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De meseta a muro, el perfil de la pandemia sigue cambiando

Desde agosto de 2020 las olas pandémicas habían mostrado un comportamiento similar de crecimiento, pico y descenso. El perfil varió en primavera, con un dibujo más plano, de meseta, y ahora ha cambiado por completo con los brotes festivos y la variante Delta.

Gráfico de Osakidetza con la evolución de la razón de tasas en 2021.

Salvo en la primera gran embestida de marzo-abril de 2020, cuando el covid llegó a Euskal Herria en forma de tsunami –luego se ha sabido que el virus ya estaba entre nosotros bastante antes de que se detectaran los primeros casos, y que los contagios oficiales subestimaron la cifra real–, y en el repunte del verano pasado en la CAV, que se produjo después de que el virus casi hubiera sido erradicado por el confinamiento, la pandemia ha tenido un comportamiento similar cada vez que se ha producido una oleada. La secuencia es bien conocida: a un relajamiento de las medidas preventivas le sucedía un incremento bastante acelerado de los positivos, que tocaban techo unas semanas después de que las restricciones volvieran a endurecerse para empezar a caer de inmediato, a una velocidad parecida a la de la subida.

Esta secuencia, que mostraba un dibujo en forma de montaña, ha quedado reflejada en las curvas de incidencia acumulada, y de forma incluso más gráfica en los cuadros sobre la evolución de la razón de tasas, un parámetro que difunde a diario Osakidetza y que compara la incidencia acumulada en 14 días de una fecha concreta con la incidencia acumulada en 14 días de una semana antes.

Es un dato que muestra de forma clara la evolución de la pandemia, pues cuando el valor de la ratio está por debajo de 1 significa que la incidencia ha disminuido, mientras que por encima de 1 indica que la afección del virus ha crecido de una semana a otra, y cuanto mayor es el número a mayor velocidad se están expandiendo los contagios.

El cuadro que acompaña a estas líneas, tomado del último informe de Osakidetza, muestra la razón de tasas en lo que llevamos de año, donde el dibujo que se aprecia en el mes de enero corresponde a la pauta descrita, la misma que se vivió en la ola de octubre-noviembre y entre agosto y setiembre.

En aquellos meses, los contagios subieron y bajaron de forma rápida, y se mantuvieron poco tiempo en sus niveles más altos, mostrando esa forma piramidal. Los dibujos que más se parecen son los de otoño e invierno, aunque en el primer caso la razón de tasas llegó hasta 1,49 y en el segundo solo a 1,41, y en otoño se mantuvo cuarenta días por encima de 1 por 35 días en la oleada de invierno.

Sin embargo, ese perfil picudo cambió en primavera por otro mucho más plano. Por un lado, la campaña de vacunación, que había alcanzado a buena parte de los grupos de mayor edad y trabajadores sanitarios, junto a un tiempo más benévolo, propició que la pendiente fuera más suave y los contagios no subieran tan rápido. Por otro, la cepa británica, más contagiosa que la original, y la decisión del Gobierno de Lakua de no adoptar ninguna medida adicional –el coordinador del LABI sostuvo equivocadamente el 7 de abril que los casos iban a bajar en siete días y tardaron tres semanas en caer– propició que la razón de tasas se mantuviera por encima de 1 más de mes y medio, el periodo más largo hasta el momento. De ahí la forma de meseta que se aprecia en el gráfico.  

Fiestas y variante, cóctel peligroso

Con el proceso de vacunación cada vez más extendido –esta semana se va a alcanzar el 50% de la población con la pauta completa– y la llegada del verano, que permite hacer más vida en el exterior, a priori se daban las condiciones para que esa hubiera sido la última gran acometida del covid-19.

De hecho, cuando a finales de mayo, dos semanas después del fin del estado de alarma, se produjo un estancamiento en la mejora iniciada después de la ola anterior, no hubo un repunte de contagios suficiente para que la incidencia empeorara de una semana a otra. O dicho de otro modo, la razón de tasas no llegó a superar el umbral de 1.

Parecía que la pandemia se encaminaba a un escenario de mayor control y menor gravedad. Lo segundo está por ver, debería ser así gracias a las vacunas, pero el primer supuesto se ha demostrado que era incorrecto.
Dos elementos han hecho saltar todas las previsiones en los últimos días. Los viajes de estudios que han llevado a miles de jóvenes vascos a zonas turísticas como Salou y Mallorca, y eventos festivos no oficiales –las «no fiestas»–, por un lado, y la irrupción de la variante Delta, más contagiosa que la británica, que ya lo era más que la original, por otro, han provocado una explosión de casos que ha roto con los modelos anteriores.

Como se aprecia en el gráfico, la razón de tasas estaba el viernes en 1,86, muy por encima del pico de otras ocasiones, cuando la pendiente fue además mucho más tendida. Esto muestra una velocidad en la expansión del virus inédita desde el verano pasado. Y hay que tener en cuenta que esos son los datos de la CAV, pues en Nafarroa los números son incluso más llamativos, con la razón de tasas en 3,7, justo el doble. Una cifra insólita.

Ahora, si el aumento de la afección se limita al impacto directo de estos brotes la razón de tasas volverá a bajar con rapidez, adquiriendo una forma de muro. Pero si no se logra atajar bien el primer golpe y se producen muchos contagios secundarios, terciarios, etc., el problema puede ser de calado. Una larga meseta con la razón de tasas por encima de 1 y cifras de casos como estos días sería preocupante, incluso con las vacunas, aunque estas ayudarán a mitigar su efectos.