Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / redactor de actualidad

El gasto militar de la OTAN en 2023 cubriría doce años de lucha climática

El creciente gasto militar –más de dos billones de dólares el pasado ejercicio– detrae fondos que podrían destinarse a otros usos sociales, energéticos, en infraestructuras o medioambientales.

Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, y Antony Blinken, secretario de Estado de EEUU, comparecen en rueda de prensa en Washington.
Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, y Antony Blinken, secretario de Estado de EEUU, comparecen en rueda de prensa en Washington. (MANDEL NGAN | AFP)

El gasto militar global mantiene una acelerada tendencia al alza, lo que no deja de ser un síntoma de los tiempos convulsos en los que vivimos y un riesgo para el propio planeta y las personas que lo habitamos. Esta escalada armamentística no presagia nada bueno en un contexto geopolítico tan volátil, pero además afecta a uno de los principales problemas que afronta la humanidad, seguramente el más acuciante y más grave: la crisis climática.

Así lo pone de relieve el informe “El clima bajo fuego cruzado. Cómo el objetivo del 2% de gasto militar de la OTAN contribuye al colapso climático”, difundido por Transnational Institute (TNI) a finales de 2023 y que analiza las implicaciones climáticas del gasto, actual y futuro, de la mayor maquinaria militar de la historia.

Déficit crónico

El documento empieza recordando que las medidas tendentes a responder al cambio climático «sufren un déficit crónico» de financiación, algo que ahonda la crisis y sus efectos sobre las personas. Apunta, asimismo, que los países más ricos, «principales responsables del colapso ambiental», no han cumplido sus limitadas promesas de financiación, mientras, por el contrario, están incrementando su gasto militar.

En este contexto, tras indicar que más de la mitad del gasto militar mundial corresponde a los 31 estados de la OTAN, destaca que la Alianza Atlántica ha emplazado a sus miembros a dedicar a sus fuerzas armadas al menos el 2% de su PIB, y valora que el contraste entre ese objetivo y el del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) para mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5 grados «no puede ser más desolador».

«La adopción del objetivo del 2% de la OTAN hace que el del IPCC resulte más difícil de alcanzar, en la medida en que el incremento previsto de los presupuestos militares hará crecer considerablemente las emisiones de GEI de origen militar y desviará fondos de la acción climática», lamenta.

Los autores del informe señalan que «la guerra es un acto de negacionismo político», y consideran «insultante» que «el ejército, que es uno de los sectores más contaminantes, no esté obligado a informar de sus emisiones de efecto invernadero en los objetivos climáticos de cada país»

Entrando en materia, el TNI explica que entre 2021, cuando solo 6 de los 31 estados miembros dedicaron más del 2% del PIB a sus fuerzas armadas, y 2023, cuando lo hizo más de un tercio, el gasto militar de la OTAN pasó de 1,16 a 1,26 billones de dólares. Y añade que los 100.000 millones de dólares anuales que los países ricos se comprometieron –y no han cumplido– a aportar para la financiación climática representan menos del 8% de esa suma. Dicho de otro modo, el gasto militar de los países de la OTAN el pasado ejercicio podría cubrir 12 años de la financiación climática prometida.

Apunta, asimismo, que en ese escenario de gasto del 2%, los miembros de la Alianza dedicarían a sus ejércitos 11,8 billones hasta 2028, una cifra que cubriría el compromiso de financiación climática durante nada menos que ¡118 años!

Esa misma cantidad de dinero sufragaría durante 42 años los costes de los países africanos para la adaptación y mitigación del cambio climático, y 34 años de adaptación al clima para el conjunto de países de ingreso bajo o medio. Sin embargo, la previsión es que se destine a tanques, misiles y demás ingenios militares.

La huella de carbono militar

Pero el golpe al clima no es solo económico. El TNI calcula también el coste del gasto militar en emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). O más bien lo estima, ya que, lamenta, «no se proporciona información suficiente sobre las emisiones militares, y la disponible es de mala calidad». Aun así, y partiendo de modelos que explica en el informe, revela la huella de carbono militar de la Alianza Atlántica.

Expone en primer lugar la correspondiente al periodo 2021-2023, en el que las emisiones «han aumentado de forma considerable». En concreto, en 2021 la huella de carbono militar de la OTAN fue de 196 millones de toneladas equivalentes de CO2 (tCO2-eq), el 70% de las cuales las generó Estados Unidos, mientras que en 2023 fue de 226 millones. Es decir, en solo dos años 30 millones de toneladas de CO2 más, que equivale a poner más de ocho millones de coches adicionales en las carreteras.

