
A pesar del aumento de la presión internacional y de las voces internas que exigen un acuerdo para liberar a los rehenes, Benjamin Netanyahu parece temer solo a un frente: el de sus aliados ultrasionistas. Mientras bloquea un acuerdo parcial que Hamas ya ha aceptado, el primer ministro intensifica los preparativos –con el respaldo de Donald Trump– para una invasión de la Ciudad de Gaza, en un intento de proyectar una imagen de firmeza que responde más a cálculos políticos internos que a una estrategia militar.
El primer ministro israelí, que el miércoles anunció haber instruido a su gabinete para iniciar negociaciones «inmediatas» con el fin de alcanzar un acuerdo sin frenar la ofensiva militar, vuelve a imponer de forma ambigua la exigencia de un pacto «completo» que garantice la liberación de todos los rehenes. Esta condición, en la práctica, bloquea cualquier avance, ya que la propuesta aceptada por la milicia palestina contemplaba solo la liberación de la mitad de los cautivos.
Las acrobacias políticas del equilibrista Netanyahu ya no sorprenden. Más que responder a una estrategia propia, parecen seguir los impulsos y arrebatos de ministros de la derecha ultranacionalista religiosa como Bezalel Smotrich, Itamar Ben-Gvir y Orit Strock, que llevan días marcando territorio con declaraciones incendiarias: exigen prolongar la guerra, ocupar todo el enclave y reanudar allí los asentamientos para colonos. Al mismo tiempo, amenazan con hacer caer la coalición de gobierno si se alcanza una tregua.
Tras las salidas del Gobierno de Unidet Torah Judaism (UTJ) y Shas por la ley que restringía las exenciones del servicio militar para ultraortodoxos, el partido de Smotrich, con 14 escaños, y el de Ben-Gvir, que suma otros 6, representan un bloque clave de 20 diputados cuya retirada bastaría para hacer tambalearse al gobierno de Netanyahu. Una caída que pondría en riesgo no solo su permanencia en el poder, sino también su plan para eludir la justicia.
Y es que el “Catargate” vuelve a cernirse sobre Tel Aviv. Según reveló el viernes el diario “Haaretz”, la policía israelí ha detectado cuantiosas transferencias de dinero a asesores cercanos a Netanyahu en el marco del escándalo, a quienes el primer ministro sigue respaldando -«quizás por temor a que revelen a la policía lo que realmente saben», apunta el diario israelí-.
La pausa estival, una supuesta intoxicación sufrida por Netanyahu en julio y, sobre todo, la delicada situación de seguridad en un Oriente Medio profundamente reconfigurado tras los frentes abiertos por el Gobierno sionista, han servido para dilatar el proceso judicial por el primer caso de corrupción que salpica a un jefe de Gobierno en ejercicio en la historia de Israel.
Presiones internas
Según añade ‘Haaretz’, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han calificado la última propuesta de los mediadores como un ‘Witkoff mejorado’, en referencia a una versión revisada -y más favorable a Israel- del plan presentado hace un mes por el enviado de Trump, Steve Witkoff. Sin embargo, Netanyahu ha vuelto a dar un giro en su postura sin ofrecer explicaciones sobre el repentino cambio respecto a la línea que sostuvo durante más de un año y medio.
Tras una efímera sensación de esperanza entre las familias de los rehenes, crece el escepticismo: temen que, salvo una presión directa de Donald Trump, Netanyahu no aceptará ningún acuerdo. Por ahora, el expresidente estadounidense respalda plenamente la línea dura del primer ministro y ha declarado que la decisión de ocupar Gaza corresponde exclusivamente a Israel.
Mientras tanto, la tensión social no cede. Ayer, familiares de rehenes cargaron contra elministro Ben Gvir en una nueva protesta que volvió a exigir un acuerdo parcial, a pesar de que las multitudinarias manifestaciones de los domingos se habían suspendido ante la posibilidad -ahora lejana- de un alto el fuego en Gaza.
