Aritz Intxusta
Redactor de actualidad
Entrevista
Mari Mar Boíllos
Profesora de Didáctica de la Lengua y de la Literatura de la UPV/EHU

«Los bilingües se comportan de manera diferente dependiendo de qué lengua estén usando»

Filóloga Hispánica, Mari Mar Boíllos tiene un máster en Lingüística Aplicada y formación al Profesorado. Es doctora Internacional en Innovación educativa y aprendizaje a lo largo de la vida. Esta docente de la UPV/EHU participa de un equipo de investigación sobre emociones y plurilingüismo.

Mari Mar Boíllos, docente de la Facultad de Educación de la UPV/EHU en Bilbo.
Mari Mar Boíllos, docente de la Facultad de Educación de la UPV/EHU en Bilbo. (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

En el mundo, a día de hoy, seis de cada diez personas manejan más de una lengua. Un 43% son bilingües y otro 17% domina tres o más idiomas. En 2023, a impulso del Ministerio español de Ciencia e Innovación y dentro del Programa de Generación del Conocimiento, la Universidad de Alcalá puso en marcha un estudio sobre ‘Comprensión, expresión y evaluación de los significados emocionales en aprendices anglohablantes de español como segunda lengua’.

Mari Mar Boíllos, docente de la UPV/EHU, forma parte del equipo de ocho investigadores que lidera Ana Blanco. Estudian un fenómeno, cuanto menos, sorprendente: el hecho de que las personas se comporten de manera diferente según la lengua que empleen en ese momento.

¿Hasta qué punto un bilingüe cuando habla un idioma u otro cambia de personalidad? ¿A qué se debe?

Sabemos que según qué idioma usemos, cambiamos. Ese es el interrogante que nos embarcó en este proyecto. Hicimos una primera aproximación y ahora nos hemos centrado en cómo se produce la comprensión, la expresión y la evaluación de los significados emocionales. Tenemos que pensar que cada vez hay más personas bilingües, bien de nacimiento o bien porque han aprendido una lengua en la adultez o en el proceso educativo. Lo que se ha comprobado hasta ahora es que, según la lengua que utilicemos, nos comunicamos y entendemos el mundo de una manera diferente. El foco del estudio es averiguar en qué medida yo, por ejemplo, cuando hablo en euskara, soy una persona y, cuando hablo castellano o inglés, otra. 

Y una de las claves es la emocional, según le he leído. 

Debemos tener en cuenta que, depende en qué lengua hayamos vivido una experiencia, esa lengua tendrá más peso emocional sobre nosotros. Un bilingüe se comunica distinto en cada una de sus lenguas. Si en una lengua tenemos experiencias vitales alegres y positivas, es muy probable que cuando nos expresemos en esa lengua mantengamos una actitud más alegre, graciosa, afable. Y una consecuencia de que los individuos bilingües se comporten de manera diferente dependiendo de qué lengua usan, de esa diferencia a la hora de comunicar, de esa actitud distinta, es que nuestro entorno nos percibe de manera diferente e interactúa con nosotros de modo diferente. 

No me puedo resistir. ¿Hablando euskara somos más majos?

Puede ser. ¿Por qué no? Puede ser. Habría que estudiarlo en profundidad. Dependerá, como digo, de las experiencias que hayamos tenido. Esto nos lleva a que, cuando enseñamos una lengua, resulta clave establecer un marco de aprendizaje muy positivo. Según cómo sea la experiencia, moldearemos nuestra actitud no solo hacia la propia lengua, sino en cómo esa persona se va a comportar. No nos olvidemos de que continuamente decimos que el objetivo de aprender una lengua es desarrollar la competencia comunicativa. Y está muy bien desarrollar eso, claro que sí. Pero tener un buen manejo de la lengua también implica la gestión de las emociones en esa lengua y la capacidad para expresarlas. 

De lo que se desprende que, cuando se quiere transmitir una lengua a una hija o hijo, sea importante rodearla de experiencias positivas. 

Es imprescindible. El contexto emocional en el que se aprende una lengua va a determinar 100% la manera de expresar emociones en esa lengua. En mi caso, he estudiado inglés en un contexto muy formal, académico. Pues bien, por mucho que yo haya alcanzado una competencia elevada en inglés, llegado un momento, si yo tengo que expresar emociones de amor, ira o de duelo en la intimidad, como ese idioma no tiene para mí carga emocional, voy a tener dificultades para expresarme.

