Agustin Goikoetxea
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad

Gargantúa continúa 169 años después

Gargantúa es, con permiso de Marijaia, el gran personaje festivo del Botxo desde que Bombero Etxaniz lo creará en 1854.

Un niño se dispone a introducirse en las fauces de Gargantúa.
Un niño se dispone a introducirse en las fauces de Gargantúa. (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

Quién le iba a decir a Antonio Etxaniz, más conocido como Bombero Etxaniz, que aquel personaje que ingenió en 1854 iba a pasar a la historia. Durante 169 años, las sucesivas reencarnaciones del gigante glotón y bonachón han tenido gran predicamento entre el público txiki, deseoso de ser engullido por sus fauces para salir por el trasero.

Clemente Antonio Etxaniz Ariznabarreta, nacido el 24 de noviembre de 1815, fue carpintero de profesión y maestro de obras antes que bombero. Dicen, y así lo atestigua su creación, que era un hombre muy ingenioso y habilidoso.

La inspiración le vino del personaje creado por el literato francés François Rabelais que, a lo largo de cinco novelas escritas en el siglo XVI, narra la historia de dos gigantes, Gargantúa y su hijo Pantagruel.

Se trata de un producto plenamente bilbaino. No participó en procesiones religiosas como los gigantes y cabezudos. Fue creado para salir en celebraciones profanas.

Etxaniz le dio la forma de un enorme baserritarra que tragaba pequeños y los expulsaba por la retaguardia, tras un breve resbalón por su tobogán interior. En la actualidad, además de Bilbo, cuentan con un Gargantúa Gasteiz, Gernika, Laudio, Logroño, Valladolid, Palencia, Zaragoza, Alcalá de Henares, Borja, así como las ciudades argentinas de Mar del Plata y Necoechea.

El ‘padre’ de Gargantúa fue testigo del éxito, aunque falleció el 7 de junio de 1867, junto a otros tres compañeros, atrapado en el incendio de la imprenta y litografía de Juan E. Delmas en la calle Correo. Era el jefe del incipiente cuerpo de bomberos de la villa.

El impacto de una bomba de la guerra carlista destruyó ese primer tragaldabas. En las «Fiestas de Agosto» de 1897, gracias al impulso del escritor Emiliano de Arriaga, presidente de la comisión municipal de festejos, retorna el personaje tras una inversión de 2.278 pesetas con 85 céntimos. Lo construye Higinio Basterra en su taller de Atxuri. Recogen las crónicas que cambio el «traje francés» del anterior por vestimenta de baserritarra.

Críticas a su vestimenta

El periódico ‘Euskalduna’ publica el 29 de agosto de 1897 un artículo en el que critica la imagen que se da en Bilbo de los baserritarras a través de Gargantúa. «Le han dado la forma de un aldeano carnavalesco, de un baserritarra que no existe sino en la amelonada cabeza de unos cuantos bilbainos que por hablar con la s y hacer gansadas, se creen y les creen, los hombres más chirenes bajo la capa del cielo», lamenta el cronista.

En torno a 1907 desaparece de los programas festivos de la capital, cuando, según algunos documentos de la época, el Ayuntamiento de Gernika se hace con él y con la comparsa de gigantes y cabezudos. En 2016, la villa foral recuperó el personaje, que fue víctima del bombardeo.

Es Radio Emisora Bilbaina, en 1934, quien promueve la recuperación de los personajes festivos, que se construyen en Atxuri. Con motivo de la primera visita del dictador Franco a la villa, en 1939, se restaura. En 1950, hará su última aparición, quedando abandonado en unos talleres de Deustu pasto de las ratas.

Doce años después, la emisora Radio Bilbao impulsa una campaña de captación de fondos para dotar al Botxo de un nuevo Gargantúa, así como de una comparsa de gigantes y cabezudos. Es construido en unos talleres de Bolueta por Tomás Martínez de Arteaga y José Luis Teresa, con un coste de 500.000 pesetas.

El de Gasteiz, en Aste Nagusia

En 1978, la Comisión de Fiestas piensa en recuperar a Gargantúa para la primera Aste Nagusia pero se encuentra con que el que dispone el Ayuntamiento está totalmente abandonado en el edificio de Materias Inflamables, en Basurto. No queda otra que pedir al Consistorio gasteiztarra su Gargantúa y los gigantes. La capital alavesa disponía de uno desde 1923. Mientras, se idea un plan para disponer de un nuevo traganiños digno.

Algunas desafortunadas decisiones consistoriales lo han relegado en las últimas décadas, dando mayor protagonismo a modelos importados de otros lares, aunque, por tener, el Botxo dispone de dos. El que fue restaurado en 1979 por Pedro Goiriena en el taller de Cómicos de la Legua en Bolueta, que suele visitar los barrios y se ubica también en la plaza del Arriaga. Y el que se emplaza en el Txikigune del parque de Doña Casilda, que hicieron en València Juan Ignacio Urbieta y el artista fallero Vicente Luna en 1988, al que achacan tener rasgos de ninot, además de que no cierra la boca como sí hacía su antecesor.

La restauración de 1979 costó 400.000 pesetas, que sufragó la Caja de Ahorros Vizcaina, y la construcción del de 1988 por Urbieta y Luna supuso un desembolso de 3,6 millones de pesetas para las arcas municipales.

Peor fortuna tuvo el Gargantúa construido dos años antes por Goiriena en un caserío de Sopuerta, bautizado como Julen, en alusión al concejal de Fiestas de la época, el jeltzale Julián Fernández, que tuvo que ser retirado en plena Aste Nagusia por su boca excesivamente pequeña para tragar a niñas y niños, y que se quemó en un incendio. El escándalo fue mayúsculo en la época y motivo de mofa hacia los responsables del proyecto. Lo curioso es que aquel tragaldabas costó 4,4 millones de pesetas.