Ser o sentirse gordo: una notable diferencia
El modelo de belleza impuesto a la sociedad actual sigue haciendo mucho daño. Las personas que se sienten gordas sufren a menudo sensaciones de tristeza, vergüenza o cierta culpabilidad. Pero hay otras que aceptan su físico, se sienten a gusto dentro de su cuerpo, lo utilizan, cuidan y defienden.
Según la R.A.E., la palabra gordo o gorda, hace referencia a una persona de abundantes carnes. Como sinónimos propone los términos grueso, rollizo, obeso, hinchado, rechoncho, regordete, orondo. Por el contrario, la Clínica Universitaria de Nafarroa define obeso como aquella condición médica caracterizada por el exceso de tejido adiposo en el cuerpo, a tal grado que represente un riesgo significativo para la salud del individuo. Nada de hinchado, rollizo ni rechoncho.
Sin embargo, un gran número de personas que no padecen esta condición médica dicen ser gordos u obesos y otros, que atinan más, dicen sentirse gordos/obesos.
Es curioso porque ninguna de las dos anteriores definiciones recoge que cualquiera de los dos términos haga mención a ninguna emoción. Es decir, uno puede sentirse triste o enfadado o alegre, porque estas sí son emociones, pero uno no puede sentirse gordo. Sin embargo, ahí están todas estas personas que se sienten gordas y sufren por ello.
Me apena que no nos preocupen los problemas de salud que se puedan derivar (en ocasiones, que no siempre) de este exceso de adiposidad, pero sí que alguien piense que somos “gordos”.
Socialmente no nos asusta estar gordos, sino ser gordos. Y cuando pregunto a los pacientes qué asocian con ese “sentimiento”, todos sin excepción hacen referencia a los mismos términos: se sienten tristes, avergonzados, solos, no dignos de ser valorados/queridos, insuficientes, incapaces y un largo etcétera. Y, como sabrán, esto nada tiene que ver con el peso ni la grasa corporal.
Estoy convencida de que son estas personas las que se sienten gordas y sienten un profundo rechazo hacia este “sentimiento”, o más bien, a los sentimientos enumerados anteriormente, los que sienten también la necesidad de decirles a los demás que están gordos. Esto es lo que le ha ocurrido a la waterpolista olímpica Paula Leitón. Sin embargo, su brillante respuesta ha dado en el clavo de la cuestión de “ser o estar” gordo: «Sé cómo es mi cuerpo y lo quiero muchísimo. Lo trabajo para este deporte que es mi vida». Paula tiene espejo, no necesita que nadie le diga cómo es su cuerpo, además, lo conoce a la perfección; lo entrena y cuida porque es su “herramienta de trabajo” y, si no lo hiciese, no sería internacional con una selección ni habría ganado un oro olímpico.
Y es que Leitón no solo no está gorda, sino que tampoco se siente así.