Igor Fernández
Psicólogo
PSICOLOGÍA

Tiempo y dinero… y humanidad

(Getty)

La medida estándar de los intercambios en el trabajo diario tiene mucho que ver con esa díada: el tiempo empleado en una tarea y la retribución recibida. Sin entrar en disquisiciones socioeconómicas o filosóficas, sino más bien en sus implicaciones psicológicas, es habitual el pensamiento o sentimiento de que lo que hacemos en el ámbito laboral sirve exclusivamente a ese balance. Sin embargo, las condiciones de dicho trabajo sustentan tanto la salud como la satisfacción o la motivación.

En estas también nos van los esfuerzos, claro; aguantamos, vamos ‘tirando’, nos resignamos y luchamos, mientras, internamente, necesitamos poder encargarnos de aspectos humanos involucrados intrínsecamente en todo lo que hacemos, también en esto, e imprescindibles de considerar.

La falta de balance en lo anterior es una fuente innegable de estrés y malestar, claro. No todo lo que le pasa a las personas, en lo relativo a su salud está dentro del individuo, surge de dentro. De igual modo que no todas las enfermedades físicas tienen su origen en la genética de las personas, tampoco lo que nos sucede emocional y psicológicamente es fruto de que haya ‘algo mal en mí’ que tenga que ser arreglado o sea sujeto de terapia de algún tipo. De hecho, la salud es un equilibrio funcional en constante interacción con el entorno, del que no se puede separar, aislar.

Cuando tenemos problemas, no es razonable poner toda la responsabilidad en uno mismo, en una misma, ni tampoco el otro extremo, por lo cual estamos obligados a dialogar, en el amplio sentido de la palabra, con el entorno, en busca de dicha salud, que no puede ser más que mutua, en una sociedad que pretende perdurar.

En ese sentido, el tiempo que empleamos en nuestras profesiones también es un tiempo de vida, en el que el cuidado de ese tramo de vida, en términos de necesidades humanas es imprescindible para el equilibrio del que hablábamos más arriba, y es responsabilidad nuestra, en un momento dado.

Medir en dinero cada acción que llevamos a cabo en el trabajo, especialmente cuando hay otras personas involucradas, es insuficiente para lograr algún tipo de estabilidad, porque el bienestar y el dinero van por vías de satisfacción distintas. El dinero recibido el día 30 del mes no satisface la necesidad del día 12 por la mañana, en aquella conversación incómoda, o en aquel problema que tuvimos que resolver. Sería más bien el deseo de colaboración en aquel momento, la consideración mutua, el respeto, el agradecimiento o la aclaración pertinente, la que hizo posible sobrellevar la tarea, o incluso crecer personalmente en ese tiempo de vida empleado al trabajo.

Todo lo anterior está influido por las condiciones laborales, por supuesto, pero lo determinante es el deseo individual de responsabilizarnos de que ese tiempo compartido, para que las personas involucradas estemos lo mejor posible entre nosotros, entre nosotras. Y eso desliga nuestra salud mental de la díada economicista.

Fusionar ambas ideas, por el contrario, desplegar nuestra humanidad solo si estamos económicamente retribuidos, convierte nuestra humanidad en un bien de consumo o en una moneda de cambio de la que el sistema económico se apodera. Fusionar nuestras respuestas humanas hacia otros con el dinero, nos hace más dependientes psicológicamente a lo que otros decidan sobre nosotros en ese contexto. En este caso, independencia y humanidad, van juntas.