«Para los kurdos, esto no es el final de nada. No es una derrota, es un avance histórico»
Siguiendo las directrices de Abdullah Öcalan, el XII Congreso del PKK, celebrado entre el 5 y el 7 de mayo, ratificó la disolución de la organización. Para Berivan Firat, imprescindible militante de la causa kurda en Europa, este importante paso marca el comienzo de una nueva era.

Berivan Firat lleva marcadas a fuego las cicatrices de la cuestión kurda: el exilio, los silencios de la historia y la trágica pérdida de su hijo, que murió poco después de alcanzar la mayoría de edad luchando contra el Estado Islámico (ISIS) en Irak. Militante incansable y figura imprescindible de la comunidad en Europa, es hoy una de las voces más comprometidas de la diáspora kurda en el Estado francés. Tras el reciente anuncio de disolución del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) está convencida de que era necesario deponer las armas y de que ahora se abre una nueva página llena de esperanza.
Presidenta del Consejo Democrático Kurdo en el Estado francés (CDKF), Firat desempeña un papel fundamental en la movilización por los derechos de su pueblo, tanto ante las instituciones como en las manifestaciones. En cada reunión en la que participa, en cada intervención, encarna esa determinación inquebrantable de dar voz a una causa que es ignorada con demasiada frecuencia. Por eso, e inevitablemente, y al igual que muchos de sus compañeros, se vio muy afectada cuando se hizo pública, el pasado 27 de febrero, la declaración del líder del PKK, Abdullah Öcalan.
«Nos habíamos reunido en nuestra sede de París para seguir juntos el momento. Me di cuenta de que estaba llorando cuando alguien me ofreció un pañuelo. Las lágrimas surgían de mi pecho», recuerda.
Una conmoción que no impidió a la militante comprender el carácter inevitable de esta decisión, madurada por el alto mando del PKK desde hace ya varias décadas: «A pesar del dolor, a pesar de todo lo que hemos vivido, a pesar del sufrimiento que nos han infligido, me educaron para creer que algún día habría que sentarse a la mesa de negociaciones y hacer las paces con nuestros enemigos. Sí, con nuestros enemigos. Nos hemos construido con la idea de que ese día llegaría».
Y continúa: «Como madre de un mártir, lo que me diferencia de la madre de un soldado turco matado es esa educación. Me dijeron: ‘Aunque sufras, debes creer que todo se resolverá en una mesa. Ninguna guerra se ha ganado solo con las armas’».
«La lucha armada no es un fin en sí mismo» Nacida en el Kurdistán bajo administración turca, hija de un campesino que sobrevivió a la masacre de Dersim en 1938, Berivan Firat pasó la mayor parte de su infancia en el Estado francés, regresando ocasionalmente a Turquía hasta que su hijo, en 2015, se unió a las filas del PKK, lo que le cerró las puertas del país.
«La lucha armada no es un fin en sí mismo, es un medio para hacer avanzar nuestra causa», afirma con rotundidad. «Era una obligación cuando se creó el PKK, porque se negaba nuestra identidad, había una represión feroz y se prohibía nuestra lengua. Gracias a estas décadas de lucha se ha frenado la aniquilación de la cultura kurda. El PKK ha insuflado una nueva inspiración: no con un nacionalismo primario, sino con una reapropiación de nuestra identidad. Esto ha permitido que la cuestión kurda esté presente en la escena internacional».
Para la activista, es una certeza: el papel directo del PKK y de las organizaciones afiliadas en los últimos años –las YBS yazidíes en Irak o las YPG e YPJ en Siria– ha supuesto un punto de inflexión para el reconocimiento de los kurdos. Una realidad que ha contrariado enormemente al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y que, además, lo coloca en una situación insostenible: se le ha vuelto difícil justificar una guerra total contra enemigos que ahora son aliados de las fuerzas occidentales.
«Desde siempre, Turquía ha instrumentalizado la lucha antiterrorista para atacar al movimiento kurdo, incluso al democrático. Ahora que la organización armada, como tal, se ha disuelto, Turquía ya no tiene ningún pretexto válido para atacar el norte de Siria o Irak, ni para criminalizar a los militantes democráticos. Hemos puesto a Turquía entre la espada y la pared».
«El Estado busca sacar provecho de la guerra, mantenerla y alcanzar sus objetivos gracias a ella. No lo conseguirá»
Mientras muchos kurdos, tanto en Turquía como en la diáspora, se preguntan por el carácter unilateral de este desarme, Berivan Firat dice entender las dudas de los suyos: «Sí, esta decisión es unilateral. Nadie nos ha obligado a deponer las armas. Lo hemos hecho porque la misión militar ha concluido. Pero eso no significa que los kurdos se vayan a quedar de brazos cruzados si nos atacan, hay otras formas de defenderse. Y así seguirá la lucha».
«Mi hijo no murió en vano»
Y añade Firat: «Por supuesto, muchos de nuestros amigos están preocupados. Incluso recibí un mensaje, probablemente inocente, pero que me hirió profundamente: ‘Espero que tu hijo no haya muerto en vano’. Es muy duro oír algo así en un momento como este. No, mi hijo no ha muerto en vano, como tampoco los demás. Quienes nos critican hoy a menudo son quienes nunca han hecho nada, quienes no han sacrificado nada».
Estas palabras se hacen eco de las de Murat Karayilan, miembro del Comité Ejecutivo del PKK, pronunciadas durante el discurso de apertura del congreso y que se han filtrado. Si bien esta voz de la organización reconoció que «el enfoque del Estado turco no inspira mucha confianza», afirmó que el PKK no abordará este proceso «de manera rígida o perpetuamente desconfiada», prefiriendo adoptar «una posición honesta y sincera», con la esperanza de que «se pongan en marcha reformas jurídicas». «El Estado busca sacar provecho de la guerra, mantenerla y alcanzar sus objetivos gracias a ella. No lo conseguirá», insistió la presidenta del Consejo Democrático Kurdo en el Estado francés.
Berivan Firat concluye: «Hemos entrado en una fase de reestructuración. Vamos a reforzar nuestros medios democráticos. Para nosotros, la 29ª revuelta kurda no ha sido aplastada. Se ha mantenido firme, ha resistido y ha obligado al Estado turco a sentarse a la mesa de negociaciones. A nivel internacional, la disolución del PKK ha sido acogida como un paso extremadamente importante hacia la paz. Ahora le toca actuar a Turquía, tomar las medidas necesarias para construir una sociedad democrática y pluralista, con el reconocimiento constitucional y jurídico de la identidad kurda, de su existencia y de su presencia. No es una derrota, es un avance histórico. Para los kurdos, esto no significa el final de nada».

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