Las fiestas de Iruñea llegan al ecuador y lo han hecho con temperaturas más propias del trópico. La feria iruindarra había comenzado bien el día 6 con temperaturas clásicas del verano navarro. A saber, por la mañana manga corta y cuando oscurece chaquetica o blusa, que refresca.
Este jueves ha llegado la chicharra por fin. Era el día del niño y alguien, previsor, ha acertado organizando un encierrillo, pero esta vez los astados de rueda tenían incorporado un pequeño depósito de agua para regar a los agradecidos corredores.
La chavalada ha protagonizado buenas carreras, apurándole bien al cuerno, a ver si le salpicaba un poco y no desfallecían.
Los bares de alrededor hacían, de mientras, un agosto adelantado, porque con tanto calor había que pedirse algo fresco, con o sin, según la edad, las ganas, el estómago y el tempero. Que las fiestas van por la mitad, pero son bien largas.
Después de cuatro días, ciertos cuerpos ya van dando avisos de sobrecarga y, lo peor (y lo mejor) es que sigue quedando otro tanto hasta que acaben.

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