Mikel ARIZALETA

Recordando Kukutza desde un juzgado

Era una foto impactante: de derribo, de destripe de edificio, de escombros y hierros colgantes, de manchas y borrones de colores vivos envueltos en polvo, de sillas rotas y bicis dobladas.

Imagen del derribo de Kukutza
Imagen del derribo de Kukutza

La foto me impactó, me recordó las fotos de la maleta mexicana de Robert Capa, expuesta en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, con fotos del putsch del 36, de gente yerta en el suelo, de campos de concentración y de edificios violentados y rotos, de sangre, guerra y mala leche.

El derribo comenzó en setiembre de 2011, Kukutza era todavía una fábrica joven de sueños de muchos colores, un gaztetxe creativo, taller de formación, de ilusiones compartidas, de proyectos de libros y trabajos amaneciendo, de futuro y vida…

Esta fábrica de sueños, Kukutza, surgió de un local abandonado de años, que un día perteneció a un narcotraficante que huyó abandonándolo.

Hubo manifestaciones grandes de apoyo, escritos sesudos de defensa y solidaridad, lloros de pena. Un buen día intervino la propiedad privada con jueces, alcalde y policía… y primero lo dejaron así, roto y deshecho, desvencijado y con huellas de sudor y sangre de inquilinos, luego lo convirtieron en solar vacío.

Hoy es un páramo de soledad y tristeza. Rompieron sueños con excavadoras y a pelotazos. Me recordó, claro está a pequeña escala, la conquista o saqueo de América, el rescate de Grecia por la banca internacional o la gobernanza de Rajoy: narcotraficantes saqueando la Universidad, las clínicas, las pensiones de una vida trabajada… con ayuda y colaboración de autoridades, jueces y policía.

Hubo detenidos y muchos heridos. Y luego mucha tristeza y un páramo vallado y muerto en medio del barrio.

El alcalde Azkuna justificó en voz alta: «El Ayuntamiento tiene que defender la propiedad privada». El consejero de Interior, Rodolfo Ares, explicó con una de sus milongas la bestial actuación de sus ertzainas: «Estos pirómanos hubieran incendiado Rekalde».

Hubo bastantes detenidos y muchos masacrados y heridos. Y luego mucha tristeza y un páramo vallado y muerto en medio del barrio. Y los vecinos al pasar por delante hoy menean la cabeza y dicen: si les dejamos gobernar así seguirán rompiendo nuestros sueños, arrasando nuestra creación y quebrando nuestra vida.

Este miércoles, 6 de junio, y en un juzgado de Bilbo se ha visto ante el juez la denuncia hecha mendazmente por la Ertzaintza contra tres alemanes de Hamburgo, acusados de quemar un contenedor de basuras en el barrio de Rekalde a una hora en que no estaba quemado.

También en la Alemania de 1918 eran frecuentes los registros domiciliarios; cuenta Wilhelm Hausenstein que la policía al registrar en Munich el piso de Ernst Toller encontró escritos literarios de Rilke, lo que bastó a la policía para matar dos pájaros de un tiro y violentar también el piso de Rilke de la calle Ainmiller porque aquel de quien se sospechaba que era inteligente y perspicaz se le visitaba con culatas de fusil.

Y claro, también las culatas de fusil y las botas de militar tocaron un día temprano, a las cinco de la mañana, en su puerta, en la puerta del gran poeta Rainer Maria Rilke con la falsa acusación, ¿y qué si hubiera sido verdad?, de ser bolchevique.

Aquel poeta Rilke de Praga, que un día nos regaló aquel verso bello: Un día tomé entre mis manos tu rostro. Sobre él caía la luna. El más increíble de los objetos sumergido bajo el llanto.

Un joven activo, con ideas, con rostro de luz de luna, que piensa -como también lo ha dejado claro Kukutza- sigue siendo hoy objetivo policial, de jueces y alcaldes Hace años que nos vienen denunciando los pueblos de América, luego lo repitieron los griegos y hoy son muchos entre nosotros.

Es lo que ocurre por desentendernos de nuestros sueños y halagar al viejo narcotraficante con palabras bellas como banco, juez, alcalde, audiencia o policía. ¡Trabajemos y luchemos juntos para que nuestros sueños no se conviertan en escombros!