Naiz (Fotografías: D. MIHAILESCU / AFP)

La mina romana de Rosia Montana, un polémico patrimonio de la Humanidad

La mina romana de Rosia Montana es ya Patrimonio de la Humanidad. La decisión de la Unesco ha alegrado a muchos ecologistas y vecinos, muy preocupados por la degradación de la zona a causa de la explotación salvaje de toneladas de minerales preciosos.

Aspecto del exterior de las minas.
Aspecto del exterior de las minas.

La inclusión de la mina romana de Rosia Montana en el Patrimonio Mundial de la Unesco ha sido aplaudida por organizaciones ecologistas como Greenpeace, que ven en esta decisión una salvaguarda ante nuevos intentos de explotar las reservas de minerales preciosos de la zona. Ubicado en los Cárpatos occidentales, alberga un «conjunto excepcional» de galerías romanas que datan del siglo II. Es «la más importante y la más grande conocida», en palabras de Icomos, el organismo consultivo de la ONU que aconsejó su inclusión en la lista. 

La discordia sobre esta explotación comenzó en 1990, cuando la compañía canadiense Gabriel Resources se asentó en el municipio para extraer 300 toneladas de oro y 1.600 toneladas de plata utilizando para ello cianuro y haciendo saltar por los aires cuatro macizos en los que se hallaba la mayor parte de los vestigios romanos. La presión de la sociedad civil y los ecologistas obligó en 2013 a desechar el proyecto.

La empresa denunció al Gobierno rumano ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) del Banco Mundial. En el proceso, aún pendiente de resolución, la empresa exige a Rumanía una compensación de 5.700 millones de dólares por la ruptura del contrato de explotación.

En consecuencia, la declaración de Rosia Montana como Patrimonio Mundial no ha contentado a todos. El alcalde de la localidad, Eugen Furdui, por ejemplo, ha manifestado que la decisión «no supone un beneficio para la comunidad ni para el país». «No olvidemos que bloquea, a corto y largo plazo, las reservas de oro y plata más grandes de Europa».

Rumanía solicitó por primera vez la declaración de Rosia Montana como Patrimonio Mundial en 2017, pero el propio Gobierno retiró la petición un año después. El Ejecutivo rumano actual volvió a pedir en 2020 protección de la Unesco para este sitio arqueológico único.

Las galerías de la mina romana, construidas en el siglo II. a lo largo de varios kilómetros en la provincia rumana de Alba, en los montes Apuseni de la Transilvania occidental, han estado redeadas de una polémica suscitada por su importante riqueza aurífera, explotada desde la Antigüedad. En ese lugar se hallaba en la época romana el centro minero de Alburnus Maior.
 

La población de Alburnus Maior fue fundada por el emperador Trajano para favorecer la explotación aurífera de la zona, realizada por comunidades mineras de Dalmacia, llegadas a la Dacia expresamente con este fin. Las minas de oro fueron explotadas por los romanos hasta el abandono de la provincia de Dacia, en el 271 d.C. La riqueza de estas tierras hizo que fuera explotada en la Edad Media, con técnicas similares a las de los romanos, durante el Imperio austro-húngaro, y, tras la II Guerra Mundial, por el estado rumano.

Un espacio único

Según la Unesco, este complejo minero es un espacio único. Pero la ciudadanía rumana también se encuentra dividida entre los que apuestan por proteger el yacimiento y quienes prefieren que se autorice una nueva explotación. El argumento es que esta opción provocaría, presumiblemente, la creación de miles de puestos de trabajo y grandes inversiones. Pero, en opinión de sus detractores, sus consecuencias serían irreversibles, ya que originaría la destrucción de las galería romanas y la contaminación del medio ambiente por el uso de cianuro en la explotación.

Es más; en abril de 2014, la asociación Europa Nostra incluyó el entorno de Rosia Montana entre los patrimonios históricos que podrían desaparecer en caso de que prospere el proyecto de Gabriel Resources. Y la amenaza de una nueva explotación es lo que ha motivado que la Unesco inscribiera a Rosia Montana también en la lista de monumentos de la Humanidad en peligro.

Museo de la Minería

Actualmente, es el Museo de la Minería de Rosia Montana el que acoge los objetos hallados en las excavaciones arqueológicas realizadas en las minas. Inaugurado en 1981, destaca entre sus objetos 25 tablillas de cera, utensilios para la minería y alrededor de 50 monumentos pétreos de época romana. En las excavaciones llevadas a cabo entre los años 2000-2005, fueron hallados más de 7.000 objetos que se encuentran almacenados hasta la futura construcción de un nuevo museo arqueológico. En la visita al museo es posible acceder a la galería romana de una explotación minera.

Restauradores voluntarios

Quienes sí se han alegrado, evidentemente, son los vecinos que soñaban con recuperar el entorno. Hace años, las calles albergaban un casino y oficinas bancarias donde los buscadores de oro todavía vendían sus pepitas. Hoy en día, apenas queda nada de lo que un día fue y, además, abundan los letreros que recuerdan que la mayoría de las casas son propiedad de RMGC.

Comprados por cuantiosas sumas para alentar a sus propietarios a abandonar el pueblo, los edificios con puertas de madera tallada corren el riesgo de derrumbarse a la espera de ser renovados por la empresa, «en cuanto se inicie el proyecto minero». Mientras, con el apoyo de decenas de voluntarios, los arqueólogos Claudia y Virgil Apostol han estado trabajando durante los últimos diez años para restaurar algunas de estas antiguas residencias.

«Estos edificios aún se pueden salvar, pero, cuanto más tiempo pase, más difícil será», se lamenta Claudia en el porche de la casa parroquial ya restaurada. Evoca los difíciles inicios de esta empresa que se enfrentó a la hostilidad de «habitantes adoctrinados hasta el punto de odiar su propia herencia».

Tica Darie, de 28 años y «llena de sueños», aterrizó allí en 2013: «Me encontré en un campo de batalla», recuerda el joven, que ha creado una pequeña empresa, ‘Made in Rosia Montana’, y reclutado a una treintena mujeres para tejer capuchas, bufandas y otras medias de lana, pese a la reticencia de sus maridos por miedo a las represalias de la RMGC. En el cementerio católico, el exminero Sorin Jurca confiesa: «La empresa incluso desenterró a los muertos». Al parecer, los habitantes que aceptaron trasladar los huesos de sus familiares a otro lugar han recibido cada uno el equivalente a 400 euros.

Evidentemente, quienes en los útimos años han estado restaurando diferentes edificios de este valle ya respiran un poco más tranquilos y trajaban más esperanzados e ilusionados.