El Supremo se ceba con el patrimonio de Catalunya
Expertos en arte alertan que el fallo del Supremo que obliga a la Generalitat a devolver al monasterio aragonés de Sixena sus pinturas-murales contraviene los criterios en materia de conservación y se inscribe en la oleada de catalanofobia que protagonizan los sectores más reaccionarios del Estado.

El litigio entre Catalunya y Aragón por las pinturas de Sixena mantiene en vilo a toda la comunidad científica y a las respectivas autoridades. No solo por el perjuicio que, según los expertos, implicaría mover unas piezas únicas dentro del románico ibérico; también por el trasfondo que subyace en la demanda del Gobierno aragonés, cuyo interés parece obedecer más a un impulso ideológico que a razones de carácter museístico o patrimonial.
Las obras fueron salvadas por el arquitecto e historiador catalán Josep Gudiol del incendio que padeció el monasterio durante la Guerra del 36.
Tras una operación de rescate, una parte de los frescos fueron a parar al obispado de Lleida, mientras el resto se trasladaron a Barcelona, donde tras ser restaurados, en 1960 quedaron custodiados en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC). Allí, se exhiben en una sala diseñada especialmente para garantizar su preservación.
Ni entonces, ni tampoco en 1992, cuando el conseller de Cultura de la Generalitat, Joan Guitart, obtuvo las obras a perpetuidad de las monjas del convento que residían en Valldoreix, que a cambio percibieron 40 millones de pesetas, Aragón había reclamado su devolución.
Solo en 1995, después de interponer una querella, logró mediante una resolución papal que las 111 parroquias aragonesas que estaban bajo tutela de Lleida pasaran a depender del obispado de Barbastro-Monzón, creado ese mismo año.
Expolio en tres fases
La ofensiva para recuperar las obras de Sixena repartidas en Catalunya se emprendió en 2015. A instancias del Partido Popular y del conservador Partido Aragonés Regionalista (PAR), el Gobierno de Aragón, que tras la etapa de Marcel·lí Iglesias pasó a presidir el socialista Javier Lambán, ferviente anticatalanista, logró que la Audiencia de Huesca declarara nula la venta que tuvo lugar en 1992, esgrimiendo que la priora representante de la comunidad de Sixena no estaba legitimada para firmar la cesión de las obras.
Dicha sentencia, ante la cual la Generalitat, el MNAC y el Museu de Lleida han presentado recursos de casación, no ha tenido sus efectos.
Diez años después del auto en que el Juzgado de Huesca ordenaba la devolución, el Supremo ha confirmado una medida que, si para la parte aragonesa (Gobierno autonómico, Ayuntamiento de Vilanova de Sixena y la Orden de San Juan de Jerusalén, propietaria del monasterio) supone una victoria, para Catalunya representa un auténtico varapalo.
Un agravio que tuvo su primer episodio en diciembre de 2017, dos meses después del referéndum por la autodeterminación, cuando en virtud de la sentencia de 2015, el Gobierno de Mariano Rajoy ordenó la devolución de las 44 piezas del convento de Sixena que se albergaban en el Museu de Lleida
Si en esa operación, los académicos ya recriminaron al Ejecutivo español la temeridad que suponía el traslado, ante la nueva sentencia la postura no ha variado un ápice.
Consideran que, cualquier medida de ese calibre hace saltar por los aires el principio según el cual siempre ha de anteponerse la integración y la preservación de la obra. Así lo recalcan los 150 firmantes del manifiesto ‘‘El patrimonio no es una bandera’’, que aprovechan para enumerar los distintos peligros que acarrearía trasladar el conjunto artístico del MNAC a Sixena.
Entre otros, el hecho de que la humedad y la temperatura ambiental a la que se vería sometido durante el viaje le causaría un daño irreparable.
La restauradora Victoria Santiago Godos, doctora en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, advierte que el proceso de desmontaje y samblaje posterior también deterioraría las pinturas.
En términos parecidos se expresan otros firmantes del documento, que instan a las autoridades a respetar las directivas vinculadas a la conservación del patrimonio artístico, cuyos artículos hablan claramente de que, ante cualquier riesgo para una obra, en ningún caso esta ha de moverse.
Así se actuó, por ejemplo, con el Guernica de Pablo Picasso o la Dama d’Elx, respecto a las cuales el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), la máxima institución gubernamental en materia de restauración del Estado español, emitió varios dictámenes asegurando que, para evitar su deterioro, habían de permanecer en el Museo Reina Sofía y en el Museo Arqueológico, de Madrid, respectivamente.
