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Votos y chancletas

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Hubo un tiempo en que los que nos dedicamos a rellenar líneas sabíamos cuándo llegaba el verano. San Fermin y las primeras pedaladas del Tour de France eran una señal inequívoca. Un mandamiento para arrancar con reportajes ligeros y entrevistas desenfadadas.

Este año, los plumillas vascos hemos perdido las últimas referencias claras sobre lo que el respetable lector espera de nosotras en estas fechas sudorosas.

El 28 de junio, en el arranque de la operación vacacional, tuvimos elecciones locales en Ipar Euskal Herria, una segunda vuelta electoral que sabía a repesca, y que, sin sorpresa, se saldó con un alto nivel de abstención.

Con las pantallas de televisión copadas por imágenes de la gran evasión hacia el litoral, no creo que a nadie le pudiera sorprender la baja afluencia de votantes.

Con todo, como en el fútbol, lo que cuenta es lo que aparece en el marcador, no si el campo estaba más o menos lleno. Sin ponernos estupendos, a partir de las 20.00 del 28J, como a esas mismas horas del 12J, se habla de resultados.

O si se prefiere, del paisaje que dibujan esos números. En la pugna hexagonal, la desescalada se le atragantó al presidente que «no es de izquierda ni de derechas», pero, a ver si les suena, aplica políticas liberales con un muy discreto toque social.

Esta vez no coló. Los que se tomaron el tiempo de votar perfilaron, a grandes rasgos, la que puede ser la alternativa al macronismo, que será plural, y tendrá su argamasa en proyectos compartidos: lo que vale para interpretar -solo en parte- la victoria de las listas participadas o lideradas por abertzales en el sur labortano como para entender la ola verde aderezada de «otros muchos colores» que se ha levantado en la escala hexagonal.

Hay otros factores, sin duda, pero ese es un hilo conductor, una corriente de fondo que empieza a mostrar, con todos los matices del mundo, un incipiente cambio de rumbo.

Las formaciones vascas han hecho lo que está en su mano para combatir los sofocos de una campaña fuera de calendario, para dar cuenta de lo que está en juego, y los medios han seguido con mayor o menor gusto el cortejo de actos.

Nadie puede saber lo que está llegando a la gente de esta campaña atípica que sigue agotando crónicas, pero que, con todo, apenas da titulares, porque el covid-19 sigue estando demasiado presente, y por la prevalencia estival que se impone en forma de desconexiones hacia playas, terrazas, sin olvidar la Alde Zaharra de Iruñea.

Es posible que alguien quiera zanjar este episodio tapando sus resultados en el contexto especial, o quien trate de vender sus números con unos resultados concluyentes.

Creo que no acertarán ni unos ni otros, ni nosotros si cerramos esta crónica de votos y de chancletas con la pobre tesis de que «esto es lo que hay».

Quedan unos días todavía para que nos tomemos el tiempo de leer entre líneas, de dejar de mirar para otro lado para poder quejarnos de todo, pero sobre todo para dejar de creer que nuestra principal misión ciudadana es ejercer de patrulleros en tiempos de crisis sanitaria. Creo que, con el merecido respeto, debemos exigir más de nosotras mismas.

En los aledaños de esta campaña, a nada que escuchemos y observemos, pasan muchas cosas, por lo que no es difícil, si se huye de la presión ambiental, encontrar razones para pensar que un país no siempre es, o no solo, aunque también es lo que vota.

Si bajamos el volumen, escucharemos el susurro de fondo. Una corriente subterránea, quizás todavía imperceptible, que escapa al sonar oficial, y que hace pensar en que las alianzas sociales pueden alumbrar escenarios políticos de transformación. Siempre que estemos abiertos a invertir, a fondo, en una actitud de colaboración activa.

Puede ser solo una percepción, pero creo que, cuando menos se espera, cristalizan opciones nuevas. Esas que nos obligan a dar al «delete» y a escribir crónicas admirativas sobre qué y quiénes hicieron posible que, «cuando nadie lo esperaba», ocurriera algo tan simple como que quienes no se resignan a que todo siga igual den el paso preciso para hacer las cosas de una manera diferente y cambiar el curso vital de la mano de las personas.