Materia extraída: vacío habitado
Una montaña vaciada por la extracción de la piedra en una cantera es un paisaje al que estamos bastante acostumbrados pero, ¿qué ocurre cuando la arquitectura llena ese vacío? Francisca Gual Ors nos lleva hasta Palma, donde se habitan espacios con vocación de permanecer en el tiempo.

En arquitectura, el lugar no es solo un soporte físico, es una narrativa en capas, una suma de huellas, nuevos usos, llenos y vacíos que esperan ser revelados y transformados. A veces, el verdadero punto de partida no está en lo que se construye, sino en lo que permanece. Así ocurre en el barrio de El Coll d’en Rabassa, en Palma, donde una antigua cantera de marés, esa piedra arenisca tan arraigada en el paisaje mallorquín, actúa como detonante del proyecto.
En vez de borrar su rastro, el antiguo terreno de extracción se convierte en el motor de la propuesta: desde la preservación de los estratos geológicos existentes hasta la volumetría, que evoca los bloques excavados. La intervención atiende a la memoria mineral del ámbito, sin ocultar ni domesticar su presencia, sino asumiéndola como gesto fundacional del edificio.
El volumen se adapta a una parcela compleja, estrecha, irregular y profundamente condicionada por el entorno urbano, con una implantación que se adecúa a la preexistencia y, más allá de ver en ella un obstáculo, la torna hilo conductor. Así, la pieza se separa deliberadamente de la medianera para preservar las huellas del terreno y liberar una zona de transición.
El conjunto de 11 viviendas sociales es obra de Carles Enrich Studio, ha sido promovido por el Instituto Balear de la Vivienda (IBAVI) y construido entre 2022 y 2024. La propuesta habitacional se organiza en una secuencia de unidades adosadas, con accesos independientes desde la calle, rompiendo con el imaginario tradicional de la vivienda colectiva.

Lejos de imponer una organización jerárquica, cada hogar se compone de una retícula de espacios equivalentes, donde la ausencia de pasillos y la distribución flexible permiten que el modo de habitar se personalice y evolucione con el tiempo. Tres tipologías básicas, de uno, dos y tres dormitorios, se despliegan en variantes adaptadas a la geometría del solar y al contexto inmediato, un enfoque que multiplica y enriquece los límites entre lo privado y lo común.
Pero esta arquitectura no solo bebe del sitio como ente físico, sino que también dialoga con su clima, heredando la tradición constructiva mediterránea e incorporando estrategias pasivas que reducen drásticamente la demanda energética.
La ventilación cruzada, los patios drenantes, el uso de vegetación autóctona y los lucernarios que capturan y disipan el calor se combinan con una envolvente revestida con enlucido de cal, cuya capacidad reflectante y transpirabilidad garantizan el confort. Además, una galería técnica subterránea actúa como intercambiador térmico y el agua de lluvia recogida se acumula en un depósito para su reutilización.

La lógica constructiva se materializa en muros de carga de bloques cerámicos, forjados prefabricados de madera y una estructura desmontable y reciclable que permite construir de manera eficiente y con menor impacto ambiental. Todo el sistema responde a criterios de proximidad, sencillez y durabilidad. Una intervención que no pretende deslumbrar, sino permanecer, generando infraestructuras habitables capaces de resistir el paso del tiempo y adaptarse a nuevas formas de vida.
Un proyecto en el que lo extraído de la cantera original no queda como una cavidad olvidada, sino que se resignifica en un espacio que se habita, que acoge y da forma a la cotidianeidad. El pasado material se funde con las necesidades del presente, transformando el lugar en un testimonio vivo donde el vacío, lejos de ser ausencia, se convierte en presencia.

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