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Una piedra tallada y diez traviesas de tren marcan la fosa de los ferroviarios

Paternain ha inaugurado este domingo el monolito y la escultura que señalan el punto donde se hallaron los cuerpos de diez ferroviarios secuestrados por la Guardia Civil y ejecutados en 1936. Siete de los cuerpos rescatados en 2022 se identificaron gracias al ADN de la hija de uno de ellos. 

Inauguración del memorial de los ferroviarios fusilados en Paternain. (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

A Gregorio Albo se lo llevó la Guardia Civil mientras descansaba sentado junto a la puerta de casa en su día libre a finales de agosto. Su mujer, Pilar, ni se enteró. Fueron las vecinas las que corrieron a avisarla. Albo, a quien su trabajo como ferroviario llevó de Burgos hasta Arrotxapea, jamás regresó. Pilar quedó a cargo de un bebé de meses y de una niña de cinco años, Charo.

Pilar dudó en volverse a Burgos, pero al final se quedó en Nafarroa. Hoy su nieto –Manuel Ibero– asegura que, una de las razones que daba la abuela para no marcharse, era que si Gregorio volvía, se iba a encontrar su casa vacía.

El caso es que siempre sonó que a Gregorio lo habían ejecutado en Paternain, una pequeña localidad de Iruñerria junto a varios ferroviarios más, por estar sindicado. De ahí que Charo, a quien nunca se le olvidó el día que le quitaron el padre, corriera a hacerse una prueba de ADN en cuanto oyó que el Gobierno navarro iba a sondear en busca de una fosa en esa zona.

«Salió cara. Mi abuelo fue el primero en ser identificado  de los diez cuerpos que sacaron de la fosa gracias al ADN», explica Ibero.

Una vez determinada la primera identidad, tirando del nombre y los dos apellidos de una lista de detenidos los días 28 y 29 de agosto de 1936, consiguieron localizar a las familias de otros seis desaparecidos dispersas por distintas provincias: Julio Butrón, Antolín Eguiluz, Julio Peña, Juan Bautista Sansano, Manuel Serón y Francisco Velaza.

Charo, por muy poquito, nunca supo que su ADN ha permitido encontrar a su padre y los otros seis desaparecidos. Ni que su búsqueda ininterrumpida desembocaría en un acto como el de este mediodía, con la inauguración del memorial. Falleció hace tres años.

En torno a la ya conocida como la fosa de los ferroviarios, los vecinos de Paternain han levantado un monolito de piedra labrado por Peio Iraizoz y una escultura formada por diez traviesas de tren, realizada por Iñigo Subiza.

El ADN gana terreno frente a la búsqueda de fosas

Al acto acudieron las familias de cinco de aquellos ferroviarios, las autoridades locales y el director del Instituto de la Memoria, Josemi Gastón, que ha adelantado a NAIZ su opinión favorable para que este punto se acabe declarando formalmente en Lugar de Memoria (en toda Nafarroa hay 25 de estos puntos, desde Valcaldera hasta la cantera de Bera, pasando por el Parque de Sartaguda).

Gastón, en esa conversación con este medio, ha insistido en la importancia de colaborar con el banco de ADN, pues la realidad hoy es que se están agotando las pistas para encontrar fosas, «pero todavía nos queda mucha tarea por delante para identificar los restos que hemos rescatado».

La ceremonia de inauguración ha contado, además, con la interpretación de una canción compuesta por Bingen Amadoz, ofrenda floral y un aurresku cantado 'a capella' y bailado para los familiares.

«Este memorial es fruto de un gran auzolan», ha asegurado Iñigo Leyún, miembro del colectivo Fosas del Perdón. Citó especialmente al ayuntamiento de Paternain, a los concejos de la Cendea, a Zurbao y a los artesanos Femín Balenzia, Mikel Leyún y Julio Esparza.

El gigante ferroviario de la comparsa de la Cendea de Zizur ­–objeto de vetos por parte del actual ayuntamiento de derechas– fue el encargado de bailar en la apertura y el cierre del acto.