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‘Rebel Hearts’ o las monjas que se enfrentaron a la jerarquía eclesiástica

Al gran coro de voces críticas que se alzó en los 60 contra la Iglesia católica, se sumó un grupo de mujeres que plantó cara a los altos mandos eclesiásticos. Eran las Hermanas del Corazón Inmaculado de María, de Los Ángeles. El documental ‘Rebel Hearts’ recoge su historia.

Imagen del documental 'Rebel Hearts'. (SUNDACE FILM FESTIVAL)

El cineasta de origen brasileño Pedro Kos ha recogido en su documental ‘Rebel Hearts’ un episodio atípico dentro del gran enganaje de la iglesia católica y que tuvo como protagonista a la orden de las Hermanas del Corazón Inmaculado de María en Los Ángeles, una congregación que abanderó un ideario basado en la igualdad y con el que plantó cara al estamento eclesiástico.

Según ha explicado Kos a través de una rueda de prensa virtual en el marco del Festival de Cine Independiente de Sundance, «eran unas monjas que querían ser parte del mundo y que querían marcar una diferencia».

Este largometraje de no ficción está integrado en la sección de documentales a concurso en la edición de Sundance, que este año se está celebrando de manera virtual. Alterna imágenes de archivo y entrevistas recientes que rememoran la historia de una orden que había sido fundada a mediados del siglo XIX en Olot (Catalunya) y se dedicaba principalmente a la enseñanza.

Las monjas establecidas en Los Ángeles, influidas por los movimientos sociales de los años 60 y los aires renovadores del Concilio Vaticano II (1962-1965), intentaron adaptarse a los nuevos tiempos cambiando sus métodos educativos, apoyando las protestas antirracistas y antibelicistas, abrazando el arte como medio de expresión. Optaron por dejar de vestir el hábito.

En palabras del cineasta brasileño, «las monjas se otorgaron más libertad en su día a día en su intento por recordar que formaban parte del mundo. Este repensamiento de sus vidas se convirtió en algo muy personal para mí, desde mi posición de hombre latino gay que creció en Brasil, y me descubrió una forma de abordar las estructuras de poder, especialmente la de la Iglesia que nos gobierna de cierta manera... Lo que hicieron estas mujeres fue algo revolucionario».

Su lugar en el mundo

Semejante insurgencia chocó frontalmente con James Francis McIntyre, cardenal y arzobispo de Los Ángeles, al cual no le entusiasmaron aquellas monjas con inquietudes. En opinión de Kos, «ellas pensaban que por el Concilio Vaticano II tenían luz verde para hacer cambios, pero el problema es que la jerarquía de la Iglesia, especialmente en Los Ángeles, era muy conservadora».

En su exposición añade que «McIntyre no era muy fan del Concilio Vaticano II y también veía que el hábito, de cierta manera, era un modo de mantener su control sobre ellas. El hábito significaba que ellas estaban debajo de él».

El duro enfrentamiento entre las monjas y el poder católico llegó hasta los medios de comunicación y, al final, optaron por renunciar a la orden y formar una comunidad religiosa al margen. «Para ellas fue una decisión muy difícil. De cierta manera, fue un rechazo de la institución a la que entraron» y añade que «no veían cómo era posible ser parte de una institución que estaba activamente rechazando y condenando un trabajo que ellas creían que era muy correcto. Es como el fin de una relación».

Kos argumenta que un componente crucial de la rebeldía de estas monjas fue que ellas no solo se dedicaban a la enseñanza sino que se educaban a sí mismas todo el tiempo: «El proceso de cambio fue también el proceso de educación de ellas. Para ser las mejores maestras tenían que estar educadas. Esta orden tenía más doctorados entre sus integrantes que todos los curas del condado de Los Ángeles».

«Cuando llegaron los años 60, ellas ya estaban listas para ser parte del mundo, para hacer los cambios necesarios, para educar mejor a sus alumnas, para ayudar mejor a las comunidades pobres y carentes, y para ayudar a los movimientos por la igualdad que estaban sucediendo en esa época. Parte de su fe era ser parte de la comunidad y ayudar a la comunidad. El cambio era una cosa totalmente ligada a su fe», agrega.

En este sentido, el director subraya que la igualdad articulaba todos los pasos de estas monjas: «Ellas no decían que eran feministas en aquella época, pero después reconocieron que fueron parte de ese movimiento feminista».

En sus conclusiones, el director apunta que «pensaban que todos nosotros somos hijos de Dios. A todas sus alumnas les dijeron que podrían ser lo que quisieran: podrían ser líderes. No solo mujeres y esposas buenas, sino también líderes en política, ciencia, literatura y en todos los aspectos de la vida»-