La etnógrafa, intelectual y mujer pionera Gurutzi Arregi, hija adoptiva de Durango
En la mayoría de las fotografías de quienes impulsaron la recuperación de nuestra cultura en aquellos años 60 y 70, Gurutze Arregi Azpeitia (1936-2020) es la única mujer del grupo. El Ayuntamiento de Durango, donde vivió la mayor parte de su vida, ha querido reconocer este jueves a esta etnógrafa e intelectual nombrándola hija adoptiva.
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Gurutze Arregi Azpeitia (1936-2020) hubiera cumplido este jueves 84 años. Murió el 6 de mayo pasado en una residencia de Zornotza, y la situación de alarma sanitaria ha marcado también esta tarde el transcurso del acto con el que el Ayuntamiento de Durango ha querido poner negro sobre blanco la importancia de esta mujer, pionera en un mundo eminentemente masculino y cuyo objetivo, casi obsesivo, fue «recuperar nuestra cultura tradicional, que se nos está yendo de las manos».
Su deseo era, como dijo en una entrevista, «que todas estas cosas queden registradas, porque algún día vendrán otros por detrás que les van a interesar, porque este es nuestro patrimonio. Un patrimonio pequeñito, no son cosas de gran valor, pero que, sin embargo, es nuestra cultura»
En otras circunstancias, y a la vista de las intervenciones de esta tarde de los distintos grupos políticos representados en el Consistorio, donde ella también ejerció de concejala por el PNV, el nombramiento de Gurutzi Arregi como Hija Adoptiva de Durango hubiera sido posiblemente un acto más popular y multitudinario. Pero el momento es el que es. El acuerdo ha sido adoptado por unanimidad y con un componente importante de sentimiento, porque se percibía que era una mujer querida.
La iniciativa de nombrarla hija adoptiva ha partido de 18 personalidades de Durango. Entre ellas están el editor, intelectual e impulsor de la cultura vasca Leopoldo Zugaza y su hijo, Miguel Zugaza, actual director del Bellas Artes de Bilbo y anteriormente director del Museo Reina Sofía de Madrid. Zugaza, que no ha podido estar presente debido a su delicado estado de salud, tendría muchas historias que contar sobre Gurutzi Arregi, con la que creó aquel Gerediaga Elkartea del que surgió, entre otras iniciativas, la Azoka de Durango.
La discípula de Barandiaran
Aunque nació en Lemoa en un año tan agitado como el 36, Gurutzi Arregi vivió desde muy pequeña en Durango. No parecía que una joven trabajadora como ella, que estudió lo que se podía estudiar entonces –secretariado en la escuela de Santa Susana–, podría llegar a convertirse en una intelectual de primer orden. Debía de ser una mujer tenaz porque mientras trabajaba, durante muchos años en la gerencia de una empresa, decidió que iba a estudiar.
De hecho, a los 42 años, se licenció en Sociología y Ciencias Sociales y Políticas en la Universidad de Deustu, donde se doctoró con la tesis ‘Función de la ermita en la vecindad tradicional de Bizkaia’, germen de uno de sus trabajos más importantes.
«A mí siempre me ha interesado el estudio de nuestra cultura: las costumbres de nuestro pueblo, los modos de vida, las comunidades humanas y las instituciones que han existido en torno a ellas; los ritos y el estudio de la religión popular, etc. Es un trabajo para mí apasionante», decía en una entrevista hace unos años.
Hay dos nombres unidos especialmente a la vida y trayectoria de Gurutzi Arregi: Joxe Miguel Barandiaran y Ander Manterola. Con la fotografía de los dos primeros proyectada a sus espaldas, y con una fuerza envidiable en su voz a sus 86 años, el etnógrafo, antropólogo y fundador del instituto Labayru y de Etniker, ha recordado a su compañera de fatigas durante cinco décadas. A una intelectual que dedicó diez años a recorrer Bizkaia, haciendo del orden de un millar de entrevistas para recoger lo que era la vida cotidiana alrededor de las ermitas, en los barrios de caseríos, y que se embarcó con su equipo en la que sería la gran obra de su vida: el Atlas Etnográfico de Vasconia, una obra colosal y de gran importancia diseñada por aita Barandiaran.
«Barandiaran fue el maestro de Gurutzi. Y Gurutzi fue la mejor discípula y la más brillante de Barandiaran», ha apuntado Manterola. Porque en 1972, Gurutzi se integró en el equipo del padre de la antropología vasca, de quien fue durante años secretaria y siempre discípula. El propio Manterola ha desvelado que ella se encontraba junto a su maestro cuando murió. «Fue una gran intelectual, y como persona, un gran corazón», ha añadido.
La trayectoria profesional de esta mujer es impresionante. le daba tiempo para todo. Dirigió el departamento de etnografía del instituto Labayru, coordinó el Atlas Etnográfico de Vasconia, fundó la asociación Gerediaga, fue presidenta de la sección de antropología de Eusko Ikaskuntza... y la lista sigue y sigue. Ahora le falta una calle a su nombre.