J. TAYLOR (AFP)

De mansión histórica a escuela de buceo

En pleno centro de Bangkok, una histórica mansión de 200 años de antigüedad acoge cursillos de buceo impartidos por Poosak Posayachinda, quien ha tenido que reinventarse para poder mantener en pie su tradicional casa familiar heredada: So Heng Tai.

Alumnos de buceo en So Heng Tai.
Alumnos de buceo en So Heng Tai. (Jack TAYLOR | AFP)

Una mansión de 200 años de antigüedad ubicada en el barrio histórico de Talat Noi, en pleno centro de Bangkok, ha encontrado un peculiar método para seguir en pie y sobrevivir: se ha reinventado y ha habilitado sus estancias como una escuela de buceo. La familia de su instructor de buceo, Poosak Posayachinda, ha sido propietaria del tradicional So Heng Tai durante ocho generaciones, y sigue vivo gracias en gran parte a su decisión de reconvertirlo en una academia de buceo.

La supervivencia del edificio, construido originalmente por Phra Aphaiwanit como hogar y oficina para la empresa familiar que comercializa nidos de pájaros con China, es una rara historia de éxito en una ciudad que alberga poco sentimiento, o protección legal, por las joyas arquitectónicas históricas.

Destrucción de emblemáticos edificios

a reinvención vertiginosa de la ciudad en los últimos años ha provocado la proliferación de relucientes centros comerciales y llamativos condominios, mientras que se han derrumbado emblemáticos edificios como el cine art deco Scala y la embajada británica de la década de 1920.

La ley tailandesa únicamente protege las propiedades de más de un siglo y, al parecer, poca voluntad política hay por salvaguardar la arquitectura antigua. El desarrollo rentable es lo que realmente vale. Además, a las familias con propiedades históricas su mantenimiento les exige gastos elevados que a veces no pueden afrontar y, tal y como explica el historiador y arqueólogo Phacha Phanomvan, el patrimonio peligra porque no hay organismos que contribuyan a conservarlos.

Consciente de la realidad, en 2004, Poosak instaló una piscina de 4 metros de profundidad en el patio de So Heng Tai, donde dio clases a cerca de 6.000 estudiantes, lo que le ha ayudado a pagar las facturas del mantenimiento de la propiedad. Aun así, el propio Poosak confiesa que el mantenimiento es una lucha continua. «En un día lluvioso proliferan las humedades. Tarde o temprano, tendremos que levantar el techo nuevamente y eso requiere mucho dinero», se lamenta Poosak.

Si bien el Ministerio de Cultura mantiene una base de datos del patrimonio nacional, Phacha se queja de que muchas propiedades no están registradas y caen en el olvido. «Para los propietarios individuales sin asistencia estatal... resulta mejor vender la propiedad. Vender el edificio individual y luego vender el (terreno)»., añade.

Coleccionistas de teca, otro problema

A ese problema se suma el creciente mercado de coleccionistas de teca de las casas de madera tailandesas; algunas incluso se desmantelan, reubican y vuelven a colocar en otros lugares para convertirlas en hoteles boutique. «Quieres mantener estas propiedades donde están... Básicamente están robando a Bangkok parte de su (historia)». Son palabras de Ben Davies, fotógrafo que pasó cinco años documentándose para escribir su libro “Vanishing Bangkok”, una experiencia que, confiesa, lo dejó abatido. «Algo así como el 30%-40% de los edificios y comunidades que había fotografiado ya no existían; habían desaparecido o cambiado de tal manera que eran irreconocibles». Pero lo peor es el futuro que predice: la prisa por desarrollarse provocará que el patrimonio de Bangkok desaparezca en tan solo una década.

«Tengo la horrible sensación de que algún día Bangkok será irreconocible; ha perdido gran parte de su identidad y carácter, por lo que se convertirá en una megaciudad más de Asia», se lamenta.

En otros lugares de la región, Tailandia ofrece posibles soluciones, especialmente en Singapur, que desde finales de la década de 1980 ha recibido elogios por su esfuerzo e interés por proteger su patrimonio. Su estrategia examina toda la ciudad-isla de manera holística y la conservación se diseña paralelamente a la planificación, explica Yeo Kang Shua, un experto en historia arquitectónica de la Universidad de Tecnología y Diseño de Singapur. La base del esquema que manejan sus responsables es el principio de «las tres R»: máxima recuperación de edificios, restauración sensible y reparación cuidadosa.

«En la década de los ochenta del siglo pasado, muchos propietarios consideraban una sentencia de muerte que sus propiedades obtuvieran la licencia para su conservación, pero hoy, por el contrario, debido a la peculiaridad de esos edificios de Singapur, los precios inmobiliarios son elevados», explica.

Sensibles cambios

No obstante, hay algunas señales de cambio en Bangkok. En los últimos años, una poderosa familia empresarial chino-tailandesa renovó sus almacenes chinos, construidos en los ochenta y que estaban en ruinas, y los reconvirtió en «destino patrimonial ribereño». Ahora alberga un santuario y se ha convertido en un espacio que acoge exposiciones, conciertos, pop-ups, cafés y furgonetas de comida.

Poosak camina por los pasillos de So Heng Thai. Detrás avanzan sus alumnos. Y, aparentemente al menos, no duda al planear el futuro. Tras recordar que sus antepasados llegaron a Tailandia con «una almohada y un colchón», confiesa que está decidido a salvar el hogar de su familia, cueste lo que cueste. Su última confesión lo confirma: «Si alguien me viene con una oferta, la respuesta es no; así de simple, no importa cuánto sea».