2025 ABU. 22 - 14:29h Pilares del cuarteto de cuerdas CUARTETO CASALSInt.: Abel Tomás, violín; Vera Martínez, violín; Cristina Cordero, viola; Arnau Tomás, violonchelo. Prog.: ‘Cuarteto para cuerda op. 76 n.º 5’ de Hadyn,‘Cuarteto para cuerda n.º 8’ de Shostakovich, ‘Cuarteto para cuerda n.º 13, op. 130’ Beethoven. Lug.: Donostia, San Telmo. 21/08/2025 Concierto del Cuarteto Casals en San Telmo. (Jon URBE | FOKU) Mikel Chamizo Crítico musical / Musika kritikaria Por la Quincena Musical han pasado en las últimas ediciones bastantes cuartetos de cuerda, como el Gerhard, que durante varios veranos ha protagonizado en Chillida Leku una integral de los cuartetos de Shostakovich, el Quiroga, el Elías, el Bretón, el Trifolium, el Cikada, el Cosmos, el Lauso… pero el más famoso de todos ellos, o al menos el cuarteto estatal con mayor prestigio internacional, no había pisado el festival desde 2011. Para su regreso, el Cuarteto Casals escogió un programa muy ambicioso que tocaba tres pilares de su repertorio: uno de los ‘Cuartetos op. 76’ de Haydn, el padre de este formato instrumental; el ‘Cuarteto n.º 8’ de Shostakovich, el más famoso entre los 15 que compuso el soviético; y el ‘Cuarteto n.º 13’ de Beethoven, quien con sus cuartetos finales alcanzó uno de los hitos del género. El Casals fue inteligente en juntar estas tres obras y presentarlas en dicho orden, empezando por el clasicismo del cuarteto de Haydn que, sin embargo, tan claramente adelanta aspectos de la música de Beethoven, que fue su alumno. El Casals optó por una visión tradicional, sin influencias perceptibles de las prácticas historicistas que cada vez se hacen más canónicas en la interpretación de la música de Haydn: los instrumentos modernos del Casals sonaron plenos, con amplio vibrato, y una subjetividad del tempo y el fraseo que hacían de la versión propia sin salirse de estilo en ningún momento. Estas consideraciones pasaron a segundo plano con el ‘Cuarteto n.º 8’ de Shostakovich, que el Casals lleva tocando desde su fundación en 1997 y que a estas alturas presentan con una autoridad innegable. Se diría que el Casals incide en el dramatismo que emana de esta partitura de tintes autobiográficos, estirando el estatismo de los movimientos lentos así como la vertiginosidad de los rápidos, haciendo los fortes un poco más fuertes y los pianos un poco más suaves, y tensando las ideas musicales que pone en juego Shostakovich con un sentimiento de sombría inevitabilidad, queriendo relacionar el contenido de la partitura con el contexto político en el que vivió el compositor. Con todo, la parte más potente del recital del Casals fue la segunda, ocupada por el ‘Cuarteto op. 130’ de Beethoven. Han corrido ríos de tinta sobre esta obra, y particularmente en torno a la ‘Gran fuga’ que lo corona y que el propio Beethoven cambió después por otro movimiento más estándar. Y el anochecer en el claustro de San Telmo, fue como si el Casals nos hubiera hecho revivir lo que experimentó el público que oyó esta creación por primera vez, al que le encantó la primera parte de la obra pero abominó de la ‘Gran fuga’ final. Los cinco primeros movimientos fueron así deliciosos en la interpretación del Casals, siempre tersa pero con un pie aún en el Clasicismo, deleitándose en el rico diálogo camerístico que despliega la partitura. Pero al llegar la ‘Gran fuga’ se volvieron locos: la tocaron con una intensidad y frenetismo tales que no dieron tregua al público, sacando a la luz de manera magistral por qué este fragmento, en el que Beethoven casi parece asomarse al expresionismo, es una de las páginas más singulares de la producción beethoveniana y de la historia de la música europea. El público reunido en San Telmo entendió lo que el Casals quiso hacer y el riesgo que corrió con ello, y supo agradecerlo con numerosos bravos y aplausos.