Parajes secretos de Ulia: harribolas, paramoudras y el desfiladero

El monte Ulia es un escenario popular cada vez más visitado en su laberíntica red de senderos. Dado que la mayoría de aficionados recorren los más tradicionales caminos, queremos promocionar otras rutas secretas con el fin de intimar con esos parajes a donde casi nadie acude.

La ruta discurre por lugares desconocidos para muchos.
La ruta discurre por lugares desconocidos para muchos.

En esta ocasión, el objetivo es guiar a los senderistas hasta dos lugares desconocidos que no les dejará indiferentes para descubrirlos y explorarlos a través de un itinerario placentero de disfrute y contemplación. Para observar, además, accidentes geológicos escondidos, producto de la erosión de millones de años en la naturaleza que asombran. Por lo tanto, la conducta de los que allí lleguen debe ser responsable y respetuosa con el fin de protegerlos y conservarlos. Visitaremos como objetivo principal la cala Illurgita/Murgita, con sus “harribolas y paramoudras”, y el desfiladero, un estrecho y corto cañón en cuyo interior se desarrollan geoformas inéditas. Ulia es también otro museo natural.

Esta excursión nace en Pasai San Pedro, una de las diferentes «puertas» al monte Ulia, en el embarcadero de la motora a Pasai Donibane. El senderista caminará por el paseo de Ondartxo “Punta cruces“ hacia la bocana del puerto y desembocadura de Rio Oiartzun. En el final seguirá la inclinada ascensión hacia el Faro de la Plata por los 157 escalones del faro de Senekozuloa y otras 118 gradas en mixto hasta el paseo del Faro de la Plata que llega desde Trintxerpe y que termina al pie de la almenada construcción y a la vez excelente mirador hacia el W y E.

Vía de Santiago

A partir de aquí, la vía de Santiago (balizas amarillas), común al Talaia bidea y GR 121, con balizas rojiblancas, el deportista penetrará en la montaña a través del admirable y tradicional camino de media ladera que llega hasta Donostia, mirador sobre el Cantábrico, pasando por la caudalosa fuente del almirante o Ingeles iturria y los acueductos, en cómodo paseo llegará hasta el parking de Mendiola.

En la encrucijada de caminos, se toma el de la derecha, siguiendo las marcas rojiblancas hasta asomarse en la perfecta cala-concha de Illurgita/Murgita, también conocida popularmente como bahía de Mendiola. La intención de esta propuesta es descender hasta la orilla de la ensenada hasta donde casi nadie, actualmente, llega.

En el centro de la misma nace una senda que rápidamente, a través de un escenario de “selva”, llega hasta la playa rocosa de Illurgita, la bahía salvaje de aguas remansadas que cambian de color según las horas del día y donde se inicia un desconocido espectáculo.

Allí se concentran diferentes geoformas, entre las que destacan las paramoudras en el extremo occidental, las “harribolas” en el centro y alternancias entre flysch y areniscas con plataformas horizontales en el oriental. Una vez en la orilla, el explorador deberá recorrer la “playa de las harribolas” y, si es intrépido –pues no es fácil llegar hasta ellas y hay que saber caminar sobre el caos de roca–, irá al encuentro de las paramoudras situadas cerca de una cuerda verde que se descuelga de la montaña hasta la orilla (solo se puede acercar a verlas con marea baja y mucha precaución, recomendable verlas desde lejos).

«Harribolak»

Pero ver y fotografiar las harribolas y las paramoudras es un ejercicio imprescindible en esta sugerencia que no dejará a nadie indiferente. “Harribolak” son pequeñas y grandes rocas como bolas rodantes, algunas perfectas y otras de insospechadas formas y colores, producto de la erosión del mar en su choque con las piedras que enmoquetan la cala Illurgita.

Tras la sesión, el senderista retornará al collado Mendiola, en busca del desfiladero, el cañón de Ulia, el desfiladero Bixtarri (¿fue antaño cantera con cuya piedra ser construyó el fuerte del almirante?) Desde la puerta de la Ikastola se tomará la senda de la izquierda, llegará hasta el monolito, un airoso cuerno mirador hacia el océano con un espolón con ventana.

Salvará en ese punto la alambrada y penetrará en la angostura reservada solo para exploradores de Ulia. Tras superar dos cuevas ya estará en la corta y estrecha angostura amazónica, donde los líquenes, musgos y enredaderas abundan. En la travesía el caminante descubrirá diferentes y singulares geoformas catalogadas (cannonballs, concreciones de lutitas, laminaciones con dibujos en las paredes, tufas y rocas porosas blandas de carbonatos de calcio entre otras).

Una vez fuera, la senda llega al fuerte del Almirante, donde el deportista tomará el camino directo hacia la bahía de Pasaia y luego senda, que es la más desconocida de Ulia y que rauda pierde altura (sumergidos en el bosque) hasta la carretera del Faro de la Plata.

También existe otra posibilidad más fácil: tomar a la derecha el ancho camino en la primera bifurcación desde el baluarte para alcanzar la carretera del faro que guiará a los montañeros a la dereccha hasta Trintxerpe, o derivando más a la derecha, la opción que pasa por el “poblado de los pescadores” de la época de la pesca del bacalao. De esta forma, recalará directamente en Trintxerpe, un final agradecido para este viaje-abrazo de la tierra y el mar.