Recesión y bolsas: de la diarrea al estreñimiento
Una semana y los datos de empleo en EEUU ha sido suficiente para que las expectativas de una posible recesión se desinflen entre los especuladores. Sin embargo, los signos de que la economía no va bien aumentan. Proyectos energéticos fallidos y sanciones condicionan cada vez más la coyuntura.

El jueves Reuters informaba de que los datos de empleo de la semana había rebajado las expectativas de recesión en EEUU que se dispararon después de la debacle de las bolsas el lunes a causa de la subida de los tipos de interés en Japón. Un cambio en la política monetaria del Banco de Japón (BoJ) que puso de relieve que muchas empresas estadounidenses se estaban financiando con yenes. De este modo habían esquivado la restrictiva política de la Reserva Federal de EEUU (Fed) de tipos altos. Había un resquicio que conducía a Tokio y lo estaban aprovechando. Y esta financiación alternativa dificultaba a la Fed rebajar los tipos, porque cualquier estrechamiento de los márgenes cerraría a las empresas los préstamos baratos en yenes.
Resulta sorprendente, asimismo, que a pesar de la debacle del lunes, la Fed no rebajara los tipos de interés o tomara medidas adicionales, como sí ha hecho en mitad de otras crisis financieras. Sus ejecutivos debieron considerar que no existía suficientes razones para preocuparse, aunque todos los especuladores estuvieran hechos un manojo de nervios. Parece que los datos de empleo de esta semana le han dado la razón. De momento.
Las tecnológicas flojean
Lo cierto es que hay datos que indican que las cosas no van precisamente viento en popa. En primer lugar, están los resultados de algunas tecnológicas. Aunque Apple, Microsoft y Amazon han presentado unas cuentas del semestre con ganancias, superiores a las del año pasado, se mantienen las dudas sobre el futuro. Apple, por ejemplo, ha pasado de liderar las ventas de teléfonos en China a bajar a la quinta posición. Un dato que posiblemente haya hecho que Berkshire Hathaway, la sociedad de Barren Buffett, haya reducido a la mitad su inversión en acciones de Apple. El gigante sigue ganando mucho, pero pierde posiciones.
Por otro lado, el fondo de cobertura Elliott Management, uno de los mayores del mundo, considera que las acciones de Nvidia, líder en computación y chips para inteligencia artificial, son una «burbuja». En su análisis, afirma que la tecnología de inteligencia artificial está «sobrevalorada» porque muchos de los supuestos usos de la inteligencia artificial «nunca serán rentables, nunca funcionarán correctamente, consumirán demasiada energía o resultarán poco fiables». Una conclusión bastante categórica que indica que algunas de las apuestas más celebradas están fallando.
El que no ha presentado beneficios ha sido el fabricante de chips Intel que ha tenido más de 2.000 millones de dólares de pérdidas en el primer semestre y planea recortar hasta el 15% de su plantilla, alrededor de 18.750 trabajadores. Sobre las causas no han ofrecido grandes explicaciones, pero la Fed de Nueva York acaba de publicar un artículo sobre el impacto de las medidas de desacoplamiento de China y la conclusión es clara: las empresas norteamericanas han perdido clientes que no han sido capaces de compensar en otros países, lo que según sus estimaciones supondrá una rentabilidad negativa del 2,5% y pérdidas en ingresos. Para concluir, además, indicando que «hay evidencias» de que «China ha impulsado la innovación y la autosuficiencia interna» y ha aumentado las compras a empresas no estadounidenses. Otra pérdida de posición.
El impacto de las sanciones
Unas conclusiones que podrían ser perfectamente aplicables a Europa con sus sanciones a Rusia, que han logrado encarecer tanto la energía que muchas industrias están cerrando o trasladando sus plantas fuera de Europa. La producción industrial de la locomotora alemana ha caído un 15% desde 2017, según los cálculos de Oxford Economics, y es la principal causa de que la economía alemana continúe fluctuando alrededor del cero. Las medidas para frenar las importaciones chinas –aranceles a los automóviles eléctricos– tampoco ayudan a alcanzar los objetivos de transición energética. El escaso tirón de los coches eléctricos, por ejemplo, ha llevado a Basf a paralizar un proyecto en el Estado para el reciclado de baterías.
A la vista de la debilidad europea, y tras haber sido puenteada en Bruselas, la jefa del Gobierno italiano, Giorgia Meloni, ha estado en China donde ha recuperado su interés por el proyecto de la Franja y la Ruta chino. Ha firmado un acuerdo de colaboración de tres años por el que busca que las empresas automovilísticas chinas construyan plantas en Italia. Un movimiento que da la medida de lo engrasadas que están las estrategias comunes en la UE.
Las guerras comerciales y la política de sanciones son autopistas que funcionan en los dos sentidos: no solo resultan perjudicados aquellos a los que se quiere atacar, sino que los propios atacantes también sufren las consecuencias que, a veces, pueden ser incluso peores.
La transición económica
En cuanto a lo que se ha dado en llamar bidenomics, la intervención activa del Estado mediante subsidios para transformar el tejido económico tampoco termina de despegar. SunPower que no hace mucho era la empresa de referencia en energía solar en EEUU y que llegó a valer 9.000 millones de dólares, acaba de declararse en quiebra en julio.
En Europa también se han lanzado multitud de proyectos de transición energética. Con respecto al hidrógeno, hasta el Tribunal de Cuentas Europeo ha informado de que los objetivos son demasiado ambiciosos. Y es que las cuentas no salen: el hidrógeno cuesta 6 dólares por kilogramo, el gas cuesta 8 céntimos; pero es que además el 70% de la energía se pierde durante la producción y el transporte. Según la Agencia Internacional de la Energía, «solo el 1% de unos 1.600 proyectos de hidrógeno verde... han avanzado mucho más allá de la etapa exploratoria».
Fracasos similares se observan en la energía eólica con Gamesa que acumula más de 1.000 millones en pérdidas o Shell retirándose de los parques eólicos flotantes en el mar del Norte. La transición energética diseñada para beneficio de las grandes corporaciones hace aguas por todas partes, y tarde o temprano habrá que hacerse cargo de los proyectos fallidos.
No parece que en esta caótica coyuntura se estén poniendo las bases para una transición ordenada y coherente hacia ninguna parte. Es posible, además, que con esta alocada carrera marcada por los intereses de las grandes multinacionales y las urgencias geopolíticos se estén debilitando las actuales bases de la economía. Pero el tono lo marcan los especuladores en la bolsa con sus nervios.

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