Mariona Borrull
Periodista, especialista en crítica de cine / Kazetaria, zinema kritikan berezitua

Sigourney Weaver, Angelina Jolie y Úrsula Corberó reinan en el Festival de Venecia

Tres generaciones de actrices pasean este jueves por el Lido: Weaver recibió ayer el León de Oro a la Carrera, mientras que Jolie y Corberó compiten, respectivamente, con el ‘biopic’ de Maria Callas, dirigido por Pablo Larraín, y con ‘El Jockey’, de Luis Ortega.

Angelina Jolie posa antes del pase de prensa
Angelina Jolie posa antes del pase de prensa (Alberto Terenghi | DPA vía Europa Press)

Pocos nombres se imbrican tanto en las últimas décadas de la historia del cine. Entre la saga de ‘Alien’, ‘Los cazafantasmas’ y ‘Avatar’, Sigourney Weaver, ahora en sus 74 años, ha trabajado con cineastas de la talla de Ridley Scott, James Cameron, Paul Schrader (a quien entregó el León a la Carrera dos años atrás), Peter Weir (que lo recibe en unos días), Ivan Reitman, Ang Lee o Woody Allen, entre tantos otros.

También ha hecho teatro y televisión... Pero este premio a la carrera no resulta tan evidente. En los ochenta años de Mostra de Venecia, solo dos otras actrices estadounidenses han recibido la figurilla: Jane Fonda y Jamie Lee Curtis.

Anoche el premio la actriz se mostró entusiasmada ante el discurso de Camille Cottin, que la describió como «una mujer a la que le importa un pepino la mirada masculina», pero ya antes, durante la rueda de prensa de la mañana, se emocionó hasta la lágrima al ser alabada por la periodista María Guerra por su papel en la lucha feminista en Estados Unidos, relacionándola con la candidata Kamala Harris.

En respuesta, Weaver dijo que estaba «muy emocionada por Kamala. Pensar por un momento que mi trabajo tendría algo que ver con su ascenso me hace muy feliz, de verdad», dijo, asimismo reconociéndose: «Tengo tantas mujeres que vienen y me dan las gracias».

Angelina Jolie es una sufridísima Maria Callas

Con ‘Maria’, que compite por el León, Pablo Larraín pone cierre a su trilogía de las divas rotas, que reescribió los últimos días de Jackeline Kennedy en ‘Jackie’ y Diana Spencer en ‘Spencer’, ambas en Venecia y siempre flirteando con las posibilidades reparativas, que no explicativas, del biopic.

Hoy Larraín imagina una entrevista entre La Callas (una estatuaria Angelina Jolie) y una representación metafórica de las pastillas a las que era adicta (una especie de Muerte bergmaniana interpretada por Kodi Smit-McPhee), como forma de hilvanar los recuerdos que la diva invocó durante la semana anterior a su fallo cardíaco.

Como en las entregas anteriores, Larraín decapa la imagen torturada de la cantante, una Norma Desmond insolente, pero agrietada que se nutre de los aires venenosos de la mitomanía a su alrededor. El chileno deambulará por las calles acompañando a su particular Cléo e invocando, agolpados, por un lado, los grandes hitos de una estrella que no cabe en un solo formato de cine…

Por ello incorpora, a este larguísimo anuncio de perfume, fragmentos que recrean el material de archivo, la fotografía digital hiperdetallada y auténticos pedazos de la Rive Gauche (‘Maria’ se entretiene a ratos recreando las formas de la Nouvelle Vague).

Por otra parte, nunca olvida Larraín que ha venido a pedir clemencia, dejando a Jolie tan sola, esquelética y manoseada como una actriz marmórea sabe interpretarse. El resultado, en fin, despliega un mapa conocido con una infinidad de notas al pie.

‘El Jockey’ y la Argentina absurda de Corberó y Nahuel Pérez Biscayart

Luis Ortega brillaba en Un Certain Regard con ‘El ángel’, retrato de un efebo entre la mugre de un universo aristocrático y un género decadente. Como desafiando lo masivo de su propio éxito, ahora Ortega contará la historia de Remo Manfredini (Nahuel Pérez Biscayart), un jockey gañán y amante de la auténtica campeona (Úrsula Corberó), que vive degenerado por las absurdidades del mundo de las carreras de caballos y por su altísimo consumo de drogas.

Y que morirá para deambular, vaciado por los efectos de una contusión en la cabeza, por las calles de una Argentina igualmente condenada.

Remo, que del puro exceso pasa a convertirse en un anti-personaje (un Monsieur Hulot doblemente desamparado), se perderá recogiendo cucharas, cartas, pececillos, niños, contagiándonos del absurdo, en su sentido más risible pero también más trágico. Y atención al giro, quizás su camino sea, en realidad, una auténtica transición.