«Uno no sabe lo fuerte que puede ser hasta que ser fuerte es la única opción que te queda»
‘La noche de 12 años’ del uruguayo Álvaro Brechner es un descenso al encierro extremo al que durante doce años fueron sometidos Eleuterio Fernández Huidobro, José Mujica y Mauricio Rosencof, militantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, detenidos en 1973 en plena dictadura. Un viaje al interior de estas personas en el que ayer se confunde con el hoy y el recuerdo con el presente.
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Basada en el libro ‘Memorias del calabozo’, coescrito por Huidobro, alias «El Ñato», y el Rosencof, la cinta, que compite en la sección Horizontes Latinos, es un viaje a la crueldad humana y a la locura a la que quisieron someter a sus tres protagonistas, pero también una muestra de su fuerza interior para hacer frente al aislamiento, al silencio, a la falta de higiene personal, a la oscuridad, a la tortura, a los golpes, a los insultos. «Los vamos a volver locos», les dijeron los militares uruguayos como anticipo de la «larga noche» que les aguardaba desde el momento en que fueron sacados de sus celdas para iniciar un incierto viaje por más de cuarenta calabozos.
Brechner, director también de ‘Mal día para pescar’ y ‘Mr Kaplan’ recibe a NAIZ en la terraza del Hotel María Cristina minutos antes de participar junto a dos de los principales actores, Chino Darín y Antonio de la Torre, en los desayunos de Horizontes.
La noche como concepto simboliza la oscuridad. Es también el momento del día en el que los miedos y las angustias fluyen con mayor intensidad.
Son tres personas que son sacadas de una cárcel donde están cumpliendo una condena para cumplir una segunda condena en un lugar que no está institucionalizado. No se trata de una cárcel donde haya una rutina. Son lanzados a una especie de infierno dantesco, en el que básicamente, todo lo que ellos tenían desaparece. Deja de haber una separación entre el día y la noche. Son encerrados en calabozos de metro y medio sin luz, no saben si es de día o de noche, empiezan a confundir el ayer con sus fantasías, con su presente y realidad. Son sometidos a una aventura kafkiana sin saber por cuánto se prolongará. Encerrados, aislados y sin poder comunicarse entre ellos. Así permanecen doce años. Ellos en aquel momento no sabían que uno llegaría a ser presidente del país –Mujica–, otro ministro de Defensa bajo la Presidencia de éste –Huidobro–, y otro un reputado escritor y dramaturgo –Rosencof–. A mí lo que más importaba era abordar esa soledad, el silencio y cómo un ser humano, más allá del determinismo y las circunstancias, afronta todo ello.
¿Cómo reflejar en una película un encierro tan extremo?
Cómo reflejar el encierro era la pregunta que nos hicimos a la hora de abordar la película. Estuve cuatro-cinco años hablando con ellos, siquiatras, sicólogos… para saber cómo empieza a funcionar el cerebro en aislamiento. Quería que fuera una película de experiencias, de viaje, de exploración. Para mí el qué les pasó tenía que ser real, centrado en el cómo lo vivieron porque el aislamiento en sí es imposible de recrearlo. El horror real es indescriptible. Es algo que recurrentemente escuchamos por boca de detenidos-desaparecidos, exprisioneros de los campos de concentración o personas que vivieron experiencias extremas. No pueden hablar de lo que les pasó, porque no tienen palabras para describirlo. Intentamos hacer nuestro mejor esfuerzo para llegar a ese combate y a ese espíritu interno. Estos hombres, más allá de todo lo que les tocó vivir, decidieron su destino. Vivieron una fuerte lucha interna, en la que estuvieron a punto de ser vencidos y es, precisamente, esa lucha la que he querido reflejar en la cinta.
¿Qué ha aprendido de cada uno de ellos?
Para mí, la grandeza de este proyecto es este debate de la condición humana y poder aprender de él. Intentar explorar, sin sacar conclusiones. Soy el primero que necesita ir buscando y que el proceso te lleve. Uno no sabe lo fuerte que puede ser hasta que ser fuerte es la única opción que te queda. La voluntad del espíritu del ser humano nunca debe ser subestimada.
Una de las últimas escenas está rodad en el Fuerte de San Cristóbal, un lugar que encierra una historia tan truculenta y silenciada como la que se narra en ‘La noche de 12 años’. ¿Cómo fue rodar en este lugar?
Lo escogimos por razones estéticas. Ahora, una vez en el lugar, el Fuerte de San Cristóbal es un lugar único. Yo no soy muy espiritual pero en este lugar se palpa una densa energía. Uno siente que se le va pegando el pasado. Éramos un equipo de 150 personas y todos sentíamos esa energía tan oscura. Es estar allí y sentir el pasado. Como te decía, no hay palabras para describirlo. Es ver la cara del mal y de la oscuridad más absoluta. Cuando acabamos de rodar en el Fuerte después de dos semanas, nos sentimos liberados.
La película acaba con la liberación de los presos y su reencuentro con los familiares al grito de «Uruguay, Uruguay» y «Nunca más». ¿Cómo vivió su rodaje?
Estaba filmando un episodio que forma parte de la historia de Uruguay y de la cual hay muy poca documentación. Cuando llegué estaba realmente histérico. Fue al camerino de los actores. Lloramos, nos abrazamos y fuimos al set. Cuando empezaron a entrar todos los extras uruguayos llorando y gritando «Nunca más, nunca más» se me olvidó decir cortar. Pasaron dos minutos. Se había creado una realidad y la gente estaba exorcizando; a través de la ficción se había creado un momento real.