
La Premier League rompe récords en el mercado, es la liga más atractiva de Europa y el Newcastle supone parte importante de eso. A pesar de no haber ganado el campeonato desde 1927, los magpies (las ‘urracas’) son una pieza imprescindible en el fútbol inglés.
Durante el último verano el mayor culebrón del mercado tuvo al Newcastle de coprotagonista, con el Liverpool tirando la casa por la ventana para asegurarse al sueco Alexander Isak: 125 millones de libras, casi 150 millones de euros, que han convertido al ex de la Real Sociedad en el fichaje más caro en la historia de la Premier.
Antes, otro delantero sigue en la historia como como hombre-franquicia de los magpies. De hecho, tiene su estatua justo delante del estadio Saint James' Park, donde el Athletic va a enfrentarse al Newcastle: hablemos de Alan Shearer.
«Working class hero»
Shearer, delantero del Newcastle, ídolo de la hinchada del Newcastle y nacido en Newcastle, todo en uno. Un jugador que como nadie supo encarnar el modelo del 9 británico durante más de una década, entre los 90 y el inicio del nuevo milenio. Listo e intenso, amenaza constante dentro y fuera del área, construyó su mito también gracias a sus decisiones personales, militando siempre en equipos de medio nivel. O mejor dicho, que gracias a él subieron a la élite.
Sus inicios en 1988 en el Southampton, por ejemplo, fueron enseguida muy prometedores, componiendo una pareja bastante friki con Matt ‘Le God’ Le Tissier. Verano tras verano, los rumores se amontonaban: «Lo quiere el Liverpool», «No, el Manchester United». Fue una constante el interés de los grandes clubes ingleses tras esta máquina de goles cuya decisión en 1992 fue sorprendente, al mudarse al Blackburn, un club de mitad de la tabla pero muy ambicioso. El resultado sería espectacular en 1995 cuando los Rovers ganarían la Premier tras una sequía de 81 años.

En aquel 4-4-2 más inglés que el fish and chips, de alta intensidad y a veces poco criterio táctico, Shearer se emparejaba de lujo con otro delantero de raza, Chris Sutton. Y ‘The Guardian’ apodaba a Alan ‘Working class sport hero’, el héroe deportivo de la clase obrera.
Si es verdad que Shearer había nacido en una familia obrera, su estilo de juego tenía alguna delicatessen. Luego todo se condensaba en la habilidad en los remates, a veces verdaderos navajazos. Todo simple y directo, como su celebración, también icónica: el brazo levantado, a mitad entre saludo y agradecimiento.
Como en casa en ningún sitio
Después del Blackburn, desafortunadamente, Shearer no volvería a ganar ningún otro título. Ni en el equipo del que era hincha desde pequeño, el de su ciudad: Newcastle. Verano de 1996 y nuevo culebrón: Manchester United y hasta Real Madrid interesados en los servicios del delantero centro de la selección inglesa semifinalista en la Eurocopa, ya dos veces pichichi de la Premier y del propio torneo europeo recién celebrado.
United y Real Madrid se lo disputarían en 1996, tras ser pichichi de la Eurocopa, pero Shearer optó por el equipo de su ciudad
Los cheques estaban ahí, sobre la mesa, el Blackburn frotándose las manos, pero el ingreso no llegaría de Manchester ni de Madrid: los 15 millones de libras, récord absoluto por aquel entonces en la historia del mercado, arribarían desde Newcastle upon Tyne.
Otro club ambicioso al fin y al cabo, segundo en la temporada 1995-96 detrás del Manchester United después de haber desperdiciado una ventaja de 12 puntos a mitad de la liga. Los magpies estaban ya tocando la puerta de la gloria y participando en torneos continentales (contra el Athletic en la Copa de la UEFA 1994-95 por ejemplo, dos años antes, con 3-2 en la ida y remontada 1-0 en San Mamés para los bilbainos).
Pensaban que simplemente añadiendo un pedazo de delantero como Shearer hubieran finalmente conquistado la Premier. Pero no sería exactamente así. Shearer no llegaría ya nunca más allá de una segunda plaza. Anotaría, eso sí, goles a mansalva en Inglaterra y en Europa, se lesionaría de gravedad, y vería cómo año tras año la plantilla iba ganando de nivel.
Su estatua protege St James Park, como ocurre con la de Iribar en San Mamés
Mientras tanto el Manchester United acaparaba títulos, incluso la Champions de 1999. ¿Cómo le habría ido a Shearer allí? Nunca lo sabremos. Para su Newcastle sin duda lo dio todo, hasta 2006 y su retirada: 206 goles en 405 partidos con las ‘urracas’, 260 tantos en la historia de la Premier League, un récord que todavía nadie ha sabido batir.
Casi trágica sería, por contra, su siguiente experiencia en el Newcastle, como entrenador un poco a la desesperada, en la temporada 2008-09: el típico caso del ídolo puesto en el banquillo para blanquear los problemas y culminado en un amargo descenso a segunda división, entre lágrimas. Un fracaso que, en cualquier caso, nunca ha manchado la imagen del exdelantero, que sigue omnipresente en su estatua. Como Iribar ante San Mamés, el Newcastle también tiene a un mito que lo proteja.

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