Maider Iantzi
Aktualitateko erredaktorea / Redactora de actualidad

Cuando los volcanes envejecen, un viaje de todas

«Cuando los volcanes envejecen, sus formas antaño vigorosas se transforman en suaves lomas», describe Javier Yanguas Lezaun en el libro. El volcán en este caso es su madre. Pero esta historia de cuidados aspira a ser colectiva, la de todas las personas que cuidan y no pueden narrar su experiencia.

La conversación sobre las demencias y la vejez fue muy participativa.
La conversación sobre las demencias y la vejez fue muy participativa. (Andoni CANELLADA | FOKU)

Una larga cola nos mostró el camino al hermoso salón del Aquarium de Donostia. Abrazos, conversaciones y muestras de cariño se sucedieron antes del comienzo del acto. «Asko maite zaitut». Tomaron la palabra Javier Yanguas Lezaun, el autor del libro ‘Cuando los volcanes envejecen’, y la periodista Lourdes Pérez Rebollar, ambos miembros de Aubixa y con su propia experiencia con la demencia.

Cuando el telón tapó a los tiburones, nos sumergimos en este viaje que empieza en un volcán, siguiendo el juego de palabras que propuso la periodista. La primera palabra, el volcán. La protagonista del libro es la madre de Javier, Maite Lezaun. Al poco tiempo de morir ella, tras años de cuidado, sintió la necesidad de narrar su experiencia. La obra está trufada de las experiencias de otras cuidadoras y cuidadores. Aspira a ser una historia colectiva, reivindicativa, que nos interrogue, que nos remueva, que no nos deje igual.

Para el autor, el cuidado no es solo instrumental. Es el abrazo. También el cuidado del cambio climático. «Es una postura política. La manera de entender las relaciones». El libro lleva como subtítulo ‘Existir en la mirada del otro’. Esa es la idea del fondo: «¿Qué significa existir en la mirada del otro? El cuidado es esto. Sales de aquí y ¿a quién tienes?».

El contrabajo

«El cuidado es ese bajo ostinato que sostiene la existencia a pesar de que no le prestemos atención», define Yanguas. «Mi padre era contrabajista y cuando acudía a sus actuaciones me costaba mucho oírle. Mientras que otros instrumentos ejecutan pasajes diversos, se divierten, el contrabajo sigue irreductible en su repetición. La, sol, fa, mi. La, sol, fa, mi. Mi padre falleció muy joven, de manera inesperada, y esta es una manera de traer su presencia, porque él era muy cuidador», comentó.

 

«Sin tener una mirada buenista de las relaciones, pienso que la interdependencia es estupenda. Porque si no, ¿qué hay? Si no hay compromiso y lealtad, ¿qué queda? No queda nada» 

 

Autoengaño, insolidaridad, indiferencia. Fueron las siguientes palabras que le lanzó Pérez. «Estamos pasando de sociedades más comunitarias a sociedades más individualistas. Nos autocuidamos mucho, pero nos dedicamos poco a los demás», sentenció el escritor.

Él se dedica, al igual que su hermana, enfermera y psicóloga, profesionalmente al mundo de los cuidados, y admitió que cuando le vino impuesto ser cuidador se volvió más humilde. «Hay que hablar menos de las cosas que no hemos vivido. Hay una diferencia enorme entre la teoría y la práctica, y la realidad viene después del diagnóstico».

La demencia puede transformar a la persona a mejor. Puede pasar eso y puede pasar lo contrario. Si alguien que era generosa se vuelve egoísta, o quien era dispuesta se convierte en apática, el aprendizaje para la persona acompañante es más complicado. Javier vivió un doble duelo: «La persona que conoces desaparece y tienes que aprender a querer a otra persona que a veces no te gusta».

Pero «el amor también se aprende», defendió.

«Dictadura de la felicidad»

El cuidado imprime carácter y te puede enseñar cosas buenas y malas. En una situación tan difícil, puedes sentir emociones que no has sentido nunca. Por ejemplo: «Tengo ganas de matarla». El libro habla de esas cosas feas que «esta dictadura de la felicidad obvia».

Al autor le duele que banalicemos el sufrimiento. En su opinión, la felicidad no es lo más importante, sino hacer cosas que para ti tienen sentido. «Una vida que no ve lo malo no es una buena vida. No se puede separar la alegría de la tristeza».

La interdependencia

Javier Yanguas ve que «cada vez se habla y se comparte menos. Se proclama la independencia personal y las relaciones son frágiles». Sin tener una mirada buenista de las relaciones, piensa que la interdependencia es estupenda. «Porque si no, ¿qué hay? Si no hay compromiso y lealtad, ¿qué queda? No queda nada».

«La vida fácil, decía Bauman, es como el café instantáneo: espolvoreas un poco de polvo, viertes agua y te lo bebes, eso es todo. Pero no nos engañemos, aunque nos recuerda al café de verdad, no lo es», describió.

 

«Es importante que nos reconozcamos en esa vieja o viejo que seremos» 

 

«¡Cuánto nos cuesta acompañar!», admite en la narración. «Cuando los volcanes envejecen se vuelven invisibles». La gente tiende a rehuirlos. «No es por maldad. No sabes qué hacer. Pero no analizamos las consecuencias que tiene no pararte al verlos en la calle. Tenemos que pararnos en el camino», reivindicó.

Esa soledad tiene un reverso: la soledad de la cuidadora o el cuidador. «Se crea un paréntesis en el que esta persona desaparece de todo y nos parece normal que esto suceda. La sociedad funciona por esto. La alternativa es colonizar y que otras, fundamentalmente mujeres latinoamericanas, hagan las labores que no queremos realizar».

Defendió que en la agenda política hay que elevar el cuidado a una prioridad.

No ocultó las incoherencias de una sociedad en la que a las madres y a los padres les parece que ser cuidados por sus hijas e hijos es cercenarles la vida, sin percatarse de que lo que cercenan en realidad es esa conversación con sus hijas.

 

Javier Yanguas Lezaun y Lourdes Pérez Rebollar, antes del comienzo del acto. (Andoni CANELLADA | FOKU)

 

«Que nadie olvide quiénes fuimos, somos y seremos», dice en el libro. Le parece importante que nos reconozcamos en esa vieja o viejo que seremos. «Ahí estarán también el niño, el joven y el adulto. Somos personas en evolución y la esencia de las personas no se pierde».

¿Al volcán Javier Yanguas cómo le gustaría que le cuidaran? «Uno se imagina como un viejecito entrañable. Me gustaría ser cuidado en casa, con mi proyecto de vida y con las personas que quiero, con la esperanza de que tengan un buen recuerdo de mí».

El volcán erupcionó y el público compartió vivencias y dudas.