Anatomía de un desastre, o cómo Moneke solo puso la guinda de la derrota ante la Virtus
El ala-pívot nigeriano se está llevando los palos por la jugada de «tres más uno» que le costó la derrota de Saski Baskonia ante la Virtus de Ivanovic, pero una situación tan delicada como la del cuadro gasteiztarra merece un reparto más global de las responsabilidades.
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«Un triple empata esto... Clyburn... Clyburn... Clyburn, ¡para enviar esto a la prórroga! ¡Bravo, Will Clyburn! ¡Bravísimo, Will Clyburn!».
AND-1 FOR THE WIN
— Turkish Airlines EuroLeague (@EuroLeague) December 12, 2024
Will Clyburn getting the three and the foul to turn the scoreline for @VirtusSegafredo in the last second of the game#MotorolaMagicMoments I @Moto pic.twitter.com/myKkU16PhJ
Algo tiene el baloncesto de hipnótico, que estas narraciones que bordean la histeria uno las tiene que ver una y otra vez, sin parar... a veces porque desea ver en bucle el desenlace inesperado, y en otras, porque espera que, por arte de magia, ese último balón que ha entrado salga escupido por el aro, porque la estúpida falta del Chima Moneke de turno se convierta en el hermano gemelo del «tapón del barbero» que Manu Ginóbili le puso a James Harden en aquellos play-offs de la NBA.
Pero no hay manera. Si algún osado quisiera volver revivir la dolorosa secuencia del «Herrerazo» en aquellas Finales de la Liga ACB 2004/05, verá que Alberto Herreros volverá a meter el triple ganador de una remontada imposible, por más que el alero de Fuencarral estuviera ya viejo y acabado, verá a San Emeterio escurrirse por debajo de Terence Morris para colar un «dos más uno» y darle el título liguero al Baskonia frente a un Barça de otro planeta, y verá a un avejentado Will Clyburn, lejano de aquel que fue MVP de las Finales de la Euroliga de 2019 disputadas en el Buesa Arena, «levantarle» un partido ganado a Saski Baskonia la noche del jueves 12 de diciembre, sumándole un tiro libre ganador al triple que, de milagro, anota contra tabla. Es decir, «una castaña», como acertadamente definía Pablo Laso.
«Una castaña» que deja a los gasteiztarras en la decimocuarta posición de la Euroliga con un balance de 6-9, y con la perspectiva tenebrosa de tener que cerrar la primera vuelta lejos del Buesa Arena, donde solo ha ganado un partido, en una nueva semana doble: el martes 17 en Belgrado frente al Maccabi y el jueves 19 en el OAKA, la pista del Panathinaikos, vigente campeón de la Euroliga.
«Una castaña», sin duda, que viene precedida por una secuencia de calamidades. Porque Chima Moneke es quien más palos se está llevando, y con un merecimiento relativo, ya que el ala-pívot nigeriano solo le puso la guinda. «Hay que hacer falta antes» desveló Laso en rueda de prensa, añadiendo que la directriz que tenían sus jugadores era parar como diera lugar y en falta la última acción del partido, una acción que arrancó a falta de 4,5 segundos para terminar y con 81-78 en el marcador.
Y Moneke se equivocó. ¡Vaya si se equivocó! El nigeriano vigilaba el saque de Clyburn, que fue hacia Shengelia, y fue en busca del georgiano, perdiendo la referencia de su defendido. Clyburn recibió rápido el pase de vuelta del excapitán baskonista y afrontó la transición en carrera, superando fácilmente a Moneke y encarando libre de marcaje la canasta baskonista. Con el tiempo arrojando sus últimos granos de arena, el alero de la Virtus se levantó a casi nueve metros del aro, para no tirarse a los brazos de Donta Hall que lo esperaba dos metros más allá, y recibiendo el contacto de un Moneke que buscaba recuperar aceleradamente la marca de su par. ¿Resultado? El de todos conocido: triple y tiro libre adicional, que convirtió para el 81-82 final, y el monumental cabreo que dejó a los incondicionales del Baskonia, que después de apreciar el gesto del ala-pívot de no someterse al mercadeo al que lo ha expuesto su club, ahora quisieran perderlo de vista cuando antes.
Las miradas no defienden
El quinteto sobre la pista del Baskonia estaba formada por Moneke, Forrest, Rogkavopoulos, Kamar Baldwin y Donta Hall. El heleno y el georgiano Kamar Baldwin se fueron con sus respectivos pares, Grazulis y Morgan, y ninguna incidencia tuvieron en la jugada, más allá de estar sobre el parqué.
No se puede decir lo mismo de Trent Forrest y Donta Hall. El pívot, compañero de equipo en Mónaco de Chima Moneke; es decir, conocedor de sus despistes e irregularidades en defensa, marcaba a Tornike Shengelia. En principio, nadie puede reprocharle no seguirle las huellas al ala-pívot georgiano cuando recibió el primer pase, aunque después su defensa pecó de pasividad. Sí, levantó la mano para dizque «puntear» el triple de Clyburn, ¿pero desde dónde?
Donta Hall acompañó en la carrera al alero de la Virtus –Shengelia se quedó sobre la línea del medio campo– pero cuando la estrella de los italianos se clavó para lanzar, a más de ocho metros del aro, Donta Hall tenía uno de sus pies claramente dentro de la línea de 6,75 metros. Esto es, intentó taponar el tiro de Will Cyburn después de darle al alero de no menos de metro y medio, más el salto hacia arriba del alero norteamericano. ¿Fue una buena defensa? ¡No por cierto! Con su par, Shengelia, fuera de juego, acompañar a Clyburn no bastaba, sobre todo desde el momento en que pudo ver al jugador de la Virtus superar como un bólido al bueno de Chima Moneke, descartado para la defensa después del «tuya-mía» entre Clyburn y Shengelia.