Aunque las movilizaciones siguen centradas en la liberación de los rehenes, empiezan a alzarse voces contra lo que ocurre en Gaza. Ayer, Tel Aviv fue escenario de una manifestación de judíos y árabes «contra el genocidio», una excepción en un discurso público que rara vez menciona la suerte de la población palestina, inmersa en una situación de hambruna con consecuencias irreversibles.
Asimismo, el temor crece ante la posibilidad de que una ofensiva militar en la densamente poblada Ciudad de Gaza provoque represalias mortales contra los rehenes. Una preocupación que, según medios israelíes, comparten también altos mandos de las FDI, inquietos ante la posibilidad de que el Gobierno interprete nuevas ejecuciones como la prueba definitiva de que no se puede alcanzar un acuerdo, y utilice ese argumento para ordenar un avance militar total.
Esa lógica supondría aceptar la muerte de los rehenes restantes, allanando el camino para los objetivos más radicales del sionismo. Una visión resumida sin ambigüedades por Smotrich, cuyas palabras recoge hoy el periodista Jonatan Meta en una entrevista publicada por este periódico: «Diez secuestrados no pueden condicionarlo todo».
El Ejército israelí comenzó hace tres días a movilizar a 60.000 reservistas y ya se perciben signos de desgaste. En varias unidades han surgido informes que acreditan tensiones internas. Ante el déficit de tropas, el Gobierno estudia incluso recurrir a judíos de la diáspora, una medida que ha reabierto la fractura con la comunidad ultraortodoxa.
Todo esto ocurre en un contexto de crecientes fricciones entre el gabinete de Netanyahu y el jefe del Estado Mayor de las FDI, Eyal Zamir. El alto mando ha advertido de las consecuencias humanitarias y operativas de desplazar a más de un millón de personas en Gaza, así como del grave riesgo que supondría para los rehenes.
Para otros analistas, en cambio, Netanyahu y Trump están utilizando los preparativos abiertos para presionar a Hamas a aceptar un acuerdo en sus términos, pero el primer ministro insistió en una entrevista emitida el jueves en la televisión australiana que de lo que se trata es de erradicar a la organización. «Lo vamos a hacer igualmente [tomar Ciudad de Gaza]. Nunca se planteó que fuésemos a dejar a Hamás allí», subrayó.
Dimisiones en Países Bajos tras no acordar medidas contra Israel
Varios ministros del Gobierno de Países Bajos, en funciones desde junio y hasta las próximas elecciones de octubre, dimitieron el viernes al no acordar nuevas sanciones contra el Ejecutivo de Benjamin Netanyahu.
El primero en anunciar su dimisión fue el ministro de Exteriores, Caspar Veldkamp, que pertenece al partido de centroderecha NSC, quien lamentó en declaraciones a la prensa al término del consejo de ministros que siente «resistencia dentro del gabinete a la toma de más medidas relacionadas con lo que ocurre en la ciudad de Gaza y en Cisjordania». Los demás miembros del gobierno en funciones que dimitieron ocupan las carteras de Interior, Educación y Sanidad, así como cuatro secretarios de Estado.
El ministro de Exteriores prometió el pasado jueves al Parlamento neerlandés presentar medidas adicionales «necesarias» contra Israel, aunque no había coordinado esto a nivel político con los demás miembros del gabinete.
En el Ejecutivo figuran también los liberales de derechas VVD y los granjeros BBB, que se niegan a endurecer la postura del gobierno contra el gabinete de Benjamín Netanyahu, en busca y captura por la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de guerra y lesa humanidad en Gaza. GARA
Más muertos por las bombas y el hambre
Al menos 36 personas murieron ayer en Gaza como consecuencia de las operaciones militares israelíes según el balance proporcionado por los distintos hospitales del enclave palestino y citado por medios árabes.
Entre los fallecidos habría al menos ocho personas -incluidos dos menores- que murieron cuando estaban esperando para recibir ayuda humanitaria en medio de la grave crisis por falta de alimentos provocada por el bloqueo israelí. De hecho, el Ministerio de Sanidad informó de la muerte de ocho personas por desnutrición.
Además, El Ejército israelí arrancó ayer con excavadoras 3.100 árboles de la aldea palestina de Al Mughayyir, cerca de Ramala, en Cisjordania ocupada. GARA

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