El valor de las relaciones está en los beneficios que dan a EEUU
Los decretos firmados por Donald Trump el primer día de su mandato dibujan cuál será su política económica internacional. Reflejan una visión estrictamente comercial de las relaciones con otros países y su estrategia pasa por tener las manos libres y poder renegociar los acuerdos comerciales

Desde el mismo momento de la toma de posesión, el nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, se dedicó febrilmente a firmar órdenes ejecutivas.
La primera orden está dedicada a la política exterior. Señala que defenderá a EEUU y los intereses de sus empresas y ciudadanos en primer lugar. En principio, nada que no hubiera dicho. La cuestión que deja en el aire es cómo piensa proceder para defender esos intereses. Del resto de órdenes ejecutivas se pueden deducir algunos aspectos de sus objetivos y estrategia económica.
Manos libres
Para empezar ordenó abandonar el Acuerdo Fiscal Global alcanzado en el seno de la OCDE. Con esta decisión muestra su intención de dejar cualquier acuerdo político que suponga compromisos concretos, como los relacionados con una fiscalidad más justa. Este acuerdo fue fruto de la decisión del G20 de impulsar una revisión del sistema fiscal internacional, que encargó a la OCDE. El trabajo empezó en 2013 y culminó en 2021 con la definición de dos pilares que imponían a las empresas multinacionales (EMN) una tasa impositiva mínima del 15%, y reasignaban la recaudación de las EMN más grandes y rentables a países de todo el mundo. El proyecto de la OCDE restringe un poco las opciones que tienen las grandes corporaciones para trasladar los beneficios de unas jurisdicciones a otras para evadir impuestos. Quizás su mayor valor es que crea un precedente importante, aunque limitado.
En la práctica, la retirada de este acuerdo significa que EEUU no aceptará ningún intento de establecer una imposición mínima a las grandes corporaciones estadounidenses. Pero si EEUU quiere tener las manos libres, también las tendrán el resto de países, lo que puede conllevar la reaparición de viejos impuestos, como la llamada tasa Google que establecieron algunos países europeos. En su momento fue retirada a cambio de que las multinacionales se sometieran al impuesto mínimo internacional. Ahora los gobiernos europeos tienen las manos libres para volver a aplicarla, o amenazar con imponerla, de cara a un más que probable regateo comercial que se abrirá con los aranceles y otras restricciones que pueda establecer la nueva administración estadounidense. Los grandes perdedores serán los países del Sur Global que con el impuesto global recibirían parte de la recaudación y que ahora seguramente perderán.
Inhibición ante los bienes comunes
También retiró a EEUU del Acuerdo de París sobre el cambio climático y la Organización Mundial de la Salud. En el caso de esta última, critica la incapacidad para demostrar independencia de «influencia política inapropiada», y señala que la aportación de China, con cuatro veces más habitantes, es solo el 10% de la de EEUU. Lo cierto es que Washington no ha estado pagando más por caridad, sino para hacer valer su poder. El Gobierno chino, por su parte, ya anunciado que mantiene sus compromisos.
La nueva administración se inhibirá de lo que podríamos considerar bienes comunes mundiales, como son la salud o el medio ambiente
La retirada de esas dos foros internacionales pone de manifiesto que la nueva administración se inhibirá de lo que podríamos considerar bienes comunes mundiales, como son la salud o el medio ambiente. Se desentenderá de los problemas globales y posiblemente únicamente se mueva por estrechos intereses mercantiles particulares. Ha pedido, por ejemplo, identificar los países con los que negociar acuerdos bilaterales o sectoriales de acceso a sus mercados sobre la base de «concesiones recíprocas».
Ganancias comerciales
De ahí la importancia que ha dado a la política comercial, que es lo que más debate y temor ha suscitado. La orden ejecutiva es la más extensa de todas, aunque no entra en detalles sobre los aranceles. Esta semana ha señalado que estaba considerando la posibilidad de introducir aranceles del 25% a Canadá y México y del 10% a China y a la UE a partir del 1 de febrero, en lo que parece una baza de presión de cara a futuras negociaciones.
La orden declara que busca reforzar la seguridad nacional que define como la reducción de la dependencia con respecto a terceros países. Parece claro que la intención es aumentar la autosuficiencia con el establecimiento de más industrias en EEUU. De hecho, en el Foro de Davos advirtió a Europa que, si sus empresas no fabrican en EEUU, tendrán que pagar aranceles.
Ordenó, asimismo, revisar todo, desde los aranceles pasando por las prácticas desleales y hasta las posibles manipulaciones de las divisas. A China le dedica un apartado específico con lo que subraya cuál es la principal preocupación de su administración. Todo puede servir como medida de presión en las negociaciones en ciernes. El decreto señala la fecha del 1 de abril para la puesta en marcha de las actuaciones pertinentes.
Por lo demás, no ordena abandonar la Organización Mundial del Comercio (OMC) que con tanto ahínco construyeron para poder liberalizar el comercio mundial. También es cierto que, en la práctica, la OMC está paralizada debido a que EEUU lleva tiempo sin nombrar a los jueces que le corresponden, con lo que imposibilita que puedan resolverse los litigios pendientes. Además, desde que la seguridad nacional se ha convertido en la excusa perfecta para imponer restricciones al comercio internacional, el marco que EEUU había impulsado para implantar el libre comercio queda prácticamente inoperativo. El cambio de actitud se debe a que el libre comercio –la ausencia de restricciones– siempre beneficia al más poderoso, y en la actualidad ese país ha pasado a ser China.

