Mariona Borrull
Periodista, especialista en crítica de cine / Kazetaria, zinema kritikan berezitua

‘Bitelchús Bitelchús’ invoca los mejores espíritus de Tim Burton en la apertura de Venecia

La secuela del clásico de los ochenta es imperfectísima, pero disfrutona hasta las últimas consecuencias. Hoy Jenna Ortega, Michael Keaton y Winona Ryder la han presentado en el Lido, en la ceremonia de apertura del 81 Festival de Cine de Venecia.

Tim Burton, a la llegada al photocall.
Tim Burton, a la llegada al photocall. (Cinzia Camela/LPS via ZUMA Press Wire/dpa | EUROPA PRESS)

Después del año de la huelga, conocemos la fragilidad de la carcasa de purpurina de la Biennale, que la edición pasada trató sin mucho éxito de disimular las grandes ausencias en su parrilla (empezando por la que debía ser su inauguración, la ‘Rivales’ de Luca Guadagnino) y que ahora dice, en boca del director artístico Alberto Barbera, que «apenas se echó de menos».

Bravatas a parte, resulta difícil concebir que en una misma jornada, en un mismo certamen, se estrene la apabullante, enorme y libérrima ‘Bitelchús Bitelchús’ y se hable, aún, de la muerte del cine.

Lo que preocupa a Isabelle Huppert, presidenta del Jurado Oficial

«Me preocupan las cosas que preocupan a todo el mundo: que el cine siga vivo. Porque ahora se encuentra muy débil», decía la francesa Isabelle Huppert, presidenta del Jurado Oficial. «Yo solo soy actriz, pero sé que hacer una película conlleva coraje, resistencia, solitud y determinación. Una película es una palabra, unas palabras que se dirigen al mundo. Así que me preocupa que se sigan dirigiendo palabras al mundo, que podamos seguir conectando con la gente. Por eso el Festival de Venecia es necesario. Por eso me alegra tanto estar aquí».

A ella y a cualquiera debería preocuparle más una problemática con la que se está encontrando buena parte de la industria del cine, y que hoy ha sido directamente abordada en la rueda de prensa. Las agencias encargadas de la publicidad de las grandes películas no están dando prácticamente entrevistas, o muy pocas o ninguna, a pesar de la disponibilidad de sus equipos en el Lido. Al estar el mundo de la prensa formado por una mayoría de freelances, que proponen piezas individuales, ello implica una pérdida económica grave y absurda.

Alberto Barbera afirma no estar al corriente, aunque ha explicado: «No tenemos ninguna posibilidad de intervenir. Eso es cosa de los departamentos de marketing. Podemos tratar de presionar, pero no es cosa del festival limitar la libertad de las agencias de prensa. No gestionamos el talento, ni las entrevistas. Lo siento».

Tim Burton lo pasa en grande en ‘Bitelchús Bitelchús’

Que eso salve a su película de ser muy atropellada e irregular, eso ya es otra cosa. Sin embargo, resulta portentoso ver al cineasta tomar prestado al reparto, localizaciones y monstruos originales mientras esquiva toda tentativa de homenaje o de celebración. Toca revivir a los muertos sin zombificarlos, como hacen la extensa guisa de cantos contemporáneos a la nostalgia.

Una única norma hacia lo retro: cada efecto especial ha de ser práctico, toda animación en stop-motion, y los monstruos, o disfraces o autómatas.

36 años después, acompañamos al linaje de mujeres de la familia Deetz de regreso a su casoplón: Lydia (Winona Ryder) hoy triunfa como espiritista mediática, y es Astrid (Jenna Ortega) la hija enfadada… Michael Keaton vuelve al rol de bio-exorcista asqueroso, aunque del todo blanco políticamente.

En cualquier caso, ‘Bitelchús Bitelchús’ resulta conservadora por su insistencia en ser ocurrente, como tratando de recuperar el espíritu de gabinete de curiosidades que convirtió a la original en tan macabra como ingenua, verdaderamente infantil. El guion de Alfred Gough y Miles Millar (‘Miércoles’) avanza como quien alarga un chiste…

Se nos cuenta que el abuelo Deetz falleció en un accidente de avión, aunque luego sobreviviera al caer al mar, donde no murió ahogado, sino comido por un tiburón. Naturalmente, Jeffrey Jones aparece, aunque solo de piernas para abajo.

En fin. Tim Burton ha abierto una caja de trucos que será un festín solo si la original se tiene vagamente presente (el propio cineasta afirma no haberla visto desde los ochenta), y que, eso sí, se esnifa pura como la marca que lo encumbró comercialmente. Como un fantasma, el hijo pródigo ha vuelto a la vida. Pero menuda vida.