«La literatura de género tiene una potencialidad alegórica muy poderosa»
El cierre de la saga protagonizada por el vaquero John Dunbar, alias Basilisco, se clausura con una imponente ‘Matamonstruos’ (Impedimenta) que despliega todas las bondades de un universo donde se mezcla el western, el terror o el drama para dibujar un escenario donde se retan ficción y realidad.
La trilogía –aunque en este caso podríamos hablar de tetralogía, si contabilizamos “Los extraños”– brotada de la mente del autor asturiano de ascendencia vasca, baja el telón de manera apoteósica, tras ‘Basilisco’ y ‘Araña’, por medio de una novela adictiva y reflexiva sobre la que departimos con su mente creadora.
De entre todos los personajes, historias y escenarios que encontramos a lo largo de esta saga, ¿cuál fue la idea que significó el origen de todo?
Todo empezó como un juego conmigo mismo. De alguna manera se trataba de liquidar una deuda pendiente con mi infancia, porque siempre he sido aficionando al western desde chaval y quería dejar de ser un mero espectador de ese ambiente y convertirme en creador. Pero que algo te guste no significa necesariamente que te vayas a sentir cómodo al desarrollarlo, fue al probar con un relato y sentirme a gusto, ya que esa distancia estilística, temporal y geográfica me permitía cambiar hacia un lenguaje más suelto, elaborado, cuando terminó por convertirse en un capítulo de ese primer libro.
¿Diría que ese cambio formal ha dejado huella de cara a futuras obras o ha significado solo un paréntesis?
La cuestión del estilo siempre está supeditada a lo que quieras contar. En estos libros, de hecho, la parte que transcurre en el presente está expresada de forma más llana y seria, mientras que la del western encadena subordinadas. Resulta más untuosa. Lo que sí ha llegado para quedarse es el método de escritura. Antes planificaba los proyectos de forma obsesiva; sin embargo, los de esta saga se han ido formando sobre la marcha, con la lógica inseguridad que eso genera respecto a si iban a ser comprensibles o de interés para el lector, algo que, por fortuna, parece que está pasando. El resultado ha sido más cálido y emocional que en pasadas ocasiones. No se trata tanto ya de una maquinaria de relojería, sino de una abierta a zonas grises y a la interpretación subjetiva.
«Me gusta ver cómo crecen mis personajes, volcar sobres ellos las nuevas experiencias que voy viviendo»
Especialmente en esta saga aparecen personajes recurrentes a lo largo de sus libros, ¿toda historia, una vez escrita, se mantiene viva y puede demandar nuevos caminos?
Hay personajes míos que han sido recurrentes en diferentes libros. Me gusta ver cómo crecen, volcar sobre ellos las nuevas experiencias que voy viviendo y poder comparar cómo son ahora y lo que eran antes. Una de las motivaciones de estos tres libros de nuevo ha sido una referencia infantil. Cuando leía cómics, ya fueran ‘El teniente Blueberry’, ‘Tintín’ o ‘Batman’, no me encajaba que les pasaran tantas cosas y fueran siempre los mismos. No cambiaban.
Cuando trabajé en John Dunbar, tenía claro que no podía ser así. Al principio era más esquemático, un arquetipo ambulante, pero sobre todo las personas con las que va tratando le llevan a ir humanizándose, ya es alguien más parecido a nosotros en cuanto a matices y dudas internas.
A la hora de escribir ‘Matamonstruos’, ¿tuvo en cuenta que su resultado, dadas las constantes referencias a tramas pasadas, pudiera ser disfrutado tanto por quienes habían leído los anteriores episodios como por aquellos que acudieran a ella por primera vez?
Eso es algo que por supuesto tuve en mente. Los tres libros son autoconclusivos, se pueden leer de manera independiente, cada uno tiene un tema más protagónico que le da entidad propia. Para este último tuve como referencia ‘La mansión’, de Faulkner, que era el cierre de otra trilogía. Estudié cómo hacía esas recapitulaciones de forma que los lectores primerizos pudieran encarrilar la narración, al mismo tiempo que quien leyera las tres en orden obtuviera una visión conjunta más nítida y que apreciara mejor la evolución.
