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Favorecer el Gobierno de enfrente, buen uso del egoísmo

El independentismo vasco y la mayoría del catalán han impuesto el principio de qué es lo mejor para mí a la hora de favorecer la investidura de Pedro Sánchez, pero eso no les convierte en aliados del Gobierno, sino en parte de su oposición en términos partidistas y adversarios en la cuestión nacional.


Se habla tanto, y no siempre con precisión, de unilateridad o bilateralidad como estrategia política que quizá no sea correcto hacer mención al egoísmo como fórmula táctica a la hora de tomar decisiones, pero parece ser una guía razonable para ver qué hacer. Se trata de no mirar tanto cuáles son los deseos de los demás, ni siquiera los de aquellos a los que puedes beneficiar, sino hacer caso únicamente a los intereses de quienes tú quieres representar y proteger.

Un gobierno del PSOE no entusiasmará a ningún independentista vasco. Los más veteranos recordarán los GAL o la reconversión industrial, muchos más saben de los años de torturas, de la dispersión y del alejamiento, de la ilegalización de la izquierda abertzale que le permitió a Patxi López llegar a Ajuria Enea de la mano del PP... cada cual puede añadir aquí su propio listado de motivos para darle un sonoro «no» a la investidura de Pedro Sánchez. Entre esos motivos se incluye la idea de que el objetivo de cualquier independentista es generar la zozobra en la metrópoli o que, como explicitó ayer Montse Bassa, diputada de ERC y hermana de la presa y exconsellera Dolors Bassa, «personalmente me importa un comino la gobernabilidad de España».

Pero más allá de la pureza ortodoxa, que puede satisfacer hasta el onanismo tu ego de capitán general de la consecuencia ideológica, el problema es que esas decisiones tienen efectos y repercusiones que no siempre casan bien con tus supuestas intenciones. Y entonces, como al final hicieron Dolors Bassa y también Bel Pozueta, a la que tampoco le faltan motivos para querer pinchar el balón en lugar de jugar con él, se impone la responsabilidad de pensar en qué es lo menos malo para quienes te han votado. Llamémosle egoísmo bien entendido, aunque no suene políticamente correcto.

Si EH Bildu hubiera votado que «no» ahora mismo estaríamos en un estrés de dos meses, camino de las enésimas elecciones en las que, con toda probabilidad, la correlación de fuerzas acabaría siendo peor para el independentismo y la izquierda. No es arriesgado avanzar que acabaría imponiéndose un gobierno de PP y Vox, o de Vox y PP. O del PSOE con el PP.

¿Sería eso mejor para los trabajadores, para los pensionistas, para nuestras presas y presos, que un Gobierno de Sánchez e Iglesias que sabe que su futuro depende en buena medida del independentismo? Respondamos con sinceridad y sin teorías o fantasías insurreccionales para las que sabemos que en 2020 no hay condiciones ni objetivas ni subjetivas.

En todo caso, pese al discurso impuesto por el «trifachito» y sus tentáculos, el independentismo no es aliado de este Ejecutivo sino parte de su oposición en términos partidistas, y su adversario en términos nacionales. La «coalición progresista» de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es el Gobierno de enfrente. Para hablar en términos claros: es el Gobierno frente al que se manifestarán el próximo sábado decenas de miles de vascas y vascos para exigir que se respeten los derechos de lo presos, puesto que va a ser su carcelero. Al igual que a esa coalición se le exigirá que se respeten las reivindicaciones democráticas y nacionales.

Pero también se abren oportunidades. Por ejemplo, en el ámbito social, en el actual Congreso hay una mayoría absoluta de 178 votos de PSOE, Unidas Podemos, Más País, ERC, EH Bildu, CUP, BNG para poder hacer políticas de izquierda. Y se les podrían sumar los 6 del PNV y los 8 de JxCat para afrontar una solución democrática para Catalunya y cabría esperar que también para Euskal Herria.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tienen votos para poder hacer historia. Habrá que ver si tienen además voluntad política y valor suficiente. Pero también será necesario que sus oponentes, como EH Bildu y ERC, actúen con la paciencia prometida y la inteligencia que han demostrado en esta investidura, para seguir haciendo prevalecer su egoísmo nacional y de clase.