Karlos ZURUTUZA

Covid-19 en Libia: una bomba de relojería

Con dos Gobiernos en liza, unas infraestructuras en ruinas desde 2011, decenas de miles de hacinados en centros de detención y en plena guerra en torno a la capital, el impacto del virus en Libia puede ser el más devastador de toda la cuenca mediterránea

Trabajos de desinfección en Trípoli. (Mahmud TURKIA-AFP)
Trabajos de desinfección en Trípoli. (Mahmud TURKIA-AFP)

Toque de queda de 6pm a 6am, aunque eso tampoco cambia mucho las cosas en una ciudad, Trípoli, en la que salir a la calle cuando se pone el sol nunca fue buena idea durante ya casi una década. Libia sigue siendo un país cuyo poder se disputan dos Ejecutivos; precisamente el próximo sábado 4 de abril se cumple un año del lanzamiento de la ofensiva sobre la capital a manos del general Haftar (el caudillo del Gobierno del este).

Ni la maquinaria bélica que le proporciona Emiratos Árabes Unidos ni los mercenarios rusos del grupo Wagner han conseguido romper un empate técnico en los barrios del sur de Trípoli. En cualquier caso, fuentes capitalinas estiman ya en casi 60.000 el número de personas que han huido de la ciudad desde el inicio de la ofensiva.

Probablemente no serán los últimos. Nada más anunciarse las medidas contra el Covid-19, Haftar lanzaba una nueva oleada de proyectiles, algunos de los cuales impactaron en la ciudad vieja de Trípoli, hoy principalmente habitada por  migrantes subsaharianos. Al cierre de esta edición, fuentes consultadas por NAIZ en la capital apuntaban a bombardeos «en algún lugar del sur de Trípoli».

Volviendo al virus, hasta el momento son ocho los casos confirmados, cinco de ellos en la ciudad de Misrata. Los datos llegan entre constantes cortes de agua como el del pasado lunes 30 de marzo, aunque más que la previsible falta de higiene preocupa el hacinamiento en cárceles y centros de detención. El pasado 28 de marzo se liberaba a 466 presos en Trípoli «para evitar aglomeraciones peligrosas», en palabras del ministro de Justicia en Facebook.

Se trata de un gesto cosmético más que otra cosa en un país en el que decenas de miles de migrantes permanecen retenidos en centros bajo control del Ministerio de Interior, o por la miríada de mafias del tráfico de personas activas. Human Rights Watch valoró «positivamente» la liberación de ese grupo de presos, pero también alertaba sobre lo más obvio: las condiciones de hacinamiento de los privados en libertad hoy en Libia son una bomba de relojería en un momento tan delicado como este.

Colapso

El pasado lunes se ampliaba el toque de queda de 2pm a 7am y se prohibían los desplazamientos internos. Para entonces, los que tenían dónde alojarse ya se habían trasladado a zonas rurales, o a las montañas de Nafusa, como en el caso de los bereberes.

Desde esa atalaya sobre la costa y el desierto libio, Shokri Agmar, un abogado con despacho en Trípoli decía sentirse más seguro. «Aquí no hay combates y, si las cosas se ponen feas por la falta de suministro, siempre podemos recurrir a lo que nos da el campo», decía el amazigh. Por el momento, el paso fronterizo con Túnez permanece únicamente abierto a camiones, pero las tiendas siguen abastecidas. El este del país, sin embargo, mantiene inalterada la circulación en su frontera con Egipto mientras su Ejecutivo sigue sin registrar un solo caso positivo por coronavirus.

Desde el enclave costero de Zuwara y fronterizo con Túnez, Youbas Halab, un empleado de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) hablaba de «cierta normalidad» a pesar del confinamiento.  «Por el momento no se ha registrado ningún caso en Zuwara. De momento, el principal problema es que aún hay mucha gente que no se acostumbra a la nueva regulación, por lo que la autoridad local tiene que permanecer vigilante», apuntaba Halab. En cualquier caso, podría tratarse de la calma previa a la tempestad.

La semana pasada, Elizabeth Hoff, jefa de misión de la OMS en Trípoli lanzaba ya un primer aviso a través del digital The Africa Report: «El sistema de salud libio estaba ya al borde del colapso ya antes del virus».