Xole Aramendi
Erredaktorea, kulturan espezializatua
Entrevista
Judith Argomaniz
Bailarina y coreógrafa

«Mantener una compañía de danza no es nada fácil, imagínate permanecer diez años»

La compañía de danza Lasala cumple diez años de la mano de Judith Argomaniz. Aunque es un camino no exento de dificultades, siente pasión por la danza, por lo que se reconoce privilegiada por poder dedicarse a ello.

Judith Argomaniz, feliz, por cumplir diez años con la compañía Lasala.
Judith Argomaniz, feliz, por cumplir diez años con la compañía Lasala. (ETANOWSKI)

Judith Argomaniz celebra los acontecimientos felices siempre que puede. En el décimo aniversario de la compañía Lasala, ha decidido hacerlo en el mejor lugar posible, sobre el escenario. Y qué mejor que estrenando un nuevo espectáculo en el que repasa toda la trayectoria artística. ‘Lasala 10 urte’ se podrá ver este sábado en Gasteszena de Egia, en Donostia (19.30).

«Mantener una compañía de danza no es nada fácil, imagínate permanecer diez años», afirma, nada más comenzar la entrevista. «Me siento muy afortunada y agradecida por poder dedicarme a esto. Mi mayor regalo es ir al estudio, si puedo, cada día. Eso es lo más bonito y llevar el trabajo adelante durante diez años».

Ha decidido volver a llevar a escena piezas de hace 6-7 años. «Muchas personas no habrán visto esas piezas. ¿Por qué no? Hay muchísimo trabajo detrás de cada uno de ellas», dice. Se lamenta por lo efímero de su vida. «Se meten en el cajón y mueren. Pensé en ponerlas en valor».

Ha seleccionado un fragmento de cada una de sus creaciones, entre otras, ‘Hooked’ (2013), ‘Lauesku’ (2014), ‘Female’ (2017), ‘Fight’ (2019), ‘Dead’ (2020) y ‘Alive’ (2021).

Seth Buckley, Garazi Etxaburu, Leire Otamendi, Jone Amezaga, Miren Lizeaga, Javier De La Asunción e Inês Costa forman el elenco de bailarines que se subirá al escenario. Y junto a todos ellos, la propia Judith Argomaniz. Lleva un tiempo sin bailar pero en esta ocasión no ha dudado en ponerse las zapatillas. «Aunque no salga al escenario y esté sentada en la butaca, estoy bailando a través de ellos. Estoy muy en contacto con ellos», remarca. 

«Viaje increíble»

La creación del espectáculo la ha obligado a echar la vista atrás. «Ha sido un viaje increíble: He visto los intereses que tenía en aquella época, cómo estaba yo y también el desarrollo de la compañía. La verdad es que ha sido una evolución potente. El movimiento ha sido importante para mí, por supuesto, pero ahora al hacer piezas más grandes, todo cobra importancia: la escenografía, la luz, la dramaturgia y la estética. Todos son imprescindibles para completar el espectáculo. La danza es uno de los elementos, hay muchos otros alrededor», explica.

Las emociones y la técnica son los dos pilares fundamentales de la danza. ¿Cómo trabajar cada uno de ellos? ¿Cómo entenderlos?

A los integrantes de la compañía les pide que sientan. «Los bailarines no se limitan a ejecutar el movimiento, son intérpretes. Ellos también se tienen que emocionar mientras bailan para llegar a emocionar al público; tienen que interiorizar el viaje que les propongo y vivirlo. El movimiento nace de una emoción. Para mí es muy importante el disfrute del público». 

Y al público, que se deje llevar. «Siempre se lo digo a los espectadores: ‘No tienes que entender nada en mis piezas'. Si mañana o dentro de un mes te acuerdas de una imagen, de una sensación que has vivido al ver una obra, es que ha funcionado. Si te has emocionado viéndolo, nuestro trabajo está hecho. Realmente es una experiencia lo que se lleva el público. Es un viaje. Igual que ir a otro lugar. Estás creando recuerdos».

«La palabra tiene mucho poder en el teatro, y en la danza, al no tener la palabra, la gente se siente insegura al no entender. Yo siempre les digo que no hace falta, que disfruten de la belleza, que disfruten del viaje que proponemos en cada obra», prosigue. 

