuncia Saloña.
Que la avispa asiática, uno de los pocos insectos que sobre los que se realiza cierta supervisión por la amenaza pueda haber retrocedido en Euskal Herria, tiene mucho más de preocupante que de tranquilizador. ¿Qué estará pasando con todos esos otros polinizadores que caían en las trampas de Saloña?
Hay varios motivos para pensar que la alteración del clima está afectando a la fauna más pequeña de Euskal Herria. La preocupación entre los expertos, de hecho, es enorme. «No se trata únicamente del clima, también estamos alterando la diversidad floral. Los insectos están adaptadas a una determinada planta. Si cada vez hay menos flores asociadas a una especie, es esperable una correlación», prosigue June Gorrotxategi, profesora de la UPV/EHU especializada en abejas.
Aviso de las «vacas lecheras»
Se sabe que ciertas especies de insectos son muy sensibles a los cambios de temperatura. Por ejemplo, el rango de temperaturas que soportan los abejorros –otros polinizadores– son particularmente escuetas. Al fin y al cabo, no solo se trata de la ligazón de cada insecto con las flores de las que se alimenta, sino que cada especie tiene sus costumbres. Las abejas que primero nos vienen a la mente y producen miel, pero existen otras muchas especies de abejas son solitarias y no cuentan con el cobijo de la colmena. Del mismo modo, hay especies que hibernan y otras que no y que, por lo tanto, se ven afectadas de forma diferente por las alteraciones climáticas.
Las abejas de la miel son, de largo, las más estudiadas por su potencial económico. Para las abejas solitarias, moscas, avispas y escarabajos, por contra, no se encuentra financiación. Cuando aparecen noticias de que las abejas producen menos, en consecuencia, la alarma que debe sonar no puede limitarse a las abejas melíferas, sino que puede ser un aviso de algo más grave. Y la alarma está sonando. A causa de la sequía, los apicultores han denunciado que su cosecha se ha quedado en menos de la mitad. Algunas asociaciones de apicultores de Aragón hablan de una reducción de hasta el 70%.
«Hacerse una idea de qué está sucediendo por culpa del cambio climático en los insectos tomando como único termómetro lo que les ocurre a las abejas melíferas es lo mismo que hacerse una idea de qué está ocurriendo con los mamíferos estudiando solo a la vaca lechera», sentencia Saloña. Y sin embargo, prácticamente, no se cuenta con nada más.
Entre 2008 y 2018, la población de gorriones había descendido en un 21% en el Estado español.
La aceleración de los cambios en el ecosistema por el empleo de pesticidas, innovación en los cultivos y la alteración climática ha pillado a las administraciones vascas sin los deberes hechos. No saben qué especies fundamentales para el ecosistema están en declive –o en ascenso–, sencillamente porque no hay datos de cuántas había antes. Se da por hecho que lo común, por ser común, ahí seguirá. Y no tiene por qué ser así.
Los animales comunes no son inmunes a los cambios en el ecosistema. Ocurre con los gorriones, algo los ha estado matando. Seo Birdlife estimó que entre 2008 y 2018, la población de gorriones había descendido en un 21% en el Estado español.
«El problema de todo lo que está sucediendo ahora es que científicamente, no podemos asegurar nada. Sabemos que las plantas están floreciendo antes de tiempo y que luego puede llegar una helada y las mata por haberse expuesto. También ocurre que las flores se abren y su polinizador no está, pues se han descoordinado. O puede ocurrir que, aun abriéndose la flor y apareciendo el polinizador, sea el insecto el que no pueda completar la reproducción. En cualquiera de los casos, el ciclo no se ha cerrado. Y si el círculo no se cierra, entonces tenemos un problema serio», explica la profesora de la UPV/EHU.
La forma en la que se está produciendo el cambio climático tampoco ayuda. Los científicos cada vez tienen más datos para sostener que el aumento de la temperatura no se da forma homogénea, aumentando la media diaria. A lo que asistimos es a la multiplicación de fenómenos extremos, como sequías anormalmente largas con temperaturas muy altas. Y según en qué momento suceda la sequía, impacta de una manera u otra. La canícula de mayo, por ejemplo, afectó en más un 30% a la producción de trigo en Nafarroa, pues la falta de agua impidió que se formara el grano adecuadamente. Y lo mismo que le ocurre a la mies, le puede ocurrir a una especie animal.
Un año para notarse
Entre los investigadores de la fauna más pequeña y esencial existe un cuestionamiento profundo a cómo están monitorizando las administraciones estos cambios. «Nos movemos según la moda y las especies que, para el hombre, son más hermosas o imponentes. La mayor parte del dinero se va a las especies que consideramos más hermosas o imponentes: al lobo, al oso, a las águilas», asegura el herpetólogo de Aranzadi Carlos Cabido.