En cambio, con relación al litigio de Sixena, tanto el IPCE como la Asociación de Conservadores y Restauradores Españoles (ACRE) han preferido no emitir los preceptivos informes y, lejos de ello, se han dedicado a publicitar las noticias de ‘‘Heraldo de Aragón’’ y otros medios de derechas que se posicionan claramente al lado del Gobierno aragonés.
No solo eso: se han inhibido de la tesis esgrimida por el abogado de Vilanova de Sixena, para quien el traslado es necesario porque el aire del MNAC es salino y la sal daña las obras. Un argumento que, a criterio de los expertos del manifiesto ‘‘El patrimonio no es una bandera’’ no se sostiene desde ningún punto de vista, pues en el mundo hay centenares de museos en ciudades costaneras.
Ante esta ofensiva, rubricada con la sentencia del Tribunal Supremo, algunos historiadores y conservadores reclaman que se exploren alternativas que ya se aplican en casos similares.
Aquí se incluye desde hacer réplicas en los muros acondicionados del monasterio, tal y como ocurre en la Neocueva de Altamira (Cantabria), o mediante reproducciones de alta calidad, a hacer reintegraciones virtuales mediante un video mapping. Un sistema que combina música y narración, cuya aplicación está funcionando en la iglesia de Sant Climent de Taüll (Lleida) y en otros muchos emplazamientos.
Mientras estas propuestas intentan hacer mella en la opinión pública, las administraciones ya ultiman la ejecución del traslado. Solo falta saber cuándo y de qué manera se desarrollará, y en qué medida las movilizaciones de la Assemblea Nacional Catalana y otros colectivos pueden revertir una decisión que, para los historiadores, parece anteponer más la catalanofobia que la necesidad antropológica y técnica de preservar un patrimonio único y universal.
ENTREVISTA
Albert Velasco, historiador del arte:
«LA SENTENCIA DE SIXENA SIENTA UN PRECEDENTE MUY PELIGROSO»
Investigador en arte medieval e historia del coleccionismo, Velasco recrimina a la Generalitat el nulo interés por retener las pinturas murales en el MNAC, de ahí su decisión de dimitir como miembro del plenario del Museu de Lleida.
El litigio de Sixena tuvo su preámbulo en diciembre de 2017, justo después del referéndum, cuando la Guardia Civil entró en el Museu de Lleida y se llevó las primeras obras al monasterio aragonés. ¿Sin aquel contexto no hubiera ocurrido dicha actuación?
Es evidente que la incandescencia de las relaciones entre Catalunya y España contaminó el proceso judicial, y más viniendo de Aragón, donde el anticatalanismo nunca ha tolerado que se use el catalán.
¿No existe el deseo de Aragón de agrupar las obras para crear un museo de referencia a nivel internacional?
De ningún modo, pues los museos de Huesca, Zaragoza, el Museo del Prado de Madrid o el de Santa Cruz de Toledo también contienen piezas de Sixena y nunca se ha pedido devolverlos al monasterio. Ni tan solo la abundante documentación que, desde 1936, permanece en el Archivo Provincial de Huesca.
¿Se ha acelerado la demanda después de que las tres instituciones implicadas (Ejecutivo español, Gobierno de Aragón y Generalitat) hayan pasado a manos socialistas?
Sin duda, la dirección del PSOE se ha encargado de ello, primero ordenando a la Comisión Técnica que retirara el punto en que los expertos catalanes apercibían graves perjuicios en el supuesto de que se trasladen las pinturas, y después exigiendo al PSC que no hiciera casus belli de la polémica.
Y así ha ocurrido: la obediencia de la Generalitat ha sido tal que Salvador Illa mandó a Zaragoza a su secretario general de Cultura, Josep Maria Carreté, para convencer a las autoridades aragonesas de que Catalunya está comprometida en devolver las obras.
¿Qué efectos tendría la ejecución de la sentencia en el ámbito museístico?
Para el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) sería desastroso, ya que vería extirpadas una de las piezas estrella de su colección.
Aparte de que sentará un precedente muy peligroso para la conservación de otros patrimonios, porque más comunidades podrán reproducir casos que, como el de Sixena, constituyen una aberración en términos técnicos y de cualquier otra índole.

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