Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión
POR LOS VIEJOS TIEMPOS

«Mi vida con Dire Straits» según John Illsley, bajista y cofundador de la banda

Dire Straits llenó estadios en todo el mundo y vendió millones de discos. Durante la década de los 80, fue una de las bandas más importantes. En «Mi vida con Dire Straits», John Illsley –miembro fundador, bajista y pilar de la banda–, rememora el espíritu de la época y los orígenes del grupo.

Publicado por la editorial Cúpula, “Mi vida con Dire Straits” narra la trayectoria de uno de los grupos más conocidos de la historia del rock. Su relato arranca desde sus humildes orígenes y su posterior eclosión en un éxito apabullante que derivaría en giras interminables a lo largo de todo el mundo y la exigencia de vivir bajo el foco de la atención pública. Esta explosiva combinación terminó pasando factura a la banda.

El libro apuesta por ser una crónica honesta escrita por uno de los integrantes de Dire Straits, John Illsley –miembro fundador, bajista y pilar de la banda–. Por su parte, el guitarrista, vocalista y líder del grupo, Mark Knopfler, ha firmado el prólogo de esta obra que, según el músico, «se trata del primer y único relato de nuestra historia contada desde dentro del grupo. Para nosotros supuso una gran aventura y un viaje increíble, con toda su parte de comedia, absurdo, cansancio, locura y tristeza. Y John ha recordado gran parte de todo eso».

En su exposición, Knopfler añade que «por un lado está la música y, por otro, la industria musical: son dos cosas diferentes. Como todos, tuvimos que aprender a hacer frente a algunos de los aspectos más negativos del negocio, pero John y yo siempre valoramos y apreciamos el éxito. Escribo esto desde mi propio estudio de grabación: muestra de que todo aquel duro trabajo mereció la pena. Me consta que John siente lo mismo. Este no es un viaje para todo el mundo; no es para personas que no puedan soportar esas presiones y ese ritmo, por las razones que sean. Era un mundo distinto».

Encuentro con un tipo que dormía en el suelo. El fenómeno Dire Straits comenzó tras un encuentro fortuito de John Illsley y Mark Knopfler en un piso de protección oficial en el sur de Londres.

En palabras de Illsey, «había un hombre tumbado en el suelo de cemento profundamente dormido y su cabeza, apoyada contra la única silla que teníamos, formaba un ángulo recto con el cuerpo. El tipo tenía una guitarra eléctrica en el pecho. A un lado, un cenicero cuadrado gigante desbordado con mil colillas; en el otro, un par de botellas vacías de cerveza Newcastle Brown. Su rostro, blanco como una sábana, se daba un aire a Dave. Debía de ser el hermano que había mencionado. Se movió y gimió; un párpado se le despegó. Le pregunté, ‘¿una taza de té?’. Cuando volví ya había recogido los cigarrillos y las botellas de cerveza y oí que se echaba agua en la cara en el baño. Cogí su guitarra, una Gibson Les Paul Junior. Preciosa. Regresé y le di el té. Extendió la mano y, con un suave acento geordie, me dijo: ‘Mark, Mark Knopfler’. Se sentó en la única silla que había y yo me senté en el viejo sofá cama que había encontrado en un contenedor de una obra unas semanas antes. Nos enredamos en una amena charla sobre esto y lo otro. Conectamos de inmediato».

En su recordatorio de los pasajes que compartió con los hermanos David y Mark Knopfler, el bajista añadió que «los dos hermanos tenían una onda similar, pero su forma de comportarse era distinta. Dave era un libro abierto, lo que había era lo que veías; nunca se reservaba nada. Mark, aunque no menos cálido y reflexivo, era un poco más reservado y tenías que pasar las páginas del libro para leerlo. No decía las cosas, tenías que preguntárselas y, cuando lo hacías, a veces se sentaba durante un rato desconcertantemente largo, pensándolo mucho antes de darte una respuesta. Tal y como quedó claro rápidamente, Mark era un pensador profundo, pero con un gran sentido del humor listo para estallar en cualquier momento. Dicen que solo alrededor del veinte por ciento de la comunicación es verbal; independientemente de lo que hubiera o no hubiera dicho, yo sabía que había hecho un amigo para toda la vida».

Finalmente, y en relación al auténtico bombazo que supuso el tema “Sultans of Swing”, Illsley dijo: «Una noche, mientras me tomaba una pinta después de un concierto, Mark propuso que formásemos una banda juntos. No mucho más tarde me tocó una canción en la que había estado trabajando. La había llamado ‘Sultans of Swing’, que era el nombre de una banda de jazz amateur que él y Dave habían visto tocar en un pub medio vacío de Greenwich; un modesto grupo de tipos mayores que tocaban simplemente porque amaban la música. Tocó esa canción con su Fender Stratocaster roja recién adquirida y un amplificador Vibrolux de la década de 1960 que yo le había regalado hacía poco tiempo. Ese fue el momento en el que me di cuenta de que algo especial estaba sucediendo. Estaban solos él y su Stratocaster, pero no mucho después fui consciente de que estaba escuchando una letra y una melodía verdaderamente trabajadas y originales. Todavía tiene la Stratocaster y el Vibrolux. La compró por unas cien libras, y la guitarra probablemente valga hoy alrededor de treinta mil libras en el mercado libre, aunque tiene un valor mucho más grande para su propietario».