Alessandro Ruta

Derecha e izquierda italianas, en jaque por el anarquista Alfredo Cospito

Alfredo Cospito está en huelga de hambre desde octubre en una cárcel italiana, contra la nueva ley del Gobierno de Giorgia Meloni que endurece la cadena perpetua. Una decisión que refleja el puño de hierro, quizás inconstitucional, de las derechas y paraliza a una izquierda errática.

Un símbolo anarquista, en la protesta ante la cárcel de Opera.
Un símbolo anarquista, en la protesta ante la cárcel de Opera. (Piero Crucciati | AFP)

‘Rehenes de un anarquista’ podría ser el título de una peli policiaca sobre los últimos meses en Italia. Y es que un anarquista, pese a hallarse preso y aislado en una cárcel, está sacudiendo el mundo de la política y la Justicia.

Se llama Alfredo Cospito (se pronuncia Cóspito), un anarquista que está en huelga de hambre desde octubre para protestar contra la aplicación de la nueva ley que ha endurecido la cadena perpetua a «terroristas». Una decisión del Gobierno de Giorgia Meloni que ha provocado muchas polémicas y convertido a Cospito en «trending topic», en tema constante de discusión.

«Una gozada»

Alfredo Cospito tiene hasta dos páginas en Wikipedia, una obviamente en italiano y la otra en inglés. En el Belpaese es más que alguien famoso desde finales de 2022; se ha convertido en tema de relevancia político-institucional.

Muchas veces en el pasado en Italia, cuando hubo algún atentado sin culpables, alguna acción sin reivindicar, se echó la culpa a los anarquistas, o mejor dicho, a «anarco-insurreccionistas». Se agitaba ese fantasma, se excitaba un poco el temor popular, y se mantenía la guardia alta; era una antigua manera de actuar por parte de las autoridades.

En la mayoría de los casos no aparecía ningún culpable, pero en ocasiones sí. Fue el caso de este Alfredo Cospito, nacido en Pescara en 1967, y que en 1986 había sido condenado a 21 meses de cárcel por haber desertado durante la mili. Entonces tuvo que intervenir ni más ni menos que el que era presidente de la República, Francesco Cossiga, para anular la pena, porque existía el derecho a la objeción de conciencia. Cospito había amenazado con emprender una huelga de hambre, por cierto, y obtuvo con ello la atención y el perdón.

Cospito dinamitó un tramo del TAV en Umbria, promovió un atentado contra un cuartel de carabinieri, sin muertos y disparó en las rodillas a un peso pesado de una multinacional

 

Aquella fue la primera toma de contacto de Alfredo con la Justicia. La segunda ocurriría cuando en su ciudad, Pescara, quiso convertir (ocupándola) una fábrica de licores en un centro social, en 1991. A partir de ahí estuvo fuera y dentro de las cárceles, pero siempre reivindicando su estatus de «anarquista»: por ejemplo, cuando dinamitó un tramo del TAV en la región de Umbria o promovió un atentado contra el cuartel de los Carabinieri de Fossano, cerca de Turín, donde no hubo ningún muerto pero sí muchos daños materiales.

Sin embargo, el episodio que le ha cambiado la vida se produjo en 2012, cuando disparó en las rodillas (un método típico de las Brigate Rosse) a Roberto Adinolfi, uno de los pesos pesados de la multinacional Ansaldo Nucleare. Detenido de nuevo, durante el juicio declaró sin ápice de arrepentimiento: «Aquellos disparos fueron una gozada».  

Ahí el Estado italiano se calzó el puño de hierro y lo condenó a 9 años y 6 meses, más otros 20 años por el atentado de Fossano. Y en este caso Alfredo no tendría un presidente de la República dispuesto a perdonarle. Además, tuvo que entrar en la cárcel bajo el régimen más duro, el llamado 41 Bis.

Denuncia del 41 Bis, en una de las movilizaciones por Cospito. (Filippo Monteforte | AFP)

Parecía el final de partida para Alfredo, pero faltaba la última palabra, el cambio en la legislación al protagonismo actual.

Cadena perpetua absoluta

Es una historia un poco complicada, pero por resumir se puede decir que en 2022 Italia, ya con el nuevo Gobierno de Giorgia Meloni, cambió la ley sobre la cadena perpetua, endureciendo aún más las condiciones carcelarias.