En cualquier caso, no tiene mucho sentido ese empeño en reducir el déficit comercial a toda costa y producir de todo en EEUU cuando tiene el dólar que todavía funciona como moneda de reserva y le permite comprar cualquier cosa a costo cero.
Las restricciones tienen un alcance limitado
Hace más de un año, el consejero de Seguridad, Jake Sullivan, habló de organizar un «pequeño jardín con vallas altas» para proteger los aspectos críticos de su ventaja competitiva. El resultado de ese enfoque ha sido la Norma Final Provisional sobre la Difusión de la Inteligencia Artificial aprobada la última semana del mandato de Biden que establece un sofisticado sistema para proteger no solo los chips, sino también los programas y los datos que utiliza la inteligencia artificial.
Mientras unos siguen pensando en construir muros, otros innovan, porque no se trata de fuerza bruta, sino de inventar
Pues bien, esta semana un grupo de programadores chinos ha presentado DeepSeek, un programa de inteligencia artificial de código abierto, y cuyo funcionamiento es comparable a los dispositivos de las principales empresas tecnológicas del mundo de código cerrado. El servicio cuesta entre 20 y 50 veces menos que los de la competencia y tiene una versión que se puede incluso descargar. Han gastado alrededor de 6 millones de dólares, nada comparado, por ejemplo, con los 38.000 millones de presupuesto que tiene Meta para IA. De un plumazo han conseguido dejar en evidencia las costosas inversiones estadounidenses y todo el sofisticado sistema de «vallas altas» construidas para proteger sus secretos. El enfoque de DeepSeek, sin duda, es más democrático y barato. Mientras unos siguen pensando en construir muros, otros innovan, porque no se trata de fuerza bruta, sino de inventar.
Los socios, los peor parados
La decisión de suspender toda la ayuda exterior de EEUU para evaluar su «eficacia programática y coherencia con la política exterior» refuerza esa sensación de que Trump reconstruirá las relaciones según el criterio del beneficio económico. Y esto afecta sobre todo a los aliados de EEUU, por la sencilla razón de que tiene una interrelación mayor y más estrecha con ellos.
De la misma forma, el debilitamiento de las estructuras mundiales moverá el centro de gravedad hacia las relaciones regionales. Trump ya ha ordenado, por ejemplo, renegociar el actual Tratado entre México, EEUU y Canadá. La nueva Administración se guiará por sus intereses comerciales, dejando de lado los aspectos políticos. Ha llegado la era de la multipolaridad.

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