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Entrevista
Walter Salles
Cineasta

«El cine es una herramienta muy poderosa contra el olvido»

Autor de películas como ’Estación central de Brasil’ o ‘Diarios de motocicleta’, el cineasta brasileño Walter Salles estrena ahora ‘Aún estoy aquí’, un ejercicio de memoria colectiva sobre los años de la dictadura militar con el que ha logrado tres nominaciones el Oscar.

El cineasta brasileño Walter Salles.
El cineasta brasileño Walter Salles. (Pablo GÓMEZ | ZINEMALDIA)

Ganadora del premio al mejor guion en el Festival de Venecia y del Globo de Oro a la mejor actriz para Fernanda Torres, ‘Aún estoy aquí’ cuenta la historia de la familia del político izquierdista Rubens Paiva tras el secuestro y asesinato de éste, en 1971, por parte de los militares que, en aquellos años, gobernaban Brasil.

Walter Salles reconoce que detrás de este drama familiar hay mucho de sí mismo, puesto que la película le ha hecho confrontarse con el adolescente que fue en unos años especialmente convulsos.

Según tengo entendido, ‘Aún estoy aquí’ es una película que nace de sus propios recuerdos de juventud. ¿Cómo fue desarrollando el proyecto?

De hecho, es la primera vez que, como cineasta, desarrollo una historia a partir de unos hechos reales de los que fui testigo directo; unos hechos que me permiten confrontarme con mi propia memoria, con esa sensación de íntima incomodidad que me acompañó en la adolescencia, durante los años más duros de la dictadura militar en Brasil.

Pero, más allá de esas sensaciones, usted tuvo un trato directo con la familia del diputado Paiva, ¿no?

Sí, yo era muy amigo de sus hijos. Esa amistad me abrió las puertas de su casa, una casa que era un oasis de libertad en medio de aquella atmósfera opresiva que se respiraba en el Río de Janeiro de principio de los 70. De hecho, si evoco aquella casa lo primero que se me viene a la cabeza es que siempre tenían todas las puertas y las ventanas abiertas… Era como un lugar de acogida donde podías escuchar acaloradas conversaciones sobre política u oír los últimos discos de gente como Caetano Veloso, Gilberto Gil u otros músicos de lo que se dio en llamar ‘el Tropicalismo’, cuyas canciones estaban prohibidas en aquel Brasil. Además, recuerdo que en aquella casa parecía no haber jerarquías, todos ocupaban los mismos espacios: los adultos, los adolescentes y los niños. Pero echando la vista atrás, creo que lo que más me impactó de mi contacto con aquella familia fue el hecho de ser consciente de que otro Brasil era posible. Un Brasil emancipado, con una identidad nacional renovada y alejada ya definitivamente de nuestro pasado colonial.

«Es la primera vez que  desarrollo una historia a partir de unos hechos reales de los que fui testigo; unos hechos que me permiten confrontarme con mi propia memoria»

Todo eso se frustró con el secuestro y asesinato de Rubens Paiva por parte de los militares.

Exacto, aquel episodio desgarró a aquella familia y ese desgarro, a su vez, rompió con cualquier ilusión de cambio en un adolescente como yo. Aquel episodio para mí supuso algo parecido a la pérdida de la inocencia.

De todos modos, resulta interesante el hecho de que aquel episodio le sirva para armar un largometraje que no es tanto un film de denuncia cuanto una historia de resistencia y de rebeldía. Un historia protagonizada, además, por una mujer.

Sí, pero creo que eso no es mérito mío sino que dicho enfoque estaba ya en el libro en el que está inspirada la película. Dicho libro fue escrito por Marcelo Rubens Paiva, un dramaturgo muy talentoso que, además, es el hijo mayor del diputado Paiva.

Marcelo cuenta la historia del secuestro y asesinato de su padre poniendo el foco sobre Eunice, su madre, que para él fue la verdadera heroína de todo aquello. No solo por su empeño en arrojar luz y conocer la verdad sobre la desaparición de su marido, sino por su capacidad para sacar a su familia adelante en un contexto muy difícil.

Además, Eunice fue capaz de retomar sus estudios de derecho y, con el paso de los años, se convirtió en una importante activista por los derechos humanos.

Entonces, ¿diría que la historia de Eunice puede ser asumida como metáfora sobre la evolución de un país?

Sí. De hecho, esa era la idea: servirnos de la historia de esta familia para contar la historia de un país que busca escapar de su destino. Pero en el guion de la película también están presentes mis propios recuerdos porque me parecía interesante tomar como punto de partida los recuerdos de estos personajes para avanzar hacia un ejercicio de memoria compartida.

Resulta paradójico que alguien como Eunice, tan implicada en la necesidad de mantener viva la memoria de todo un país, terminase sus días afectada de alzhéimer. ¿Hasta qué punto fue el deseo de tomarle el testigo en dicha labor lo que le llevó a realizar esta película?

Esa fue una de las razones, claro. Todo el activismo posterior de Eunice estuvo inspirado, inicialmente, por el deseo de mantener viva la memoria de su familia. Particularmente, creo que el cine es una herramienta muy poderosa contra el olvido. Esa creencia hizo que, como cineasta que soy, me sintiera impelido a contar esta historia, a continuar con la labor de Eunice porque es necesario confrontarnos con nuestra Historia para poder elegir qué tipo de futuro queremos para nuestro país.

«Basta echarle un ojo a las redes sociales para darse cuenta de que, para muchos, los años de la dictadura fueron algo parecido a un período de paz. Por eso es tan importante activar la memoria»

Supongo que, en este sentido, también pesó mucho el auge de la extrema derecha a la hora de rodar una película como ‘Aún estoy aquí’, sobre todo atendiendo a ese negacionismo desde el que los partidarios de Bolsonaro tienden a confrontarse con los años de la dictadura.

Totalmente. De hecho, estamos hablando de un pasado que apenas se ha contado en la cinematografía brasileña. Puede que ese silencio haya beneficiado la aparición de ese revisionismo histórico que ahora parece estar tan en auge. Sea como fuere, de lo que no cabe duda es de que los ecos de aquel pasado resuenan en nuestro presente y resuenan de un modo altamente distorsionado. Basta echarle un ojo a las redes sociales para darse cuenta de que, para muchos, los años de la dictadura fueron algo parecido a un período de paz. Por eso es tan importante activar la memoria, pero lo interesante es hacerlo de manera individual y después compartirlo. De lo contrario, es fácil despertar suspicacias. Todos tendemos a desconfiar de aquellos que se arrogan la representación de una experiencia colectiva. Por eso me resisto a que ‘Aún estoy aquí’ se perciba como un film político o testimonial. Por encima de otras consideraciones es la historia del drama humano que acontece en el seno de una familia.

Dicho esto, ¿qué es un país sin memoria?

Un país sin memoria está abocado a repetir, una y otra vez, los errores del pasado prescindiendo, sin embargo, de aquellas buenas ideas que, por unas u otras razones, quedaron sepultadas bajo el peso del relato oficial.

Cuando nos aferramos al olvido para seguir avanzando como sociedad lo que hacemos es renunciar a esas ideas. Eso, a la larga, nos lleva a carecer de referentes a la hora de enfrentarnos a escenarios imprevistos, ante lo cual terminamos por incurrir en el mismo error en el que incurrieron los que nos precedieron.