Durante estos libros ha conjugado el entretenimiento y la reflexión a través de la ciencia ficción, el terror o sobre todo el western. ¿Cree que todavía hay géneros que son considerados de segunda?
Por desgracia, sí. Y es algo que me parece incomprensible y me irrita bastante, porque se trata de un prejuicio que pretende restarles fuste literario. Son géneros que tienen una potencialidad alegórica muy poderosa, puede que nos hablen de forma fantasiosa o de otras galaxias y momentos, pero eso no significa que estén desligadas a nivel metafórico de nuestra realidad. Una novela de terror puede interpelar de forma muy directa y hacer un análisis o crítica muy provechosa del aquí y ahora.
«En un resumen rápido del libro podríamos decir que los personajes están embarcados en una investigación para averiguar si la ficción puede tener un efecto positivo, palpable y duradero en sus vidas»
El personaje de Jon, autor de las novelas sobre Basilisco, comparte muchos elementos biográficos con usted. ¿Significaba una herramienta para jugar con ese doble plano entre ficción y realidad presente a lo largo de todo el libro?
Ese Jon escritor ha sido un alter ego que ha ido cobrando forma poco a poco. En principio, no era así; de hecho, ya había aparecido en relatos previos, pero expresado en primera persona, sin desvelar su nombre, aunque yo le prestaba apuntes biográficos míos con el fin de canalizar ideas propias. Con el paso de las novelas, le he ido ofreciendo más datos y, en la medida que este libro es una reflexión sobre el influjo de la ficción en nuestras vidas, me parecía muy oportuno que uno de esos personajes se dedicara como yo a la escritura, para que su discurso obtuviera mayor solvencia.
Respecto a ese el duelo interno que John Dunbar dirime entre abandonar su leyenda de pistolero y encontrar la tranquilidad de una vida familiar, su mujer le reprocha que la imaginación es más peligrosa que cualquier indio. ¿La ficción sobre nosotros mismos encadena más que libera?
En un resumen rápido del libro, podríamos decir que los personajes están embarcados en una investigación para averiguar si la ficción puede tener un efecto positivo, palpable y duradero en sus vidas. Pero no se trata de una búsqueda ingenua, ni una panacea que resuelva las cosas; de hecho, se plantea la posibilidad de que si olvidas lo que es ficción y la confundes con la realidad, o incluso llega a cobrar más importancia, entonces puede ser algo pernicioso, convirtiéndose en una zona intermedia donde quedarse atrapado, impidiéndote seguir adelante.
El terrorífico personaje de La Araña representa ese lado más destructor que todos albergamos. En un momento se dice que no hay que olvidarla sino hacerla pequeña, que se esté quieta, ¿aceptar su existencia es más útil que intentar exterminarla?
Yo creo que sí... Porque además los esfuerzos por aniquilarla no es que solo sean inútiles, lo que estás haciendo es reforzarla con toda esa atención prestada. Aceptar esa parte de nosotros que no nos gusta o puede ser dañina, en el sentido de ser conscientes de que está ahí, me parece más beneficioso que su extirpación. Hay que mirarla de reojo, tenerla vigilada pero que no se convierta en el faro de nuestros días.
Casi al final del libro dice que se despide para siempre de Dunbar, lo que no significa que no le siga necesitando. ¿Hay vida futura para estos personajes?
Eso es algo que todavía no lo sé. A día de hoy, estos personajes se merecen un descanso y quiero hacer otras cosas. Sé cómo será el siguiente libro, pero no los que habrá, de haberlos, más allá. De lo que estoy seguro es que si el día de mañana estos personajes llaman a mi puerta, yo, desde luego, no les voy a ignorar y estaré encantado de verles de nuevo actuar.