Iñaki  Soto
GARAko Zuzendaria / Director de GARA

En California tampoco hay ertzainas

El Movimiento Asindical reunió el lunes en Bilbo a centenares de ertzainas para presionar al Gobierno de Lakua y a los sindicatos. Al primero le amenaza con bloquear el Tour. A los segundos les acusa de traición y les pone condiciones inasumibles. Es el resultado de una gestión nefasta de años.

Ertzainas en un desahucio
Ertzainas en un desahucio (Juanan RUIZ | FOKU)

El lunes por la noche, el guionista y director David Simon mostraba en redes sociales unas imágenes suyas marchando junto a otras compañeras en la huelga del Sindicato de Escritores de EEUU, a la vez que denunciaba que HBO había rescindido su contrato tras 25 años en la cadena.

Simon es conocido por haber retratado la realidad social norteamericana en series como ‘The Wire’, ‘The Deuce’ o ‘Generation Kill’. Una constante de su obra es la crítica a la degeneración y militarización de los cuerpos policiales. Precisamente, su última serie, ‘We Own This City’, es una crónica sobre un escándalo de corrupción y violencia en la Policía de Baltimore.

A la misma hora en la que Simon desfilaba con su sindicato en Hollywood, un nutrido grupo de policías que podría protagonizar una de sus series se manifestaba contra las instituciones y los sindicatos. No era en California, porque como decía la canción de RIP, la banda de Arrasate, allí no hay Guardia Civil, ni tampoco Ertzaintza. Era en Bilbo, donde cientos de ertzainas secundaban una convocatoria del autodenominado Movimiento Sin Convenio ‘No hay Tour’.

Los convocantes, que en otro momento firman como Movimiento Asindical, aseguraron que reunieron a 4.000 ertzainas en la explanada de San Mamés, cifra que el Ayuntamiento rebajaba a 2.000. Cabe recordar que el Cuerpo de la Ertzaintza está formado por cerca de 8.000 agentes. En 2017, 770 agentes estaban de baja a diario, con un absentismo del 10%, según datos de ‘El Correo’. Por mucho que en su nota los convocantes mencionaban a familiares y ertzainas jubilados, la cifra de participación no cuadra.

Eso no quita para que la cantidad fuese importante y cogiese por sorpresa a propios y extraños.

Quiénes son y qué piden

La plataforma es anónima, hasta el momento no tiene portavoces aunque responde a los medios, se comunica a través de redes y es independiente de los sindicatos y de la Consejería. Sus demandas son básicamente sindicales (subidas de sueldo y mejoras materiales, entre otras), pero precisamente denuncian que los sindicatos no les representan.

Ojo, la Ertzaintza lleva 12 años sin renovar el convenio, lo que no quiere decir que durante este periodo no hayan tenido sucesivas mejoras en sus condiciones. Precisamente, el rumor de que algunos sindicatos podrían estar cerca de firmar un acuerdo con el Departamento el próximo 15 de mayo es la razón de la manifestación y lo que ha causado que este movimiento interno haya cogido fuerza.

Su posicionamiento es antisindical, policiaco en el peor sentido y abiertamente chantajista. Aprovechando que el Tour saldrá de Euskal Herria, han decidido presionar a las administraciones vascas, prometiendo que si no se accede a sus demandas no se podrá garantizar la seguridad de la carrera ciclista.

Asimismo, advierten a los sindicatos de que no aceptan su legitimidad, les tachan de traidores y les ponen condiciones para negociar. El tono amenazante de la nota que sacaron tras la marcha, en la que les dan a las centrales de plazo hasta mañana para asumir su agenda, es inaceptable.

Un buen ejemplo es el cuarto punto de ese comunicado. En él se pregunta a los sindicatos: «¿Estáis dispuestos a que cada sindicato lleve un miembro del Movimiento a las mesas de negociación para que pueda verificar la transparencia del proceso?».

Para zanjar el tema, informan de que «el sindicato que traicione al colectivo sufrirá el rechazo del mismo y se expondrá a su desaparición (sic)». Añaden que las centrales que no les respondan correrán la misma suerte.

El orden y la ley

Semejantes actitudes provocan preguntas en cualquier ciudadano. ¿Qué cabe esperar de unos agentes públicos que no asumen el sistema de representación sindical y prefieren cogerse la justicia por su mano y ejercer la presión contra sus representantes? ¿Están capacitados para hacer su labor? ¿Pueden portar armas y tener el poder de sancionar conductas de ciudadanos y ciudadanas? Si tratan así a sus representantes, ¿qué pensarán cuando vigilen manifestaciones sindicales de otros sectores?

La Consejería de Seguridad comandada por Josu Erkoreka ha despreciado la retórica del Movimiento Asindical y ha informado de que seguirá negociando con los representantes sindicales.

El problema es que este Gobierno se ha caracterizado por una postura antisindical explícita, comandada por el lehendakari Iñigo Urkullu, que ha hecho alarde de ella en repetidas ocasiones. Tampoco es que sean originales: es una tendencia española, francesa y global de la derecha. Eso sí, luego se quejan de que no tienen interlocutores válidos.

Por otro lado, en un proceso de paz lógico y ordenado, la Ertzaintza tendría que haber sufrido una reconversión. Un cambio de imagen, de denominación, de estructura y, sobre todo, de cultura institucional. Pero en el relato oficial eso sería tanto como admitir que no fueron ejemplares en la «lucha antiterrorista». Como si los casos de malos tratos o las operaciones represivas, por no hablar de la percepción social aumentada por los cientos de heridos o por imágenes como las del cementerio de Tolosa, no fuesen suficientes para minar esa imagen heroica del Cuerpo. La triste gestión del caso de Iñigo Cabacas condensa todas las miserias de la Policía vasca y de sus responsables, operativos y políticos.

Defund The Police

Es terrible comprobar la falta de responsabilidad histórica de los dirigentes jeltzales, que han utilizado a la Policía como una guardia pretoriana particular y la han dejado degenerar hasta el punto de que surjan fenómenos preocupantes como este Movimiento Asindical.

Los síntomas alarmantes venían de antes. En privado, los jeltzales no ocultan su preocupación por las referencias de los nuevos ertzainas y alertan de que las primeras promociones están a punto de jubilarse, con lo que perderán gran parte de su control sobre la institución. 

Por eso, para entender y combatir esta perspectiva policiaca y autoritaria, quizás convenga salirse del esquema tradicional de fases previas del conflicto. Podemos gozar escuchando a RIP o a EH Sukarra, pero lo que viene no se combate con nostalgia. Para articular una resistencia contra este modelo policial quizás hay que tirar menos de malatxito y más del imaginario de Simon.

Por ejemplo, hay un movimiento global, ‘Defund The Police’, que pide que se deje de invertir en un modelo policial autoritario e incompatible con una cultura democrática avanzada. Por otro lado, hay que poner coto al antisindicalismo rampante. Hay que diferenciar qué son derechos y qué son privilegios, qué es una lucha sociolaboral legítima y qué es puro chantaje.