El objetivo de esta medida, llamada en italiano ergastolo ostativo, una especie de «cadena perpetua total y absoluta», era obstaculizar (ostare, en italiano) cualquier contacto entre la prisión y el exterior, sobre todo en los casos de aquellos presos que nunca hubieran mostrado arrepentimiento.

Con la reforma de Meloni, se le ha aplicado el 41 Bis en su versión más dura y «atentado simple» ha pasado a ser «intento de masacre contra la seguridad del Estado»

 

Es lo ocurrido con Cospito, que ha visto con ello cambiar su pena por el Tribunal Supremo desde los casi 30 años debidos a los dos atentados de Fossano y de Adinolfi a cadena perpetua absoluta con aislamiento: es decir, el 41 Bis en su versión más dura. «Es un peligro para la comunidad y tiene que quedarse en su celda sin ninguna posibilidad de redención», fue la decisión del Supremo, que ha modificado las acusaciones desde «atentado simple» a «intento de masacre contra la seguridad del Estado»

Una reforma, la del Gobierno de Giorgia Meloni, que ha levantado ampollas a nivel de derechos humanos, en un país como Italia que además es uno de los más atrasados en el tema de la tortura. Y eso que la Constitución del Belpaese dice claramente en su artículo 27 que «las penas no pueden consistir en tratos contrarios al sentido de humanidad y deben tener por objeto la reeducación del condenado».

Todo ha empeorado desde octubre, cuando el anarquista emprendió la huelga de hambre, rechazando cualquier tipo de comida en la cárcel donde se encontraba, en el pueblo de Opera, a pocos kilómetros de Milán. Una instalación donde ya habían sido ubicados los jefes de la mafia para sus cadenas perpetuas.  



¿Como en los 70?

El caso de Cospito, en consecuencia, ha levantado polémicas y acusaciones cruzadas entre las derechas de la dupla «ley y orden» y una izquierda que no sabe realmente dénde ir, mostrando contradicciones en un momento en que le falta más que un secretario; carece de liderazgo.

Cuando unos parlamentarios del Partido Demócrata (incluso Ilaria Cucchi, hermana de Stefano, muerto torturado en una cárcel de Roma) fueron de visita a Opera para hablar con Cospito y verificar sus condiciones de salud, el bando derechista empezó a chillar hablando de «complicidad con los terroristas». Se le añadió un durísimo debate en el Parlamento donde los del PD tuvieron que defenderse con fuerza de las acusaciones de «cercanía a la mafia». 

Junto a ello, en las últimas semanas han tenido lugar manifestaciones en ciudades italianas y extranjeras (más concretamente en las embajadas en Berlín y Barcelona), solidarias con Cospito. Unos episodios que han encendido ciertas alarmas, sobre todo por los disturbios y los desórdenes consiguientes, con detenciones incluidas: «Esta es la prueba de que Cospito sigue mandando en los grupos terroristas a pesar del aislamiento», dicen las acusaciones oficiales. 

En la izquierda el caso recuerda a las dificultades que tuvo el Partido Comunista para tomar posición sobre las Brigadas Rojas, con el añadido de que era está mucho peor

 

Para la izquierda, el caso recuerda a lo ocurrido en la década de los 70, cuando el Partido Comunista tuvo tremendos apuros para tomar posición sobre las Brigadas Rojas, consideradas a veces «compañeros que se equivocan», otras «manzanas podridas» o incluso fuerzas manipuladas por algún infiltrado. Años que la mayoría de sus militantes resumían con el eslogan «Ni con el Estado ni con las BR», que mientras tanto mataba a jueces, periodistas, obreros y hasta líderes políticos.

Por aquel entonces el Partido Comunista estaba en su máximo esplendor, mientras que ahora sus supuestos herederos se encuentran en el mínimo histórico, en un laberinto de ideas y estrategias conflictivas. Por eso no se entiende mucho el cui prodest, la razón de toda esta movida.

Meloni se mantiene firme («El Estado no puede aceptar los chantajes de los terroristas»). Alfredo Cospito sigue tomando solo agua y azúcar y ha sido trasladado al hospital. Además de «echar de menos los cómics», como ha expuesto su abogado, ha perdido 40 kilos y se postula como una figura similar a Bobby Sands, el joven militante de IRA muerto después de una larguísima huelga de hambre (66 días) en 1981.

Los mensajes del anarquista de Pescara son de rechazo al 41 Bis y a este tipo de cadena perpetua, afirmando además que él no es el jefe de nadie. Y la salida desde este túnel se ve cada día más lejana.