50 años de ‘Vigilar y castigar’ de Foucault, el libro más duro sobre la cárcel
Hace medio siglo se publicó esta obra fundamental del filósofo francés, donde se analiza el significado profundo del concepto de prisión en la era moderna.

En cuanto a imagen, uno de los escritores más icónicos del siglo XX fue sin duda Michel Foucault: su cráneo calvo, las gafas severas, la mirada firme, y unos libros duros pero muy importantes al mismo tiempo.
Importantes e impactantes, como ‘Surveiller et punir’, traducido en el Estado español como ‘Vigilar y castigar’ y aparecido el 20 de febrero de 1975, es decir hace exactamente medio siglo.
El subtítulo también hay que subrayarlo, porque resulta casi más importante que el título en sí: ‘Nacimiento de la prisión’.
Foucault y el «estructuralismo»
La lectura de ‘Vigilar y castigar’ no es «una cena de gala», por utilizar una metafora de Mao Zedong. No es fácil de leer, además de la propia dureza del tema.
Impresiona en este sentido el inicio del ensayo, un primer capítulo dedicado casi totalmente a la descripción minuciosa de una sentencia de muerte por descuartizamiento. Parece estar allí al lado de los caballos que están empujando, uno por cada lado, intentando desmembrar a Robert-François Damiens, ejecutado y luego quemado por haber intentado matar a Luis XV, rey de Francia, en 1757.
Lo que importa a Foucault en todo el libro, y más precisamente en este arranque, es hacernos empatizar no solamente con el cuerpo del condenado sino con su entorno, físico y sobre todo moral.
Por esta razón la filosofía del escritor francés y de otros de su generación es conocida como «estructuralismo». Ello nos quiere recordar que, por resumirlo brevemente, cualquier ser humano no puede prescindir de la estructura donde vive y que lo domina de arriba a abajo.
Esas estructuras establecen lo que es justo y lo que es equivocado, el Bien y el Mal. Y sobre todo en la modernidad esta característica se ha agudizado aún más con la creación de las cárceles. Una estructura que anteriormente no existía, cuando el objetivo primario, como en el caso de Damiens, era dar espectacularidad al castigo, a modo de pedagogía pública para que el crimen no se pudiese repetir.
Las prisiones son un paso adelante, según el filósofo francés. Porque su función no es la de corregir, sino marcar casi una distancia, trazar una raya, entre lo que se entiende como normalidad y lo que no es normal.
Panopticon
Entre las indigestas páginas de ‘Vigilar y castigar’ se nota la voluntad por parte de Foucault de representar a cárcel como uno de los máximos símbolos de la era moderna. Casi una anticipación de los sistemas políticos totalitarios del siglo XX. Una era donde lo que es «distinto» tiene que ser reprimido o de alguna manera modelado. Y por supuesto, vigilado.
La cárcel se analiza así como la locura o el sexo, otros temas que el filósofo francés tocará en otros libros, quizás menos iconicos que ‘Surveiller et punir’.
La prisión es también, o sobre todo, un espectáculo. Reformado con el paso de los tiempos, sin llegar ya a aquellos descuartizamientos, pero teniendo todavía como base la disciplina, una palabra «mágica» que para Foucault resulta fundamental: es la manera con la cual el Poder consigue atraer a la colectividad.
Algo típico de la cultura capitalista, en el fondo: «El castigo es una técnica de coerción de los individuos; implementa procesos de entrenamiento del cuerpo con las huellas que esto deja, en forma de hábitos, en el comportamiento», escribe el filosofo francés.
Utiliza como ejemplo el concepto del Panopticon. Se trata de una estructura virtual teorizada por otro filosofo, el inglés Jeremy Bentham, entre el siglo XVIII y XIX: Panopticon es algo que lo ve todo, literalmente. A modo de guardián que, situado en el centro, puede controlar a todos sin ser visto. La idea es que los presos saben si están siendo observados o no. Y aterrorizados por la opción de cometer algún error, seguramente se mantendrán firmes.

Así se respeta la disciplina, expone, no solo en la prisión sino en general. Porque ‘Vigilar y castigar’ es un libro sobre la cárcel, lo explica también el subtítulo, pero sobre todo habla del Poder que controla a las personas hasta aniquilar en algunos casos.
En pocas palabras, el castigo de la cárcel no tiene que ver en el fondo con la ley o el Derecho, sino con el mantenimiento del orden. Y lo hace con formas más discretas que en el pasado, más «filosóficas».
Puede ser que estos conceptos encajen de alguna manera con ideas en boga hoy día. Sin embargo alguien lo tenía que escribir, y eso fue lo que hizo Michel Foucault en 1975 (curiosamente en Francia por aquel entonces existía todavía la pena de muerte, la guillotina) con esta obra maestra, ‘Surveiller et punir’.

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