Citaba usted, en un artículo firmado junto a otras de sus compañeras en ‘The Conversation’, un estudio con migrantes rusos que me llamó la atención. El trabajo sugería que, al hablar inglés, eran más individualistas.

Tenemos que pensar que lengua y cultura forman una pareja indivisible. Cuando estamos en una cultura que da más valor al colectivo, la lengua se adaptará para dar más valor al colectivo. Igualmente, una lengua más tradicional, más cerrada a la hora de compartir sentimientos, nos va a dar menos recursos para expresarlos. Tomando como base esa premisa teórica, se comprobó en ese estudio que mencionas que unos migrantes bilingües inglés-ruso cuando contaban la misma experiencia en inglés lo hacían de forma más individualista que cuando lo expresaban en ruso. Esto parece tener que ver con que la cultura anglosajona es más individualista y la rusa, más colectivista. 

Siendo esto cierto, no podemos dejar de lado lo anterior. ¿En qué lengua se vivió el recuerdo? Si yo hablo de una experiencia que tuve en euskara en mi infancia, cuando hable de ella en mi adultez, lo narraré con una carga emocional mucho más intensa en euskara que si lo hago en castellano. Esto es así independientemente de mi competencia lingüística en un idioma u otro. 

¿Qué podemos hacer para aprovechar todo esto que me cuenta en nuestro beneficio para poder transmitir el euskara?

Yo partiría de la premisa de [Stephen] Krashen. Es un referente teórico desde hace muchos años. Él hablaba del concepto del filtro afectivo. Sostenía que si nosotras estamos receptivas hacia una lengua, nos vamos a implicar más en nuestro aprendizaje, va a ser mejor, más rápido y más eficiente. Si lo que queremos es preservar una lengua minorizada, como lo es el euskara, debemos procurar que las experiencias de aprendizaje sean lo más positivas posible. Así fortalecemos el vínculo con la lengua y vamos a forjar los hablantes una identidad mucho más sólida. Y además, el aprendizaje resultará mucho más profundo.

En breve, vamos a realizar una publicación sobre diferentes didácticas que se han llevado a cabo en distintas universidades del mundo en la que nuestras compañeras han introducido esta variable afectiva en el aula. Ahí han observado el impacto que ha tenido tanto en la construcción de la identidad en la lengua que se está premiando como la facilidad para interiorizar el léxico, la gramática, las cuestiones que son complejas. 

Boíllos atiende a NAIZ en los alrededores de la Facultad. (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

Nos avisará cuando lo tengan listo, ¿verdad?

Claro. Tenemos pensado sacarlo en abierto para abril. 

Ya que una lengua marca tanto, ¿de qué modo lo ha hecho el euskara en Euskal Herria? ¿Cómo la ha moldeado ese bilingüismo o trilingüismo?

Todas las lenguas determinan y configuran los rasgos socioetnográficos de una comunidad. Lo hemos dicho antes: lengua y cultura son un binomio indivisible. Los hablantes de euskara comparten una manera de entender la realidad, una manera en la que percibimos nuestro contexto, una identidad colectiva. Pero aquí hay que añadir algo. Una segunda lengua, muchas veces, se percibe como algo secundario, que no aporta tanto. Es un error. La L2, la segunda lengua, es una ventaja. Hay un ejemplo claro, que se comprobó con estudiantes chinos. 

Continúe.  

Los estudiantes chinos, cuando aprenden inglés y tienen que expresar algo emocional importante, lo hacen en inglés, no lo hacen en chino. Sucede así porque el inglés tiene menos restricciones culturales de las que posee el idioma chino. De ahí que se sientan más cómodos usando el inglés. Junto con ello, no usar la lengua no materna al narrar sus sentimientos les permite cierto distanciamiento del hecho que están contando. Esto demuestra que esa L2 es siempre enriquecedora. Aprender cualquier idioma nos va a nutrir, nos va a aportar un espectro de nociones emocionales. Nuestra competencia emocional va a ser más compleja. 

¿La gente que sabe más de un idioma, por tanto, entiende mejor sus propias emociones?

Exacto, porque percibe las emociones y vivencias con el prisma del euskara y del castellano, por ejemplo. Dispone de la manera de sentir de uno y otro idioma.