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Soroiz: «Han sido los dos meses más duros y maravillosos de mis 50 años de profesión»

El equipo de Moriarti, con Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga al frente, irrumpe en competición oficial con ‘Maspalomas’, una propuesta de contrastes sobre la homosexualidad y la sexualidad en la tercera edad.

El equipo de ‘Maspalomas’, esta mañana en el Kursaal. (Jon Urbe | FOKU)

Vicente (Jose Ramon Soroiz) es un hombre de 76 años que vive en Maspalomas desde hace 25 años, después de haber decidido dejar atrás a su familiar y vivir libremente su orientación sexual, hasta que en un momento sufre un ictus y ha de regresar a Donostia a una residencia, donde volverá a encontrarse con su hija Nerea (Nagore Aranburu), quien se hará cargo de su cuidado. Vicente se ve obligado a ‘volver a entrar en el armario’ al enfrentarse a una realidad mucho más conservadora que en nada se asemeja a su vida en Maspalomas y eso se verá reflejado en su compañero de habitación, Santi (Kandido Uranga).

‘Maspalomas’ es una de las propuestas más atrevidas que ha creado el equipo Moriarti a lo largo de su carrera. La primera media hora de metraje es una muestra valiente que abre la ventana a la homosexualidad en la tercera edad, con escenas de sexo bastante explícitas y con una cuestión para abordar en la base de la cinta: la sexualidad en la tercera edad.

La película ha sido proyectada esta mañana en Sección Oficial y el equipo ha comparecido ante la prensa, que ha acogido entusiasmada esta nueva propuesta rodada en euskara.

La primera pregunta ha ido dirigida a Jose Ramon Soroiz, principal protagonista, quien hasta ahora ha esquivado cualquier encuentro con la prensa. Pero en su alocución ha sido muy claro con los sentimientos que se cruzaron en él cuando Arregi y Goenaga le hicieron la propuesta de participar en ‘Maspalomas’. «Me costó mes y medio, dos meses decidirme si hacer o no la película. Leí el guion y me encantó, me emocioné. Pensé que lo podía hacer, pero estaba... lo otro... ‘A mí dadme tiempo para pensarlo’, les dije. Lo comenté en casa y me dijeron, ‘tú verás, estás jubilado, ¿qué necesidad tienes de hacer esto?. Nunca lo has hecho y, ¿ahora lo vas a hacer?’. Así todos los días. El problema era que yo quería hacerlo porque me gustaba, pero el cuerpo no... Después me ayudaron mucho. ‘Esto es una coreografía’, me decían. ‘Lo ensayamos todo, vemos qué se te va a ver’... Con eso me animé y les dije que sí, porque luego tenía seis meses para prepararme. Yo quería hacer la película como lo ponía en el guion, si no no tenía sentido. Estoy orgulloso de mi trabajo. Me he vaciado, eso sí. Fueron los dos meses más duros y más maravillosos en los 50 años que llevo en esta profesión», ha afirmado.

Y es que Soroiz comparte reparto con dos viejos amigos del mundo de la interpretación, con Kandido Uranga, por un lado, y con Nagore Aranburu, por otro. Se da la casualidad, además, de que ambos vuelven a coincidir treinta años después de que Aranburu interpretara a la criada del lehendakari en ‘Jaun eta jabe’. «Mi primer trabajo como actriz fue con él, como su criada. Y cada vez que le veía me mareaba de la impresión que me daba. Ha sido muy especial volver a trabajar con él 30 años después».

Ambos directores también se han mostrado agradecidos por el esfuerzo realizado por Soroiz, que seguramente se ha enfrentado al papel más importante de su vida. «Hay que ver cómo crece en el escenario y con las escenas de sexo ocurrió algo parecido. Pusimos negro sobre blanco con lo que queríamos en cada escena, lo que se quería mostrar. Y siempre tienes la incógnita de lo que iba a pasar, pero Jose Ramon elevaba toda la escena», ha elogiado Arregi.

En cuanto a la temática de la película, cuya gran parte se desarrolla en una residencia para personas de la tercera edad, los directores han hecho su propia lectura, al afirmar que la residencia es una especie de metáfora de lo que ocurre en la sociedad. «Hay una tendencia de homogeneizarlo todo. Se supone que estamos en una sociedad aperturista, pero hasta cierto punto. Es una pequeña pulla cuando se supone que hay aboluta libertad para decir lo que sientes, pero luego hay una violencia invisible que te limita», han recordado.