Hospitalización y actividad física

Como hemos mencionado a menudo, la actividad física es esencial para no padecer las consecuencias del sedentarismo y poder disfrutar de un óptimo estado de salud. Hoy, pondremos nuestra atención sobre los pacientes hospitalarios, a quienes la inactividad física puede pasarles una mala jugada.
Cuando una persona está encamada, sus niveles de actividad son prácticamente mínimos, siendo su gasto calórico casi nulo, acercándose así al consumo de su metabolismo basal (cantidad mínima de energía que el cuerpo necesita para mantener las funciones vitales activas, tales como respirar o digerir alimentos, entre otros). Es tal el nivel de inmovilización de estas personas que suelen padecer lo denominado como desacondicionamiento físico, que es lo que sucede cuando el organismo pierde sus funciones fisiológicas y metabólicas.
Este proceso hospitalario trae consigo un sinfín de consecuencias en el organismo, como podrían ser una pérdida significativa de masa muscular, disminución de la capacidad cardiovascular, cambios en la función respiratoria, empeoramiento en las funciones renales y hepáticas y aumenta el riesgo de padecer ciertas enfermedades crónicas, por ejemplo. Así, la persona padece debilidad muscular, siente fatiga, disminuye sus capacidades físicas y ve entorpecida su capacidad para efectuar las labores del día a día. Todo ello dificultaría la recuperación del paciente.
Es cierto que el desacondicionamiento físico es un proceso reversible y que el hecho de implementar un programa de ejercicios y la actividad física regular puede ayudar en la prevención de las consecuencias aquí expuestas. Por ello, en la actualidad, algunos centros sanitarios han optado por implantar estrategias para combatirlo. Las personas capaces de moverse por sí solas tienen la opción de ejercitarse en salas acondicionadas para ello. Los pacientes que tienen dificultades para moverse, pueden solicitar la ayuda de un terapeuta para poder entrenarse o incluso hay quienes solicitan los ejercicios en cama. Las personas que no pueden moverse, pueden solicitar técnicas de posicionamiento, donde se someten a diferentes posturas para mantener la función muscular e incluso prevenir la formación de úlceras por presión.
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