Nagore Belastegi

Las grandes oportunidades de la vivienda cooperativa

Koobizitza, entidad que agrupa las cooperativas de vivienda en cesión de uso, es un sueño hecho realidad: más accesibilidad a la vivienda, flexibilidad sin atarse para siempre a un espacio, comunidad en quien contar en caso de necesidad y opciones de ser sostenible y de participar en la vida local.

Koobizitza ha llevado a cabo recientemente una serie de jornadas en las capitales vascas para dar a conocer las ventajas de la vivienda cooperativa.
Koobizitza ha llevado a cabo recientemente una serie de jornadas en las capitales vascas para dar a conocer las ventajas de la vivienda cooperativa. (NAIZ)

El cohousing está de moda. O más bien, más que una moda es una necesidad. Muchos jóvenes se ven obligados a compartir hogar. Compartir casa, eso es a lo que el término anglosajón se refiere, y también el nombre de la red cooperativa Koobizitza. Pero la idea no es que la gente comparta casa, como tal, si no quiere, sino que diferentes núcleos familiares se unan en un bloque de casas, por ejemplo, y tengan sus espacios privados, pero también servicios colectivos -como la lavandería, herramientas- que compartirán con sus vecinos. No deja de ser similar a un bloque de viviendas normal, solo que la diferencia reside en que los vecinos tienen más relación entre ellos y también que tienen unas mejores condiciones como inquilinos.

Teniendo en cuenta que en una cooperativa se recibe, pero también se da, es importante que quien se una al proyecto sea consciente de lo que es. Que no vale solo con hacer su aportación e irse a vivir allí. También tiene que aceptar sus valores y ayudar a los demás, además de participar es las asambleas de los diferentes órganos.

A cambio, los inquilinos cuentan con lo mejor de la vivienda de venta libre y la de alquiler: tienen un techo asegurado a un precio más o menos fijo para siempre -ligeras variaciones por el Euribor o el IPC-, pero en caso de que alguien necesite otro tipo de vivienda, porque, por ejemplo, ha tenido hijos y se queda sin espacio, es posible cambiar sin problema, o incluso si alguien decide abandonar la cooperativa, se puede marchar sin más, llevándose su capital. Es decir, es como vivir en propiedad pero con la flexibilidad de un alquiler, y todo a un precio menor (actualmente pagan 600-700 euros) del mercado, y con el beneficio de que nunca nadie se sentirá solo, porque cada socio es parte de una comunidad, de un todo.

«Recuperamos el apoyo mutuo, la vecindad», comenta Rubén Méndez, socio de Koobizitza. «Está el espacio privado de las viviendas y el espacio comunitario que tiene el fin de ser más eficiente, y que además propicia el encuentro. Hay conflictos, como en todas partes, pero tienes más oportunidades de solucionarlos, y eso nos lleva al apoyo y a las estrategias de cuidados compartidos. Quieres que todos estén bien y te ocupas como si fuera una gran familia, y eso tiene ventajas desde la época de crianza, o en momentos de vulnerabilidad de todo tipo -salud, económica, psicológica-. En la vejez estamos evitando estrategias como las residencias», explica.

«Queremos viviendas que se adecuen a los procesos de vida y nuestras necesidades, y por eso hay proyectos senior dedicados especialmente a las personas mayores, pero también proyectos intergeneracionales que se centran en tomar más consciencia», añade.

Los proyectos pueden ser muy bonitos, pero además suelen tener impacto más allá de sus paredes. Suelen incorporar espacios que se abren al barrio, o locales comerciales que son una oportunidad para iniciativas sociales, beneficiando a todos. Actualmente algunos edificios tienen habitaciones disponibles para personas con necesidad (mujeres maltratadas, por ejemplo), lo que contribuye a fines sociales. Cada comunidad decide a qué destinar cada espacio.

SIN PROPIEDAD

Este modelo de vivienda apuesta por cambiar el paradigma. «Tenemos un problema de vivienda serio, especialmente por el precio», asegura Méndez, y añade que «eso viene por el modelo de propiedad, pero el alquiler también tiene mucha problemática». Por ello, Koobizitza plantea otro sistema que «se basa en la propiedad colectiva con el modelo cooperativo. Democracia, participación y reparto del poder».

