Dos ataques y la Flotilla intacta rumbo a Gaza

Frente a la sede del sindicato de trabajadores tunecinos, cientos de voluntarios y simpatizantes de la Flotilla se reunieron el pasado lunes para escuchar a algunos de sus organizadores, a la relatora especial de la ONU para los Territorios Palestinos, Francesca Albanese, y a Mandla Mandela, nieto de Nelson Mandela.
«Acabaremos con el régimen del apartheid», proclamó Mandela ante una multitud compuesta por rostros cansados –los que venían desde Barcelona– y la energía expectante de los nuevos voluntarios que se embarcarán en Túnez para la última etapa rumbo a las costas de Gaza.
Las noticias diarias de palestinos que siguen muriendo de hambre, los ataques incesantes, los bombardeos y la inacción de la comunidad internacional para detener el genocidio, continúan alimentando la determinación de completar la misión: entregar alimentos y medicinas, romper el bloqueo y abrir un corredor humanitario marítimo que permita el ingreso de ayuda vital.
«Es increíble que civiles tengan que arriesgar su vida para hacer lo que los Gobiernos deberían estar haciendo», declaró Albanese, quien volvió a llamar a los voluntarios «guerreros morales». Sin embargo, tanto organizadores como tripulantes insisten: «No somos héroes».
En cada uno de sus mensajes recalcan que la atención debe mantenerse donde corresponde: en la Franja de Gaza.
Los ataques
Resulta imposible obviar los ataques con drones sufridos por la Flotilla. El barco Familia fue atacado el lunes y, al día siguiente, el Alma sufrió un agresión similar.
Los drones lanzaron dispositivos incendiarios que no causaron víctimas ni heridos, aunque sí daños menores en las cubiertas.
«Escuchamos los drones, se detuvieron unos segundos sobre la cubierta superior, lo que nos dio tiempo de correr. Luego dejaron caer algo envuelto en llamas», relató un voluntario que hacía guardia nocturna.
Las conversaciones entre la tripulación vuelven siempre a Gaza: a los recuerdos del zumbido constante de drones en la Franja, que durante los largos años del bloqueo que mantiene Israel –dieciocho– no solo vigilan, sino que desde hace dos años, bombardean, y destruyen hogares y destrozancuerpos palestinos a diario.
La mayoría de los voluntarios son civiles sin experiencia militar ni marítima. Aun así, desde antes de los ataques ya se habían organizado guardias para vigilar la aproximación de drones o embarcaciones.
La idea es ganar segundos para alertar a los compañeros y reaccionar si el ataque llegara a ser letal. Aunque el sobrevuelo de drones estaba previsto, ahora se deben diseñar protocolos específicos frente a armas incendiarias.
La Franja, más cerca
Para muchos, los ataques no son más que una estrategia de guerra psicológica, sumada a las amenazas del ministro israelí Itamar Ben Gvir, quien aseguró que tratará a los integrantes de la Flotilla como «terroristas» y que los enviará a las cárceles donde miles de palestinos –muchos de ellos menores— permanecen detenidos sin juicio y bajo tortura sistemática.
El martes, en una sala de conferencias de un hotel en Túnez, se reunieron los tripulantes que venían de Barcelona con quienes se unirían en el puerto tunecino. El encuentro sirvió para compartir experiencias y preparar la coordinación de la misión.
La navegación, con barcos sobrecargados, ha sido exigente. Algunos han decidido abandonar la misión marítima y continuarán apoyando desde tierra; otros, agotados pero firmes, insisten en embarcar cuanto antes. «Tiempo muerto en tierra es tiempo perdido, y tiempo perdido da espacio a la duda», resumía un voluntario.
Personas de todo el mundo han llegado a Túnez y llevan cerca de una semana buscando un lugar en la Flotilla. No es sencillo: la lista de espera es larga y la capacidad limitada.
Las demoras en puerto han traído riesgos de seguridad y retrasos. La naturaleza civil de la misión implica recursos limitados: varias embarcaciones no estaban en condiciones de navegar y se decidió no incluirlos, priorizando la seguridad. Otros barcos requieren reparaciones y acondiciona- mientos para poder brindar una navegación adecuada.
Por ello, la organización ha trazado un plan de navegación en oleadas: primero zarparán los barcos que están listos y con la tripulación preparada, mientras otros continúan con las reparaciones y se sumarán más adelante, junto a embarcaciones que partirán desde Italia y otros puertos.
El martes, en una emotiva despedida en el puerto tunecino de Sidi Bou Said, la mayoría de los voluntarios abordaron los barcos anclados a unos metros. Tras varios días en tierra, uno de ellos resumió el sentir colectivo: «Es como volver a casa».
Esa noche, las tripulaciones durmieron a bordo, a la espera de zarpar hacia Gaza.

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