Trent Forrest puede dar testimonio del desajuste defensivo de Chima Moneke y de la escasa responsabilidad de Donta Hall a la hora de cambiar de asignación, algo más que habitual en situaciones de final de cuarto, o de partido. El resto estamos para dar testimonio de la pasividad defensiva del propio Trent Forrest.
Forrest estaba encargado de Isaia Cordinier, pero el base norteamericano dejó pasar al internacional francés que, por el vértice derecho del ataque italiano, se pasó toda la acción pidiéndole el balón a Clyburn. Si este hubiera querido, hubiera tenido un pase más que franco para un Cordinier que hasta aquel momento había fallado el único triple que había intentado, pero en el momento en que Clyburn se clavó para intentar su triple a la desesperada, con dos segundos para el final, estaba solo en la línea de 6,75 metros. Cierto es que Baldwin hubiera podido saltar al robo o a puntear el tiro del francés, confiando en el escaso tiempo restante para invalidar un pase extra para Morgan. Quizá por ello Clyburn descartó el pase a Cordinier.
Pero es que Forrest era el jugador más retrasado del Baskonia cuando salió el triple de la mano de Clyburn, al punto de que Shengelia estaba a su altura. ¿Significa eso que Forrest decidió defender a Shengelia? No, ese tampoco es un atenuante, porque la misión del georgiano en el ataque de la Virtus había acabado tras devolverle el balón a su compañero. ¿Hubiera podido asumir el cambio defensivo, dejando a Moneke descolgado, dejando a Donta Hall para el intento de tapón mientras él se centraba en estorbar a Clyburn? Sería lo suyo, ya que era el defensor más cercano al alero de la Virtus cuando rebasó a Moneke, pero se quedó a dos aguas, ni Cordinier ni Clyburn, sin apurar el paso en el balance defensivo, a la espera de que, bueno, alguien fuese a frenar a la estrella rival. Total, que Will Clyburn lanzó rodeado por tres rivales aunque en realidad ejecutó su tiro completamente solo.
Nombres propios
«Si el Baskonia no hubiera fallado seis tiros libres en el último minuto, no hubiera habido partido», admitió Dusko Ivanovic, pero también añadió que «este final es demostrativo que hay que seguir luchando hasta el último segundo».
Por su parte, Pablo Laso se quejaba de las rápidas transiciones italianas que supusieron puntos fáciles y rápidos con el choque virtualmente ganado y que mantuvieron a la Virtus a tiro hasta la acción final. «Con siete de ventaja hemos ido a por ellos en lugar de esperarles», se quejó.
Parafraseando a Dusko Ivanovic, el entrenador ni anota ni defiende, de forma que errar 6 de 8 en tiros libres a partir del 70-68 es algo que escapa a lo que los técnicos pueden controlar. En todo caso, es responsable de que sus jugadores actúen de manera cabal. Markus Howard firmó un 2 de 14 en triples y un 3 de 6 en tiros libres, pero siendo como es el mejor tirador del Baskonia, es lógico que sea una de las primeras opciones ofensivas de Pablo Laso, como lógico es que en los últimos minutos Howard saliera en los «cambios de balonmano» para eliminarlo de la ecuación defensiva, sabedor de que por momentos es tan inoportuno como Moneke.
De hecho, en los últimos minutos del partido Markus Howard fue el protagonista de todos los cambios del Baskonia, bien para entrar o para salir del juego: casi siempre en lugar de Trent Forrest y una vez por Donta Hall. Nadie más de los que estaban en el banquillo saltó a la cancha en esa recta final.

Y de cara a la última defensa del Baskonia, si hubo algo chirriante fue que dos de sus mejores defensores, Tadas Sedekerskis y Khalifa Diop, estaban atornillados en el banquillo. El capitán del Baskonia salió del campo a falta de 8.23 para el final y con 61-58 en el marcador, después de cometer sobre Will Clyburn su segunda falta. Khalifa Diop, en uno de sus mejores partidos con 8 puntos y 8 rebotes para una valoración de 15, no jugó los 3.31 minutos finales, confiado el entrenador baskonista más en Donta Hall que en Khalifa Diop. El resultado era de 70-68 cuando Diop dejó el parqué.
¿Hubiera cambiado la suerte del partido otro quinteto? Nadie sabe mejor que Pablo Laso sobre el material humano que maneja, pero sorprende que Sedekerskis tuviese 31 minutos de juego pero no disputase casi nada del último cuarto, justo cuando Dusko Ivanovic había planteado un quinteto pequeño, con Shengelia, Grazulis y Clyburn intercambiando sus posiciones en la pintura.

«El equipo ha estado bastante sólido defensivamente», declaró Laso, con razón. Pero en el último minuto encajó 10 puntos –del 77-72 al 81-82 final–, en cuatro posesiones de la Virtus que precisó menos de 20 segundos para lanzar y anotar en la primera y menos de ocho para sumar puntos en las otras tres.
Todo ello no invalida que el tiro final de Will Clyburn fuese «una castaña» que entra una vez cada mil intentos. Pero hay que reconocerlo a Saski Baskonia, quién sabe si por deferencia a un rival tan relacionado con el glorioso pasado del club gasteiztarra, le puso todas las facilidades para poder a término una remontada que jamás en la vida tuvo que haber tenido lugar.