@zalduariz

Abril o mayo, ¿quién manda?

Hacía 40 años que no se celebraban dos elecciones tan pegadas como las de esta primavera. Las citas estatales y las forales movilizan a electorados diferentes. Más allá de la obviedad de que el 28A condicionará el 26M, es una incógnita saber cuál de las dos ejercerá mayor fuerza tractora.

Beñat_Zaldua_aurpegia
Beñat_Zaldua_aurpegia

El ciclo electoral de esta primavera transita territorio desconocido. Todo el mundo da por hecho que la campaña que arrancó oficialmente esta semana no acabará hasta que conozcamos los resultados de las municipales, forales y europeas del 26 de mayo. Elecciones a doble vuelta, si quieren.

Queda fuera de toda duda que lo que ocurra en las estatales va a influir en el ánimo y las expectativas de los partidos de cara a la triple elección de mayo. Es una cuestión cronológica que tiene que ver con el transcurrir lineal del tiempo: lo que ocurre en primer lugar condiciona lo que ocurre en segundo lugar. Punto.

Pero dudo mucho que el vaso comunicante entre ambas citas sea unidireccional. La cita de mayo condiciona también la de abril, ni que sea porque las maquinarias locales de los partidos están ya más engrasadas que en unas estatales ordinarias. No parece tan marciano pensar que los partidos a los que se les suelen hacer más cuesta arriba las citas madrileñas puedan dárseles algo mejor las estatales de este año.

El voto dual existe –hay cada vez más gente que vota una cosa en las generales y otra en las municipales–, pero también es verdad que cada elección moviliza a electorados diferentes: hay personas que solo votan en las generales, sin que les importe demasiado el nombre de su alcalde, igual que hay personas que votan en las forales sin que les importe un pimiento lo que pase del Ebro para abajo.

Lo fascinante de la cuádruple cita de este año es que apela tanto a unos como a otros. Miel para politólogos y aficionados a este deporte minoritario llamado política. En 40 años de elecciones solo ha ocurrido una vez que dos elecciones quedasen tan pegadas, y fue en 1979. Sería una osadía utilizar aquellos resultados como referencia.

Bienvenidos por tanto al terreno de la incertidumbre. A la incerteza de las encuestas –¿quien puede hablar de nada con seguridad con un 40% de gente que no sabe qué va a votar?–, se suma, por tanto, la pregunta sobre estos vasos comunicantes entre abril y mayo. ¿Qué cita tendrá una mayor fuerza tractora entre el electorado? Hablamos tras el 26 de mayo.