Sergio Iglesias
Barakaldo

El futuro ya está aquí

La música es así, un día estás viendo a Iggy Pop en el Kursaal y cuatro días después estás preparando la crónica del concierto de Rosalía en el BEC, sin tener muy claro lo que vas a decir y sin saber muy bien si te ha gustado lo que has visto o no. Vamos allá. 

Rosalía, en plena actuación en el BEC.
Rosalía, en plena actuación en el BEC. (Monika del Valle | FOKU)

Tras varios meses de espera, el ‘Motomami world tour 2022’ hacía parada en el BEC de Barakaldo y los y las fans de Rosalía tenían esta fecha señalada en rojo en sus calendarios. Así que no es de extrañar que, aunque no estuviera lleno del todo, el recinto vizcaino registrara una importante entrada y se viviera el ambiente de los grandes eventos. Y es que, hoy por hoy, hay muy pocas bandas o artistas que puedan presumir de tener una legión de seguidores y seguidoras tan fieles como la que atesora la artista catalana, quien llegaba a Euskal Herria después de hacer sendos dobletes en Madrid y Barcelona. 

Las crónicas del resto de conciertos del tour ofrecidos por la catalana hasta el momento eran en su mayoría positivas, por lo que las expectativas eran muy altas antes de que comenzara su show de Barakaldo. Un espectáculo único que comenzaba con la entrada de la diva acompañada de su cuerpo de baile, al ritmo del sonido atronador de una moto que daba paso al ya inconfundible «¿Chica, qué dices?» de ‘Saoko’, un tema que es Rosalía en estado puro. Era el principio del concierto y el público ya enloquecía prácticamente con cada movimiento de la catalana y se desgañitaba coreando las letras de cada canción, muestra de ello fue ‘Candy’, donde casi no se escuchaba la voz de Rosalía o ‘La fama’, esa bachata electrónica que en el disco original interpreta junto a The Weeknd. 

Lucimiento vocal

Sí hubo, sin embargo, momentos de respeto absoluto para el lucimiento vocal de una artista que siempre que puede, aprovecha para reivindicarse como la gran cantante que es, como en ‘G3N15’, la nana que dedica a su sobrino y en la que derrochó emoción a raudales, o en ‘Hentai’, con cierto poso jazzy. Durante el concierto, tampoco se olvidó Rosalía de sus orígenes flamencos en temas como ‘De aquí no sales’, de su anterior disco ‘El mal querer’, que enlazó con ‘Bulerías’, perteneciente a su último trabajo, y donde se mostró, como a lo largo de todo el concierto, como la dueña y señora del escenario, finalizando con un impecable zapateado.

El concierto fue transcurriendo como una montaña rusa en el que los sonidos más duros se mezclaban con otros más clásicos, y todo pasaba ante nuestros ojos como un torbellino, o si preferimos aprovechar la metáfora fácil, como un viaje en una moto de gran cilindrada, mientras la pantalla nos mostraba todo como si estuviéramos disfrutando de una gran producción cinematográfica. 

Un estilo único

Y es que, aunque todo está perfectamente estudiado al milímetro, e incluso se podría decir que la música es lo de menos en un espectáculo de este tipo, sería injusto afirmar tal cosa, a tenor del altísimo nivel de composiciones como la archiconocida ‘Malamente’, ‘Pienso en tu mirá’, ‘Sakura’ o ‘De plata’, perteneciente a su primer álbum, ‘Los ángeles’ y que, en mi opinión fue la mejor de la noche, con esos sonidos rockeros que la acercan a lo que hacen bandas como Derby Motoreta’s Burrito Kachimba.

Pero lo mejor que podemos decir de Rosalía es que todo encaja en ese estilo único e inconfundible que ha creado a base de coger de aquí y allá y pasarlo por su filtro personal: sonidos industriales cercanos al techno hardcore más duro como ‘Motomami’, la revisión que hizo de ‘Blinding lights’, o ‘Cuute’, con los bombos traspasándonos los tímpanos, la bachata ya mencionada de ‘La fama’ e incluso boleros, con la osada actualización de ‘Delirio de grandeza’ de Justo Betancourt, que también encaja a la perfección en el catálogo de una artista que parece ser alérgica a cualquier tipo de etiqueta. Tampoco se olvidó Rosalía de los sonidos urbanos y del reggaetón en ‘La combi Versace’ o en un bloque especial en el que repasó varios temas de esta onda, acordándose incluso de los pioneros del género, con pasajes de ‘Papichulo’ de Lorna o ‘Gasolina’ de Daddy Yankee.

Cercana con el público

Rosalía no paró de moverse ni un solo segundo y se mostró muy cercana al público durante todo el bolo, algo que sus fans agradecían emocionadas cuando la catalana se acercaba para cantar con ellas, cuando bajaba del escenario para firmarles autógrafos o cuando les hacía partícipes del show, leyendo las pancartas que habían preparado para este gran día. Tuvimos, incluso, el privilegio de escuchar un par de temas inéditos y de alucinar con esa locura hecha para tik tok que es ‘Chicken teriyaki’, pero también de decepcionarnos con algunas interpretaciones como la de ‘Como un G’, donde el exceso de autotune empeoró la versión del disco… y ese es el único ‘pero’ que podríamos poner a un espectáculo trepidante, muy entretenido, impecable en cuanto a la producción y, en ocasiones desconcertante por todas las cosas que pasaban en el escenario. 

Un tipo de show muy diferente al que estamos acostumbrados y acostumbradas aquellas y aquellos a los que nos gustan los conciertos y la música en directo, pero que demuestra que algo está cambiando y que, tarde o temprano, tendremos que vivir con ello, huyendo de prejuicios y con la mente abierta, intentando disfrutar de lo que llegue, y siendo conscientes de que lo que venga no tiene que ser igual a lo que llevamos escuchando toda la vida. Evolución se llama a eso.

El futuro ya está aquí y Rosalía es la muestra más clara de ello.

Así que, resumiendo, creo que, definitivamente, sí me gustó lo que vi.