«El dinero se va a las especies que consideramos más hermosas: al lobo, al oso, a las águilas», afirma Cabido.
«El grueso del dinero se lo está llevando el conservacionismo de aves en peligro de extinción. Vende más. Por contra, el control poblacional de las especies comunes en la CAV es prácticamente inexistente. En Nafarroa han trabajado un poco mejor, pero los vicios han sido similares», asegura Cabido.
Este herpetólogo subraya que las especies animales están preparadas para sobreponerse a un mal año, incluso cuando se da un fenómeno climatológico extraordinario en un momento clave, como el de la reproducción o la eclosión del huevo. Pero el problema es que no podemos ver qué sucede de inmediato. «No existe modo de medir cómo pueden están afectando las temperaturas tan altas de este año a la fauna. En todo caso, podríamos ser capaces de verlo el año siguiente», prosigue Cabido.
Sin embargo, 2023 no será el año en que dispongamos de los primeros datos del declive de polinizadores y otras especies esenciales. Los tendríamos si este año hubieran hecho las cosas bien y se tomaran datos sobre la poblaciones. Como no se ha hecho, seguiremos sin ver la afección real. «Solo miramos lo emblemático, lo catalogado y lo invasivo. Por eso no vemos el inicio del declive y por eso actuamos, por lo general, siempre tarde».
Los cambios en el clima suelen ser favorables para las especies invasoras, prosigue Cabido. «La fauna autóctona se mantiene porque es la más competitiva aquí. Si las circunstancias cambian, especies foráneas que antes no podían competir con las otras sí van a tener una oportunidad. En principio, aquellas que vienen de latitudes más cálidas tienen más opciones ahora», comenta el experto.
La especialidad de Cabido está un paso por encima en la cadena trófica que las de Saloña y Gorrotxategi. Si caen los insectos, caen los insectívoros. Al herpetólogo le preocupan los anfibios en particular Muchos anfibios son termófilos, pero no les gusta este calor. «Las temperaturas altas les sientan bien, pero necesitan, además, humedad ambiental», continúa.
En este verano tan seco, además, han faltado hasta las charcas. «No sé qué veremos el año próximo, pero este verano sí puedo decirte que hemos acudido a prospectar tritones a unas charcas donde acostumbrábamos a verlos, y las charcas no estaban. No sé si este año habrán nacido», asegura el herpetólogo. La mayoría de las especies de anfibios viven en pequeñas charcas porque no pueden hacerlo en otra parte. En el momento en el que entran en competencia con los peces, los anfibios no tienen complicado prosperar.
Se estima que el 43% de las especies de anfibios están en recesión. En Euskal Herria preocupan en especial los tritones alpino y pirenaico.
En opinión de Cabido, especies presentes en Euskal Herria muy cerca de sus límites de distribución, como los tritones alpino y pirenaico, serían de las más sensibles, pero su preocupación se extiende a todos estos animales. Se estima que el 43% de las variedades de anfibios están en recesión pues, además de las sequías, sufren enfermedades emergentes y son sensibles a la contaminación.
Pérdida de tierra fértil
A Saloña, además, le preocupa la fertilidad de la tierra. La falta de lluvia y la evaporación hace que la tierra se reseque y los animales que viven bajo ella mueran o sufran, perdiendo el suelo biodiversidad y fertilidad. «Y no solo la afección es esa –apunta la profesora–. La lluvia, cuando llega, viene muy de golpe, muy fuerte y arrastra con los nutrientes, lo cual también es un daño».
Desde los años 80 no se hacen estudios en profundidad sobre la biodiversidad y fertilidad de la tierra de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia.
El problema con la fertilidad del suelo no comienza ahora, empezó con la pérdida de bosques, el empleo masivo de pesticidas, introducción de variedades no autóctonas... En la década de los 80, esta profesora inició unos estudios en Bizkaia, que luego se extendieron a Gipuzkoa y Araba de cómo de fértil era la tierra de esas provincias. Cuarenta años después, esos estudios no se han renovado. Saloña ha llegado al punto de creer que no se mira para no verlo.
«La gente se preocupa casi en exclusiva por cuánto pagará por la luz el mes que viene. Mientras, a nuestro alrededor están pasando muchas cosas, está cambiando todo. ¿Tú crees que de verdad esto que te hemos contado le va a interesar a alguien? Ojalá tengas razón. Yo ya casi he tirado la toalla», confiesa Saloña.

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