Mariona Borrull
Periodista, especialista en crítica de cine / Kazetaria, zinema kritikan berezitua

«Agh, mi pierna»

«Tiburón 2», titulada originalmente «Jaws 2», es la secuela del «Tiburón» de Spielberg, y fue estrenada en junio de 1978.
«Tiburón 2», titulada originalmente «Jaws 2», es la secuela del «Tiburón» de Spielberg, y fue estrenada en junio de 1978.

El 29 de agosto tres películas inundarán la cartelera con los peligros del océano: tres títulos que miran directamente a las tres épocas doradas del cine de terror marino. El primero es “Sin oxígeno”, la ficcionalización del accidente real de Chris Lemons, un buzo que quedó atrapado en el fondo del Mar del Norte y que ya fue reproducida cinco años atrás en el documental “Último aliento”, del mismo cineasta.

Luego está “Tiburón blanco: La bestia del mar”, de Kiah Roache-Turner (“Sting. Araña asesina”), uno de los más reputados nombres del terror australiano contemporáneo. Un género en pleno auge dentro de circuitos internacionales, pero que ha sido histórico en su constancia y calidad en esta isla rodeada de naturaleza salvaje y, sobre todo, bien nutrida.

Aunque no habría películas ni mitología por explotar hoy sin el éxito pasado -impepinable- de “Tiburón” de Steven Spielberg, que por su quincuagésimo aniversario volverá a carteleras y que este verano habrá sido reestrenada hasta seis veces. Lleva pegados a la aleta dorsal 477 millones de dólares y la invención absoluta del concepto de taquilla veraniega. Pero también una ristra de películas que probaron las ubres de la vaca de oro del terror marino en los ochenta, y de las que nacieron todos los sucedáneos que van plagando la cartelera con más o menos iteraciones.

Jelle Havermans propone un breve repaso de este momento fundacional en “The Monstrous Eighties”. Al éxito de “Tiburón” y de su secuela de 1978, que el mismo Spielberg catalogó de “baratija de feria”, se le engancharon taquillas despampanantes de otras historias con humano diminuto y aislado (“La cosa”, “El resplandor”). Al mismo tiempo, subía la calidad y bajaba el coste de los efectos prácticos hiperrealistas con sangre, como los de Rob Bottin en “Humanoides del abismo” (1980). En un horizonte adobado con franquicias espitadas (“Viernes 13” de 1980 a secuela por año), los estudios pusieron el turbo y soltaron el timón. En verano se estrenaban puñados de versiones de “Tiburón”: siempre con un viejo marino, un hombre de acción y un científico a bordo, ah, y una mujer-guapa. Los italianos hicieron aparición, entre “El último tiburón” de Enzo G. Castellari (1981) y “El devorador del océano” de Lamberto Bava, hijo de Mario (1984). Antes llegó “Playa sangrienta” (1980), en la que no hacía falta remojarte en el agua, porque podías morir tragado por la arena misma.

En 1981 el debutante James Cameron dirigía una de las pocas que siguen a flote en la memoria pop, “Piraña II: los vampiros del mar”, de título bastante autoexplicativo. Esa película lo llevaría a hundirse en la cercana “Abyss” (1989), el único fracaso comercial de su carrera. Pero de ella hablaremos en el siguiente capítulo de esta truculenta historia sobre los peligros (ochenteros) bajo el inconmensurable charco azul.