Derechos de las víctimas y derechos de los presos, ¿incompatibles?
Baketik puso a debate ayer un tema candente. ¿Los derechos de las víctimas y los de los presos están abocados a colisionar? Desde diferentes puntos de partida, Faustino López de Foronda y Jon Mirena Landa coincidieron en que pueden sumarse, aunque este alertó de la asimetría actual.
La cuestión es de total actualidad y gran importancia, aunque pocas veces se ponga sobre la mesa como ayer lo hizo la fundación Baketik. Sin ir más lejos, la agencia Efe difundía el viernes unas declaraciones del exfuncionario de prisiones José Antonio Ortega Lara en las que afirmaba no albergar «sentimientos de revancha» y aseguraba que cuando Iosu Uribetxebarria fue liberado solo pensó: «Que lo disfrute, que le sirva para reflexionar sobre lo que hizo y que Dios le dé los años de vida que quiera». Pero apenas horas antes, con claro impulso de venganza y aparentando defender derechos de sus víctimas, la Fiscalía planteaba revocar la libertad condicional del vecino de Arrasate, gravemente enfermo.
Este ejemplo ilustra el debate de fondo planteado por Baketik: ¿Los derechos de los presos y los de las víctimas están abocados a colisionar o pueden confluir? ¿Terminarán siempre produciendo la «suma cero» de la que habló Mariano Ferrer en la introducción? Para el conocido periodista, resulta evidente que el concepto que impera en la actualidad es el de que «la única forma de ganar derechos uno es que el otro los pierda».
Landa: cumplir la ley real
¿Es irremediable? Tras exposiciones muy diferentes, tanto Faustino López de Foronda (de la oficina del Ararteko) como Jon Mirena Landa (exdirector de Derechos Humanos de Lakua) coincidieron en que no.
Landa hizo un diagnóstico más crítico con la realidad presente, pero concluyó que «es posible conciliarlos, incluso con la legislación actual». Recogiendo terminología de Mariano Rajoy, destacó que resulta factible si efectivamente se usa «el imperio de la ley» y no se retuerce. En un repaso por las normas básicas, subrayó el énfasis de la Constitución en la reinserción y añadió que la única orientación de la Ley de Ordenación General Penitenciaria al respecto es lograr que el preso «viva respetando la ley penal».
Traducido a la práctica, Landa cree que deben bastar tres requisitos: «un determinado paso del tiempo» en forma de cumplimiento de pena, un reconocimiento del daño que no tiene por qué incluir petición de perdón o «abjuración del pasado», y el compromiso de no volver a cometer delitos. Apuntó aquí Landa que, «aunque a ustedes les pueda sorprender, no está en la ley la exigencia de perdón ni la delación, sino que se están situando como si fueran elementos de prueba para lo anterior». Y planteó que en todo caso esos elementos podrían plantearse como una especie de «do de pecho» que llevara aparejados premios extra como el indulto (no se olvidó de destacar que ninguno de los policías indultados por delitos como la tortura había pedido perdón a sus víctimas precisamente).
Landa hizo hincapié en que hace falta que los requisitos de reinserción «sean mínimos, porque si no, no es operativo». Y usó un ejemplo doméstico: «Si mi hijo hace una `gorda', trataré de resolverlo y hacer justicia, pero no recurriré a humillarle».
El exdirector de Derechos Humanos alertó de dos cambios que han desequilibrado este dilema. Uno es «sociológico y de alcance global. Antes las leyes penales se hacían mirando a los autores de los delitos, y por eso incluían garantías, y ahora en cambio se hacen mirando a las víctimas. El Derecho Penal se ha expandido terriblemente, lo invade todo». En el Estado español, esto tiene el añadido del cambio de legislación en 2003 para el cumplimiento íntegro de las penas, que oficializó una clara restricción de los derechos de los presos. Landa se preguntó si no se les intenta convertir en «no-personas» y evocó que eso mismo hizo el nazismo.
López de Foronda: verdad
Le precedió Faustino López de Foronda, que hizo mucho más énfasis en los derechos de las víctimas, pero llegó a similar conclusión: «Cabe cierto punto de encuentro con los derechos de los presos». Dijo que la solución no pasa «ni por la impunidad, ni por saltarse los derechos humanos». En consecuencia, defendió que los presos deben cumplir condena cerca de casa y que la ley debe leerse según el Código Civil que reclama tener en cuenta el contexto, pero también demandó que hace falta no solo el reconocimiento del daño, «sino que este fue injusto».
Ante un auditorio numeroso que daba fe del interés del tema, este responsable de la oficina del Ararteko situó la clave en los tres principios clásicos de «verdad, justicia y reparación». Hizo otro apunte interesante frente a discursos que tergiversan la realidad: un estudio reciente del Instituto Vasco de Criminología certifica que las víctimas reclaman ante todo la verdad y la memoria, después la justicia y solo en tercer lugar la reparación. ¿Y qué es justicia? «Que se investigue, que la pena sea proporcional y que se apliquen los beneficios», detalló López de Foronda. Y es que los beneficios, apuntó Landa, también son justicia, no injusticia.