Punto de Vista da inicio este lunes a su decimonovena edición y la última de Manuel Asín en la dirección artística. El Festival Internacional de Cine Documental de Nafarroa se abrirá esta noche proyectando ‘Tent City’ (1980), uno de los menos conocidos, menos divulgados y mejores documentales del cine cubano en los últimos cincuenta años. Se trata también del único documental de la pionera cineasta cubana Miñuca Villaverde, cuyo colaborador y marido Fernando Villaverde será el encargado de contextualizar en el encuentro posterior con el público.

La clausura corre a cargo del realizador neerlandés Frans van de Staak, foco de esta edición: el mediometraje ‘Sepio’ (1996) sigue los pasos de una mujer que se mueve por un paisaje de verano y sufre su amor en todo lo que la rodea. Durante los próximos diez días desde NAIZ cubriremos las diecisiete películas incluidas en la Sección Oficial, de trece países diferentes.

El Programa 1, comprometido y humilde

En ‘Bamssi’ el joven cineasta de Túnez Mourad Ben Amor regresa a un hogar donde es recibido con el entusiasmo torpedeado de su perro blanco, de una intensidad amorosa tal que incluso la camarita con la que graba es relamida a gusto. Como determinado a revalorizar su entorno a través del objetivo, Ben Amor graba todo lo afable, todo lo amable: los juegos entre animales de la granja, el parto de su gata y, claro, al perruno Bamssi. El innegable carácter de locus amoenus salva en principio al metraje de un mundo exterior que sabemos que está ahí, en un fuera de campo que se desvelará paulatinamente y hasta contaminar la propia mirada a lo bello.

En ‘Materialsammlung’, el colombiano David Gómez también incrusta la crítica en el centro de su ensayo sobre el expolio del etnólogo alemán Theodor Preuss, saqueador de indígenas avalado por los museos. Porque, si bien arranca reconociéndose ajeno al imaginario del pueblo al que retrata (trucando las imágenes con zooms y performando sobre ellas), pronto descubrirá que la propia intervención –es más, la propia réplica en imágenes– es ahijada del apropiacionismo del que Preuss hizo gala. Y por ello cambia la actitud cool de la crítica al museo por la contemplación silenciosa de los gestos de la tribu a la que retrata. La performance, sólo para cuando podamos permitirnos el lujo de no escuchar.

El Programa 2, empobrecido y sabio

Las anárquicas pulsaciones que abren ‘Writing Poems At The End Of The World’, de Kim Wonwoo, podrían emparentarse con el spoken word, pero aquí las imágenes a duras penas se mantienen pegadas entre sí: girasoles, tornados, rituales entre el entierro y la butifarrada. Tratar de enlazarlos supone un acto capital de violencia ante un material despojado de casi todo y reincorporado desde un valor-otro. Hay que dejar morir la razón significante para encontrar el equinoccio entre la indiferencia y la mirada fija que promete este réquiem en tiempos de saturación visual. Uno que abraza la sin-razón del ASMR y los tiempos, si acaso, de una pantalla apagándose por desuso.

‘La prunelle rouge’ de Pierre Louapre (antes en FIDMarseille) también deja morir el cine como dispositivo impermeable. No hay dentro-fuera en esta pieza de arqueología de descampado, donde el archivo sobre su vida como sintecho es legible sólo si el viento no impide que veamos los cartones por cartelas.

Cercana a una autopsia en la que la historia se esconde debajo del caos de las cosas, esta panorámica se ampara en un dispositivo tan falto de ínfulas (las fotos que nos muestra se hicieron para evitar un desalojo) como oblicuo; porque este film vive en sus ángulos muertos, en los ‘muertos’ que habitan un lapsus de su narrador. Resulta violento cuando finalmente su protagonista se expone dentro de plano, o cuando la camarita le estorba al comer unas ciruelas, y le oímos relamerse entero. La pregunta es ahora, ¿violento para quién?