Si consideramos una media de 205 millones de tCO2-eq para ese mismo periodo, las emisiones de gases de efecto invernadero de las fuerzas ar- madas de la OTAN superarían a las de la mayoría de los países del mundo –sería el número 40–, y equivaldrían al 80% de las del Estado francés o a la mitad de las del Reino Unido.

En este dibujo general destaca, ya se ha dicho, el peso de EEUU, cuya huella de carbono militar el año pasado superó los 150 millones de tC02-eq, que es el doble de las emisiones conjuntas de los otros treinta miembros de la OTAN.

Lógicamente, las perspectivas a futuro son más alarmantes en caso de que todos los países cumplan con el objetivo de destinar al menos el 2% de su PIB a gasto militar. En ese escenario y haciendo un cálculo para el periodo 2021-2028, tendrían una huella de carbono militar colectiva de 2.000 millones de tCO2-eq. Para hacernos una idea de lo que supone, esa cifra es superior a las emisiones anuales que genera Rusia –un gran productor de hidrocarburos–, o el total de emisiones de Japón y Alemania, dos potencias, juntas.

Cifras en kilotoneladas equivalentes de CO2

La consecución de los objetivos de gasto marcados por la OTAN causaría en ese periodo 467 millones de tCO2-eq más que en caso de que se mantuvieran las proporciones de 2021. Esa cuantía extra supera las emisiones anuales del Estado francés o del Reino Unido.

O cambiando el factor de conversión, las emisiones extraordinarias necesarias para alcanzar el objetivo del 2% de la OTAN son iguales a 474 millones de vuelos de ida y vuelta entre Londres y Nueva York en ocho años. Una media de 59 millones de vuelos al año, cuando en 2019, antes de la pandemia, hubo 38,9 millones de vuelos en todo el mundo.

En cifras desagregadas por año, respecto a 2021 las emisiones serían en 2028 de 296 millones de tCO2-eq. Eso supondría un aumento del 50% en el conjunto de la OTAN, aunque algunos países multiplicarían por tres, cuatro y hasta por cinco sus emisiones.

El TNI, por otra parte, no deja sin citar el efecto que sobre otros estados puede tener el incremento presupuestario de la Alianza Atlántica. Según indica, fijar ese 2% del PIB «como índice de referencia para el gasto militar causaría un desvío significante de recursos y un aumento de las emisiones de carácter militar», advierte.

A su juicio, para afrontar la crisis climática hará falta, entre otras cosas, «reducir el gasto militar global, dar marcha atrás en la escalada de tensiones, y fomentar la diplomacia, la paz y la colaboración internacional». Y concluye: «Nuestro planeta no sobrevivirá a una carrera de armamentos».

Pero la carrera ya ha empezado y no parece que, de momento, nadie la vaya a frenar.

La industria armamentística, la gran beneficiada

El amplio informe del Transnational Institute explica que, como no podía ser de otra forma, la gran beneficiaria de los objetivos de gasto militar marcados por la OTAN es la industria armamentística, que ha visto cómo se multiplican sus ingresos, beneficios y cotizaciones bursátiles. «Esta industria presiona para que estos flujos de beneficios sean permanentes, exigiendo compromisos estructurales a largo plazo en cuanto a la producción de armas y restringiendo los compromisos ambientales», expone el TNI, y detalla que esas presiones «han dado fruto, como demuestra el Reglamento de Apoyo a la Producción de Municiones (ASAP) de la UE de 2023, el Plan de Acción de Producción de Defensa (2023) de la OTAN y el apoyo de la administración Biden a la fabricación de armamentos».

Los autores del documento indican, asimismo, que los miembros la OTAN también impulsarán las exportaciones de armas a países de fuera de la propia Alianza, «puesto que la economía de guerra busca nuevas vías de salida para cuando termine la guerra en Ucrania». Afirman, a este respecto, que «si se analizan las exportaciones de armas de los miembros de la OTAN, se evidencia que se envían a 39 de los 40 países más vulnerables al cambio climático». Y concreta que entre esos países, «17 ya están en situación de conflicto armado, 22 tienen un régimen autoritario, 26 tienen una puntuación baja en los indicadores de desarrollo humano, y nueve están sometidos a embargos de armas por parte de la ONU o la UE».

«Estas exportaciones alimentan el conflicto y la represión en un peligroso momento de colapso ambiental», alertan desde el TNI.