«Nos juntamos para generar vivienda que está diseñada a medida de las necesidades, y que es a precio de coste, de por vida. Hasta ahora se había limitado el cooperativismo y su potencial a simplemente ‘el ladrillo’, y después se ponían a la venta. Termina formando parte del mercado inmobiliario, y se especula con ello. Si conseguimos que la cooperativa sea la que articula la organización comunitaria y que esa propiedad nunca salga al mercado, estamos resolviendo gran parte del problema», subraya.

En el caso de Koobizitza, la cooperativa es la propietaria del inmueble, y las personas socias ponen un capital inicial de entrada -que puede variar, pero suele ser de un 20% del precio-. La cooperativa asume ese 80% de la hipoteca, que paga cada mes a la entidad financiera. Para ello, las socias pagan una especie de alquiler al mes.

Como nadie se está beneficiando de la promoción inmobiliaria ya baja el precio del mercado, y además, el precio que pagan se estanca en el tiempo (salvo variaciones de IPC, Euribor...), por lo que cada vez pagarán una diferencia mayor respecto a los sueldos.

El objetivo es conseguir capitales más pequeños e hipotecas más largas, porque aunque el banco se beneficia más de los intereses, la cuota mensual será menor y el precio final será más accesible. Como el propietario no es el socio, sino la cooperativa, es un proyecto a largo plazo y aunque un socio ya no esté, otro le sustituirá. Una vez pagada la hipoteca, la idea es que los socios sigan pagando aproximadamente las mismas mensualidades, para poder hacer arreglos y mejoras en las viviendas, o invertir en más inmuebles.

Por otro lado, cuando un socio fallece, sus descendientes recibirán la aportación y podrán hacer con ella lo que quieran, pero siempre tendrán la opción de seguir en la cooperativa. «Interesa que las socias estén familiarizadas con el proyecto y su forma de vivir», comenta Méndez.

Habitantes del baserri Ametxe de Gordexola.

Un caserío con mucha(s) vida(s)

Actualmente hay 13 proyectos dentro de la red Koobizitza. Uno de ellos es Ametxe, un caserío rehabilitado en la localidad vizcaina de Gordexola, de 1.600 habitantes. En ese caserío hay espacio para unas 20 personas, aunque actualmente son unas 15, repartidas en 6 unidades de convivencia. El caserío tiene 600 metros cuadrados y tres plantas. En las dos superiores están los espacios íntimos de 44-55 metros cuadrados, y una zona común de ocio en cada planta. En la planta baja están el resto de espacios comunitarios (comedor, cocina, espacio polivalente, dos habitaciones de invitadas, dos baños, sala de calderas, lavandería y el ascensor).

«Que los espacios íntimos sean de diferente tamaño viene muy bien porque ahora puedo tener 2 hijos y necesitar más espacio, pero si se van podría preferir uno más pequeño», comenta Rubén Méndez, que comenzó su andadura en la vivienda colaborativa de la mano de Ametxe.

«Empezamos en 2017. Ya veníamos de un grupo de la crianza alternativa, y nos surgió la idea y la oportunidad de vivir colectivamente en una zona rural, y fue cuando conocimos la vivienda colaborativa», cuenta. Ametxe es el proyecto más conocido a nivel Euskal Herria. Hacen actividades y las difunden, tienen web propia y les sirve para dar a conocer el modelo. Fue la primera cooperativa de vivienda en cesión de uso, y por eso ahora ayudan a otros proyectos a hacer más fácil su camino, y comparten las experiencias. Además, dado que el ratio de compra de suelo rural es más bajo que en las ciudades, al final la vivienda es más accesible aún.

En Koobizitza hay otros dos proyectos similares, Ankurkulu, en Mendata, y Boronabilla, en Sopela, que habitan desde 2021 y 2023 respectivamente, y los tres juntos se autodenominan “Baserrikoop”.

En Ametxe viven familias con niños pequeños, y también personas mayores. El único criterio es que le encaje el modelo y asuma que es colaborativo, y tiene un compromiso colectivo y de organización comunitaria. Llevan viviendo ahí solo un año, por lo que todavía tienen mucho por hacer y organizar. «Queremos hacer un portabicis, en la leñera hay goteras, vamos a ver cómo aprovechar el espacio exterior... porque vivimos en un sitio bonito», presume, por lo que quieren preparar algo que puedan aprovechar los habitantes, pero también los vecinos de Gordexola.

Aunque el caserío esté en una zona rural, están cerca del pueblo y no dependen del coche, y además pueden ir en autobús a Bilbo con facilidad.