¿Y a sí misma? «Lo primero que tengo que hacer para crear algo es vivir y sentir. A partir de ahí viene la idea. Y ver si tengo algo que decir, porque si no no creo nada. Si realmente tengo algo que decir trabajo sobre ello. De ahí viene la creación de la dramaturgia definiendo los temas a tratar, cómo lo abordamos, en cuál es su contexto histórico… Es el momento de la creación del esqueleto y poniendo algunos músculos también. Luego eliges el equipo artístico: iluminación, escenografía, vestuario, y también fotografía. Esto último es muy importante, es la primera imagen que ves de la obra (vídeo, foto…). Planteamos colores. Los equipos trabajan en coordinación. Todo el trabajo multidisciplinar hace que sea arte».

Y por último va al aula a trabajar con los bailarines. Para entonces todo está muy definido, aunque también queda margen para seguir creando. «Yo les doy el material y ellos realizan sus aportaciones. Depende de la creación. Es sano para la pieza que no esté cerrada. Me gusta escuchar, estar abierta a otras opiniones aporta riqueza, aunque la última decisión es mía».



El grupo de bailarines ha ido cambiando, no en vano han pasado diez años. «Comenzamos siendo dos y en este espectáculo estamos ocho profesionales».

Al preguntarle por lo más difícil de afrontar en esta década, no lo duda. «Lo más duro son los vacíos, los desiertos los llamo yo. Cuando no hay bolos. Hay épocas en las que apenas se programa. Y es muy difícil sostenerte a nivel físico, tienes que estar preparada para cuando venga la gira, y a nivel emocional, bailar es algo que realmente me apasiona, y no poder hacerlo es muy duro. Me encanta mi trabajo. Y también a nivel económico, de repente dejas de tener ingresos. Este aprendizaje ha sido complicado, pero con diez años de trayectoria ya aprendes a navegar en el desierto», señala.

Aprovecha los parones «para nutrirme, algo necesario para crear». «Voy a ver exposiciones, leo… Cuando estás inmersa en una creación no te da tiempo para hacerlo».

Toda una vida

Comenzó a bailar de niña, con cuatro años. «Olga del Barrio fue determinante en mi carrera. Le tengo mucho que agradecer, con ella aprendí a amar la danza. Es uno de los mayores regalos que me han hecho», subraya.

«Hice ballet con ella y después me incorporé al Ballet Junior Ballet Biarritz. De allí me fui a Barcelona, al Institut del Teatre a estudiar danza contemporánea. En Madrid, al Conservatorio Superior de Danza para obtener el título superior. Trabajé con algunas compañías y volví a casa. Mi primera pieza, ‘Hooked’, fue mi proyecto final de carrera. Funcionó muy bien, no me lo esperaba, decidí continuar y han pasado diez años», recuerda con una sonrisa.

No tiene la sensación de tener que pelear. «Estaba bailando lo que me gustaba, estaba muy contenta. En aquel inicio recorrimos muchos festivales y pensé en probar con una segunda pieza. Y desde ahí todo fue rodado. El camino ha fluido, no he tenido grandes obstáculos».

Uno de los retos de los artistas suele ser la creación de un lenguaje propio. Está convencida de que «si ves una pieza de la compañía sabes que es nuestra. Tenemos unos códigos, un lenguaje que varía un poco en cada obra, pero cada compañía tiene su lenguaje. Es una danza muy física, hay mucha potencia siempre en escena y es característico cómo ponemos la mano. Nació en la obra ‘Lauesku’, inspirada en la pelota vasca. Y lo hemos mantenido. Me gusta mucho la precisión, que todo esté limpio y claro», subraya.

Se lamenta de que en la enseñanza «en este país lo importante son materias como Matemáticas y Lenguaje. Ni siquiera conocemos nuestro cuerpo, estamos muy desconectados de él. Todos. No hay costumbre de ir al teatro, sí de ir al campo de fútbol. Si los padres no llevan a sus hijos al teatro estos no aprenderán a ir. Es lo que está pasando, los chavales no van al cine ni al teatro. Es terrible. Podríamos recibir apoyo de las instituciones, que lo apoyaran, que las autoridadades acudieran al teatro y se hicieran la foto allí. Por qué no. Somos series que imitamos y si que la otra persona lo hace yo también lo hago», indica.