La alarma es la falta de país
Efectivamente es un chiste que un lehendakari vaya a acabar catalizando una nueva centralización estatal, vía estado de alarma. Pero no puede hacer gracia la constatación de que este país no tiene soberanía ni para defender la salud de sus gentes.
Para leer este artículo
regístrate gratis o suscríbete
¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión
Se te han agotado los clicks
Solo hay una cosa más absurda que un lehendakari forzando a un presidente español a implantar un estado de alarma para todo el territorio; que quizás Urkullu hasta tenga razón, o al menos no tenga otra opción mejor. El asunto de la gestión del covid-19 es la tormenta perfecta en que confluyen todas las fallas de un país sin soberanía, sin consensos, sin perspectiva. Hace poco esa soberanía se reclamaba para dar a sus ciudadanos una vida digna; con esta maldita pandemia ya es simplemente para que mueran menos.
En esa tormenta perfecta, en su rueda de prensa de hoy Iñigo Urkullu ha admitido un secreto a voces: la CAV no tiene competencias para esta gestión, ni para otras muchas. Se lo ha enseñado un tribunal al que decidió pedir permiso, cuando quizás hubiera sido mejor no hacerlo, a la navarra; hay jueces que huelen enseguida la sangre de los políticos débiles.
Pero no es solo un problema judicial: en esa tormenta perfecta el TSJPV ha aplicado neciamente la Constitución, que deja estas cosas mayores (estados de alarma, sí, pero también seguridades sociales, políticas penitenciarias, monarquías, ejércitos...) en manos exclusivas del Estado.
En esta tormenta perfecta siempre cabe buscar aliados políticos para no hundirse, pero Catalunya y Euskal Herria han dejado pasar otra ocasión de un frente común desde marzo, con estrategias erráticas y alianzas estrambóticas (en la Interterritorial del jueves la CAV acabó alineada con Madrid y hoy los primeros en apoyar a Urkullu han sido Asturias, Extremadura y Melilla).
De consensos políticos internos, ni hablamos. ¿Cómo estarán las cosas y qué margen de decisión habrá cuando Urkullu reúna al fin a los partidos a mitades de noviembre? ¿No era más lógica una actuación coordinada esta semana entre la CAV y Nafarroa y no aquel esperpento de la desescalada entre Urkullu y Revilla? ¿Acabará este segundo estado de alarma volviendo a cerrar la frontera del Bidasoa?
La alarma –ayer en crisis, hoy en pandemia, mañana ojalá en bonanza y salud– es la falta de país.